Seguir pagando la universidad a los 60 años: el lado oscuro del sueño americano

EEUU ha acumulado una deuda universitaria de 1.300 billones. La tradicional creencia americana de que invertir decenas de miles de dólares para estudiar una carrera merece la pena se tambalea.

A medida que crecen los costes de ir a la universidad y aumenta el número de estudiantes, EEUU ha acumulado una deuda universitaria de 1.300 billones de dólares. La tradicional creencia americana de que invertir decenas de miles de dólares (y endeudarse casi de por vida) para estudiar una carrera merece la pena empieza a tambalearse.

‘El juego de la vida’ es un clásico juego de mesa estadounidense, una especie de juego de la oca en el que los jugadores compiten por llegar a la jubilación con el mayor capital en el bolsillo mientras caen en casillas como ‘Día de nómina’, ‘Matrimonio’ o ‘¡Has tenido gemelos!’. Nada más arrancar, hay que enfrentarse a la siguiente disyuntiva: salir por “el camino de la carrera profesional” y empezar directamente eligiendo una profesión, o elegir el más largo camino “de la educación universitaria” y pagar a la banca, de entrada,200.000 dólares. Lo normal sería que ningún jugador quisiera empezar perdiendo semejante cantidad, pero hay truco: las instrucciones precisan que “las profesiones disponibles en la ruta de la universidad suelen estar mejor pagadas“.

Una regla sencilla y asumida no solo por los jugadores de ‘El juego de la vida’, sino también por la mayoría de la sociedad estadounidense: ir a la universidad vale decenas de miles de dólares, pero es una inversión imprescindible para conseguir un trabajo bien remunerado, que, a su vez, ayuda a pagar esa deuda. Y así, las familias no solo empiezan a ahorrar cuando los niños aún no van a la guardería, sino que es totalmente habitual recurrir a préstamos bancarios para enfrentarse a una inversión tan asimilada como la de una hipoteca para comprar una casa. Pero algo no está yendo bien. Tras décadas de aplicar este sistema, la deuda universitaria asciende a día de hoy en EEUU de 1.300 billones de dólares.

No solo la cantidad es alarmante sino que, por fuerza, los impagos también han empezado a crecer. Según los últimos datos de la Reserva Federal Estadounidense, hay un 11,7% de personas con atrasos en sus pagos de más de 90 días (el 8,5% en 2011). De los 40 millones de americanos que están pagando algún tipo de préstamo, dos millones de mayores de 60 años aún siguen pagando su préstamo (un 5% de ellos directamente lo abona del cheque que reciben de la Seguridad Social).

“Las tasas universitarias han subido mucho en esta última década, sobre todo porque, en el caso de las universidades públicas, la crisis ha hecho que el Gobierno dé menos becas y ayude menos financieramente a estas instituciones. En consecuencia, las universidades han tenido que subir las tasas, y más gente ha necesitado pedir préstamos más elevados para poder estudiar”, explica Mark Kantrowitz, consultor dedicado a la deuda universitaria desde hace décadas. Mientras el número de matriculados en las universidades estadounidenses ascendía un 24%, de 16,6 millones a 20,6 millones, entre 2002 y 2012, las tasas no han dejado de subir a razón de un 66% en las universidades públicas y un 49% en las privadas.

Estudiar una carrera universitaria cuesta una media de 32.405 dólares al añoen una universidad privada o 9.410 en una pública (si el alumno va a la universidad pública de su estado de residencia, si se desplaza a otro ya asciende a 23.893 dólares por año). Estas cifras ‘medias’ palidecen frente a los costes de algunas de las carreras más caras en EEUU, como derecho en el Trinity College de Connecticut (308.000 dólares) o Columbia en Nueva York (unmáster en empresariales puede costar 317.000 dólares). Pero, en general, más de 50 universidades de EEUU tienen tasas y matrículas ya por encima de los 60.000 dólares al año. Según Bloomberg, desde 1978 el aumento del coste de ir a la universidad ha sido del 1.225%. En la última encuesta de Gallup, los padres colocaron a la cabeza de la lista de sus preocupaciones financieras el coste de la educación de sus hijos.

