Seis trucos sorprendentes para aliviar cualquier dolor

Si te haces una herida, tendrás que curarla para que el cerebro deje de avisarte de que algo va mal haciendo que sufras pero, mientras, puedes engañarle para que te duela menos

Si nos dieran la posibilidad de eliminar el dolor de nuestra vida aceptaríamos sin dudarlo. Craso error. El dolor no es más que una señal producida por nuestro sistema nervioso para indicarnos que estamos sufriendo algún daño: las heridas no duelen por capricho, duelen para que nos demos cuenta de que las tenemos y hagamos algo para que no vayan a más. A nadie le gusta sufrir, pero sin dolor nuestra vida sería mucho más complicada (y corta).

Los receptores del dolor, o nociceptores, son un elemento esencial para la supervivencia. Los humanos que son insensibles al dolor tienen lesiones constantemente (porque nada les avisa cuando, por ejemplo, adoptan una posición corporal errónea) y cualquier animal que tiene dañada la habilidad para percibir el dolor acaba muerto en cuestión de horas.

El dolor no existe más allá de nuestro sistema nervioso. Es una experiencia sensorial y emocional, por lo que hay, básicamente, dos formas de aliviarla: acabando con aquellas fuentes del dolor (cualquier cosa que desate la alarma en nuestro cerebro) o incidiendo directamente en el sistema nervioso para que no desate los mecanismos que desatan este.

Si te haces una herida, tendrás que curarla para que el cerebro deje de avisarte de que algo va mal haciendo que sufras pero, mientras, puedes engañarle para que te duela menos. Es esto lo que hacemos cuando tomamos un analgésico, la familia de medicamentos que actúan sobre el sistema nervioso para reducir el dolor. Pero hay otro tipo de técnicas, complementarias a la medicación, que pueden ayudarte a aliviar un dolor sin apenas esfuerzo.

1. Cruza los dedos

Suena ridículo, pero no lo es. En un experimento llevado a cabo por el Instituto de Neurociencia Cognifiva de la University College London se aplicó una pequeña sensación de quemazón en los dedos de un grupo de personas. Los investigadores constataron que al cruzar los dedos se re reducía notablemente la sensación de dolor.

¿Por qué ocurre esto? Como explican los autores del estudio, publicado recientemente en la revista Current Biology, el dolor es una señal que indica el lugar donde algo está fallando; al cruzar nuestro dedos confundimos al cerebro, que no sabe bien en qué lugar hacer que sientas dolor, por lo que este se reduce.

Este mecanismo no funciona sólo con los dedos, sino también con cualquier extremidad. Una investigación anterior, publicada en la revista Pain, mostró que al sufrir un golpe o quemadura en la mano o el brazo basta cruzar las extremidades para que éste se reduzca.

2. Dormir

Según un estudio publicado en la revista Sleep, para resistir el dolor basta con dormir más. Los científicos son contundentes al respecto: dormir 10 horas, dos más de lo recomendado, es más efectivo para paliar el dolor que la codeína, uno de los analgésicos más potentes que pueden encontrarse en una farmacia.

La relación del sueño con el dolor funciona en ambas direcciones: la gente que duerme menos de lo que debiera es más sensible al dolor que aquellos que duermen las ocho horas recomendadas.

3. Escuchar tu disco favorito

Según desveló en un estudio Christine Hsieh, psiquiatra de la Harvard Medical School, nuestra música favorita puede ayudarnos a paliar el dolor. En su experimento los participantes recibieron una quemadura para que sintieran dolor y fueron separados en tres grupos: aquellos que escucharon su música favorita aseguraron sentir menos dolor que aquellos a los que se les pusieron sonidos no musicales y los que no escucharon nada.

Según explican los autores en el estudio, la música que nos gusta activa los centros del placer, especialmente el núcleo accumbes, y tiene un efecto analgésico.

4. Pensar que el dolor tiene algún beneficio

En la mayoría de ocasiones no podemos seguir esta estrategia, pues nos cuesta ver el dolor como algo positivo, pero lo cierto es que cuándo lo es, lo sufrimos de otra forma. En 1956 el anestesista Henry Beecher, uno de los pioneros en el estudio del efecto placebo, descubrió que el dolor era percibido de forma muy distinta entre los soldados y los civiles, con lesiones idénticas, y los segundos solicitaban muchos más analgésicos que los primeros.

Esto se debía, según Beecher, a que los soldados veían su traumatismo como algo positivo, pues les permitía alejarse del frente y permanecer a salvo. Sin embargo, par las civiles, sus heridas sólo traían cosas negativas: no podían trabajar, estaban encerrados en el hospital. Así que, la próxima vez que estés de baja, piensa que al menos no tienes que ir a trabajar: si odias estar en la oficina, tu dolor, probablemente, disminuirá.

5. Maldecir

Decir palabrotas es algo habitual cuando sentimos un dolor pero lo curioso es que de verdad nos ayuda a aliviar este. Según un estudio dirigido por el doctor Richard Stephens, profesor de psicología en la Keele University, las personas aguantamos mejor el dolor cuando podemos insultar en voz alta.

El psicólogo pidió a los participantes en su experimento que introdujeran su mano en un recipiente de agua helada: aquellos del grupo en que se podía insultar aguantaron mucho más tiempo (40 segundos más, de media) y sufrieron menos. “Parece que existe una razón para el desarrollo de estas palabras en todos los idiomas”, aseguró Stephens en la nota de presentación del experimento.

6. Amar

Al igual que la música, el amor activa los centros del placer del cerebro –como el núcleo accumbens–, lo que tiene un efecto analgésico. El doctor Sean Mackey, profesor de neurología en la Escuela de Medicina de Standford, comprobó que las personas enamoradas sentían un menor dolor con sólo observar una fotografía de sus seres queridos.

Según explica Mackey en su estudio, publicado en Plos One, “la analgesia inducida por el amor está asociada con los centros de recompensa del cerebro y parece implicar aspectos cerebrales más primitivos, activando estructuras profundas que podrían bloquear el dolor a un nivel espinal, de forma similar a como funcionan los analgésicos opioides”.