Se esperaba y se debe esperar mucho más de esta Colombia en el enfrentamiento contra España que acabó con un empate a dos. Si uno se atiene al resultado y hace una lectura superficial de lo que pasó en Murcia, podrá calificar de positivo el duelo. Si uno profundiza y analiza con argumentos lo vivido, el razonamiento es bien distinto: Colombia aún está lejos de los grandes.
Mientras que Colombia fue categóricamente a buscar el resultado, los locales se tomaron el partido como una práctica para engrasar la maquinaria de este nuevo proyecto de Julen Lopetegui. La evidencia se mostró en la intensidad de los nuestros en los duelos individuales. Excesiva dureza para un partido considerado amistoso.
Para Pékerman, el partido también era una prueba, pero para medir el verdadero nivel de esta Selección una vez digerido el ascenso cualitativo de estos últimos años. En Colombia había ganas de saber en qué punto del escalafón mundial se encuentra en estos momentos. El enfrentamiento contra España se antojaba como la prueba de toque perfecta para conocerlo.
En Murcia quedó una cosa clara. La Selección no está para llevar el peso del juego contra uno de estos llamados grandes. Pero tiene armas para poder hacerle daño. También talento en facetas ofensivas, pero escasos recursos para que les llegue el balón limpio a los de arriba. La presión alta que impuso España en la primera parte asfixió la creación de juego de la Tricolor. Solo bastó con que Iniesta y Koke se convirtieran en la sombra de Abel y Carlos Sánchez.
A estos ni siquiera les hizo falta sudar la gota gorda para arrebatar el esférico. Colombia se lo entregaba con facilidad una ocasión tras otra. A esto ayudó el bajo nivel que presenta Pablo Armero en la banda izquierda, el coladero de la Selección en los primeros 45 minutos sobre el que abusó España.
La cosa cambió en la segunda parte. Colombia se sintió más cómoda sobre el césped y puso en complicaciones a los locales hasta el minuto 86′. A un suspiro de darle un susto. Pero para que se llegará a este punto, se sucedieron dos goles, más fortuitos que forzados, de los nuestros. En el primero Pepe Reina le regaló el gol en bandeja a Edwin Cardona tras un clamoroso error. En el segundo sí que se le puede atribuir el mérito al gran pase de James y al vuelo sin motor que realizó Falcao sobre la zaga española con un cabezazo impecable. Pero al fin y al cabo ocurrió a balón parado. Ese tipo de jugadas en las que un equipo no necesita ser superior en el juego para llevarse el premio.
Si Colombia es inteligente, se tomará este empate contra España como una prueba más de las múltiples falencias que arrastra este equipo desde el gran papel del Mundial de Brasil. Hay debilidades en defensa, sobre todo por un sector izquierdo que es un quebradero de cabeza para Pékerman. Hace falta arropar más a James, buscarle más socios en el campo que no lo obliguen partido a partido a bajar más atrás del medio para buscar el esférico. Los de arriba explotan su talento con espacios y desaparecen en el juego estático. Es necesario potenciar las virtudes y esconder al máximo las deficiencias. Toda lectura contraria a esta, será errónea. Significará que no hemos aprendido nada y seguimos en el mismo lugar de antes de Brasil.