La media de deuda para cada estudiante ha ascendido de 18.650 dólares por el total de la educación universitaria a 28.000, según el ‘think-tank’ TICAS, (un aumento del 56%, más del doble que la inflación). Y eso sin contar los estudiantes que no llegan a licenciarse, pero han contraído la deuda y no pueden ya escapar de ella. Mientras tanto, los salarios se han estancado en una media de 48.000 dólares al año de salario base para un licenciado (en 2008, eran 49.000). El mismo estudio indica que siete de cada 10 alumnos de universidades estatales o “sin ánimo de lucro” piden préstamos parar pagar su educación, y una sexta parte de ellos recurren a préstamos privados, más caros y menos flexibles que los ofrecidos por el Gobierno.

¿Mecere la pena?


Una tendencia exacerbada por la propia crisis, no solo porque ha reducido la inversión gubernamental en educación superior, sino porque precisamente las dificultades de encontrar trabajo han empujado a más gente a estudiar una carrera. “Al mismo tiempo que el coste de ir a la universidad subía (y no solo las propias tasas sino, sobre todo, el coste de la vida en un campus universitario, la estancia y manutención), ha habido muchos jóvenes que han optado por una carrera universitaria ante un panorama difícil en el mercado laboral. Era muy difícil ponerse a trabajar directamente, y han preferido endeudarse con la esperanza de encontrar mejores trabajos como licenciados”, explica María Eugenia Alcon-Heraux, de The College Board, una institución que además de investigar las tendencias en la educación superior se ocupa de diseñar, por ejemplo, los exámenes de acceso, los famosos SAT.

Resultado: jóvenes que comienzan su vida adulta con una terrible carga a sus espaldas, trabajos supuestamente mejor pagados que no se materializan (según la Fed, casi el 9% de los licenciados menores de 25 años no tiene trabajo), imposibilidad o un retraso importante en la edad de casarse o tener hijos, y seis millones de estadounidenses que viven todavía con sus padres entre los 25 y 34 años (en 2007 eran 4,7 millones). El tradicional rito de paso estadounidense por el que un adolescente, terminado el instituto, empaqueta sus cosas y deja la casa familiar empieza a tambalearse. Según un último estudio de Wells Fargo, una tercera parte de los jóvenes de la generación del milenio (entre 22 y 32 años) asegura que, de poder volver atrás,hubiera preferido no estudiar una carrera. Al mismo tiempo, aumenta la percepción de que grandes compañías tecnológicas como Google o Amazon se fijan cada vez menos en si el candidato tiene o no carrera universitaria.

El propio ‘New Yorker’ cuestionaba recientemente la supuesta idoneidad de la inversión en una carrera y mencionaba un estudio de 2012 de PayScale para la revista ‘Businessweek’, según el cual licenciados de unas 200 universidadesno conseguían nunca un trabajo que compensase la inversión inicial (aunque la revista añadía que no todo es medible en cifras y que la carrera universitaria no es solo una inversión económica).

Puntos en común con las ‘subprime’


El premio Nobel de economía Joseph Stigliz escribía sobre la crisis de la deuda universitaria recientemente en el ‘New York Times’, lamentando ese drama “ya habitual” en la vida de los estadounidenses por el cual las personas menos preparadas financieramente y con menos recursos se ven envueltas en préstamos (sean hipotecas o tasas universitarias) muy por encima de su capacidad y acaban peor de como empezaron. El lado oscuro, la cruz del sueño americano.

