Santos jugando a la geopolítica

Es indudable que el presidente quiere un protagonismo político internacional, pero es un protagonismo que aún no está respaldado en una gran estrategia nacional de desarrollo para lanzar desde ahí una sólida acción de inserción global. Son más bien decisiones aisladas, coyunturales, mediáticas, todas calculadas pero no todas bien ponderadas, que no alcanzan a conformar una gran estrategia internacional. OPINIÓN

Hay acciones magnificas como poner encima del escritorio internacional la paz de Colombia, tanto que unos políticos de cara rosada ya lo promueven desde Londres para el Nobel de Paz antes de hacer la paz. Otras acciones son buenas y bien dirigidas como el esfuerzo por ingresar a la OCDE. Algunas intermedias como la promoción de su neoliberalismo social en un mundo que no sabe a dónde ir y en donde invertir, y que lo acogen por su entusiasmo con los TLC y por su laxitud con la inversión extranjera. Pero también hay decisiones flacas, como el intento que hizo en la Cumbre de las Américas de convertirse en país visagra entre los dos grandes bloques económicos del continente, un pantalón que le quedó largo y ancho. O el intento de convertirse en el tercer jugador continental, cuando via Capriles, alborotó las relaciones con Venezuela.

En una América Latina fragmentada y dividida a la luz del poderío hegemónico de Estados Unidos, hay países que hacen el juego para que no pierda de vista el patio trasero, es también una apuesta de la agenda internacional colombiana.

Al día siguiente de despedir a sus colegas de la Alianza del Pacífico, Santos recibe durante dos días al Vicepresidente Biden que luego iría a Brasilia. Un día después, alguno de sus asesores le puso a Capriles en la casa de Nariño, y a los pocos días recibe al expresidente Lula para validar su programa contra la pobreza, donde éste le recordó que los pobres no quieren favores sino oportunidades. Pongamos en contexto estos episodios.

Santos, alfil de las Américas


La Alianza del Pacífico, reencauche del Consenso de Washington, no es un proyecto de integración para el desarrollo, sino para el libre comercio de bienes, servicios y personas, con alguna actividad en educación y en investigación.

Luego vino la polémica visita de Capriles. Dos errores de ese episodio que armó la primera escaramuza con Maduro. Santos le preguntó antes de que si habría problema en recibir al líder de la oposición. Maduro le dice que no, porque no tenía como decirle otra cosa.

El primer error fue recibirlo cuando se está haciendo el reconteo electoral rebasando la decisión de la UNASUR que reconoció a Maduro y de la cual hizo parte y fue proactivo Santos, y con la paz de por medio por ser uno de los países garantes.

El otro error lo cometió Capriles, cuando en alguna rueda de prensa dijo que durante hora y media habían revisado uno a uno los problemas de Venezuela. Qué torpe. Salida en falso que desencadenó la respuesta de Maduro. A los dos se los olvidó que el heredero de Chávez fue durante seis años canciller y canciller de un país que sabe jugar más que Colombia en la geopolítica mundial por ser un gran productor de petróleo. Después de esta metida de pata nadie recibe a Capriles, ni siquiera John Kerry.

Por supuesto que de dientes para fuera todo colombiano con acceso a micrófono, pantalla o medio escrito, defendió a Santos con el argumento de que un mandatario es libre de recibir a quien quiera. Sin embargo, quienes tenemos alguna idea de como es el escenario global, no todos los presidentes se reúnen con todos, hay algunos que nunca se hablan ni se conocen porque nada los convoca, hay otros que ni se buscan ni se encuentran porque están en campos ideológicos y geográficos tan distintos que nada los impulsa a encontrarse, hay otros que conversan con frecuencia y se reúnen porque tienen intereses comunes. A veces hay distancias geopolíticas pero acuerdos geoestratégicos. En síntesis, no todos los mandatari@s se reúnen ni tod@s tienen libertad geopolítica y geoestratégica para reunirse con otr@s.

El siguiente round vino después con el anuncio impreciso de Santos de una solicitud de ingreso de Colombia como miembro pleno de la OTAN. Ya sabemos cómo su propio Ministro de Defensa se encargó de aclarar que lo que había querido decir el Presidente era otra cosa. Pero, usar el término incorrecto, desencadenó la siguiente reacción de Maduro, Ortega y Evo, y el silencio de los demás presidentes de la región, destacándose el silencio de Correa.

Al final los canales diplomáticos hicieron su papel, y el asunto parece superado. Además, ya tuvieron sus primeros acercamientos el Secretario de Estado John Kerry y el canciller Jagua, para mejorar las malas relaciones entre Washington y Caracas. Incluso, en el rifirrafe entre los dos países, Maduro no hizo alusión a Estados Unidos, sino que habló de una conspiración orquestada desde Bogotá. Que en todo esto hubo movimientos pensados para sondear el talante y respuestas de Maduro, los hubo. Y que Santos fue el alfil, no cabe la menor duda.

Aprendiendo a ser jugador global

La supuesta división en el poder del gobierno venezolano, no se vio. Maduro, Cabello y Jagua, se vieron unidos y rodeados de las fuerzas militares. Ya se conoce cuál es el talante de Maduro y su tipo de respuesta, que además son estimuladas para solapar la grave crisis económica que será el fin de la aventura del socialismo del siglo XXI, sino gira ya y de manera clara a un modelo como el de Brasil, Ecuador o del Chile de la Concertación.

Todo parece que la paz de Colombia ya no pasa por Caracas. Cada vez se acercan más los equipos negociadores. Y en la medida que el proceso avance, terceros actores serán menos importantes. Pero, si el episodio derivado de la visita de Capriles fue para aislar a las FARC de agentes internacionales con el fin de acelerar las negociaciones de cara a la reelección, fue un movimiento desafortunado por lo recién dicho: si los negociadores de ambas partes están avanzando ¿por qué generar un ruido innecesario?

En ese mismo sentido, qué intensión tuvo lo de la OTAN en medio de la negociación de la paz. Lo único que se me ocurre es para ocupar los 450.000 miembros de las fuerzas de seguridad del estado colombiano, un número que gradualmente se deberá desmontar hasta unos 250.000 efectivos cuando la paz se afirme en los siguientes diez años.

Entonces, todo ha sido un manojo de idas y venidas que parecen no tener un cuerpo coherente de acciones geopolíticas – pensadas sí pero algunas mal ejecutadas -, sino mediadas por el afán de estar en los medios, porque Santos y Colombia como presidente y como nación, necesitan estructurar y cimentar un proceso de desarrollo que le dé a Colombia protagonismo real y permanente como alfil continental, porque nunca será ni rey ni reina, ni una de las dos torres. Hay que poner los pies en la tierra y la cabeza en la paz y en el desarrollo. Luego vendrán los años para ser figura global.