No ha faltado, durante las últimas décadas, quien se beneficiara de esa promesa igualitaria de poder estudiar una carrera donde uno quiera venga de donde venga. A principios de los noventa, una investigación en el Congreso descubrió que algunas de las miles de instituciones privadas que han surgido en EEUU a lo largo de las últimas décadas (actualmente se calcula que un 10% de los universitarios estadounidenses acude a un centro privado) convencían a gente en las colas de la seguridad social para que estudiasen una carrera aceptando préstamos imposibles, que se quedaban impagados. Que los estudiantes terminaran o no la carrera, o que pudieran o no pagar sus deudas, preocupaba muy poco a estos centros. Nadie les iba a reclamar devolver el dinero de las tasas y gastos pagados con esos préstamos. Aquel escándalo propició la aprobación de una ley que exige que todas las instituciones de educación superior publiquen datos sobre el número de alumnos que piden préstamos y el porcentaje de impagos. Tras la aprobación de esta ley, hasta 1.500 universidades privadas fueron penalizadas por incumplir los porcentajes permitidos de impago de deuda en sus licenciados y expulsadas del sistema federal de ayudas.

Son familias que ya no pueden hacer ese esfuerzo, que cambian una carrera de cuatro años por una de dos, o por ninguna. Estamos echando de la universidad a los estudiantes con menos medios”El problema no es tanto pedir un préstamo como no tener en cuenta la letra pequeña, no ser consciente de lo que uno está firmando”, explica Alcon-Heraux, confirmando que la crisis de la deuda universitaria tiene muchos puntos en común con la de las famosas hipotecas ‘subprime’. Padres que respaldan los préstamos de sus hijos sin fijarse en las exigencias de los pagos. Jóvenes que piden préstamos por un valor muy superior a lo que pueden aspirar a cobrar de salario en su primer año fuera de la universidad. “Hace falta más educación financiera y calcular pormenorizadamente todos los factores. No puedes pedir un préstamo de 100.000 dólares si te vas a licenciar en una profesión que paga 40.000”.

¿Va a bajar el número de estudiantes universitarios en los próximos años? “Es verdad que la gente joven ha visto que muchos de los que se graduaron antes en 2008 y 2009 acabaron en Starbucks, por culpa de la crisis. Pero sigue siendo necesario estudiar una carrera para conseguir un buen trabajo; está comprobado que ganas más dinero con una licenciatura. Simplemente hay que endeudarse lo menos posible. Calcular lo que uno aspira a ganar de sueldo al licenciarse y no endeudarse por más de esa cantidad. Y hay otras maneras de reducir los costes. Ir a una universidad más cercana, hacer dos años de Comunity College (formación profesional) mientras vives con tu familia para transferirte luego a un programa de cuatro años”.

En ese sentido, estudios hechos por el Pew Reaserch mantienen que para la mayoría de la sociedad la educación universitaria todavía es una inversión que merece la pena: de media, los licenciados universitarios ganan 18.000 dólares al año más que los graduados en formación profesional y en carreras técnicas de dos años, o 20.000 dólares más que los que no han ido a la universidad. Además, en otras cuestiones no exclusivamente financieras, el grado desatisfacción general con su vida adulta y satisfacción con la profesión que se desarrolla es sensiblemente más elevado. Sin embargo, el porcentaje de los que aseguran ver resultados tangibles de su inversión en educación superior ha descendido del 88% en la generación X (nacidos en los setenta, hijos de la generación del ‘baby boom’ en EEUU) al 62% en los del milenio.

“No creo que vaya a haber un descenso significativo de estudiantes universitarios”, coincide Mark Kantrowitz, “Pero, desgraciadamente, esta crisis ha afectado sobre todo a las personas con bajos ingresos. Y lo que está pasando está provocando una caída importante de matriculaciones universitarias por parte del sector de la población con menos medios económicos. Son familias que ya no se ven capaces de hacer ese esfuerzo, que cambian una carrera de cuatro años por una de dos, o por ninguna directamente. Estamos echando a los estudiantes con menos medios de la universidad. Hasta que no haya un cambio radical de actitud y se priorice la educación universitaria por parte del Gobierno, esto no puede mejorar. Pero no veo síntomas de ese cambio”.