Real Madrid está en cuartos de la Champions gracias a una nueva aparición divina de su capitán Sergio Ramos. Su doblete dio vuelta al gol inicial de Mertens en una primera mitad en la que el miedo escénico del San Paolo le devoró de arriba a abajo. Morata, ya en el descuento, pegó la puntilla callando al público napolitano con el último tanto.
Si en su día Casillas se ganó entre el madridismo el sobrenombre de ‘Santo’, a Ramos deberían ponerle en el Olimpo de los dioses. El capitán del Real Madrid fue el héroe en el coliseo napolitano donde el Madrid sufrió el pánico escénico que acostumbra en sus noches oscuras de Europa. El defensa blanco se tomará un partido en serio de cada diez, pero cuando se levanta con el pie derecho es capaz de cambiar el destino de la batalla.
El Madrid padeció todos sus males recientes en la primera mitad. Naufragó en el primer round del duelo en defensa, en ataque, en la zona de creación y en la zona de destrucción. Todo se le torció en un primer periodo en el que de haber apretado un pocos más el local, podría haber exprimido un mejor premio. El Madrid no encontró su centro del campo. Hasta Casemiro quedó retratado en el césped de San Paolo. Desubicado como no se le había visto en mucho tiempo.
El Napoli metió el miedo en el cuerpo con el gol de Mertens. Con 66 minutos por delante, tan solo le hacía falta un gol a los italianos para sacar al campeón de la Champions. Insigne probó la inseguridad de Navas en los últimos partidos, pero el arquero costarricense respondió con autoridad ante el asedio local. Hamsik gozó de otra ocasión de oro, pero se le apagaron las luces cuando encaraba al portero merengue.
Solo al filo del descanso, el Madrid superó los apuros y se acercó con una oportunidad desperdiciada de Ronaldo, que estrelló la pelota en el palo después de haber salvado a reina con un amago.
Nadie sabe qué le habrá dicho Zidane en el entretiempo a Ramos. El técnico blanco debió darle la consigna a él solo. No hacía falta más porque él mismo se bastó para dar la vuelta las cartas en la batalla. Sus dos cabezazos ponían en ventaja a los suyos y hacían imposible la remontada napolitana. En el Madrid contarán algún día sus gestas de los últimos años en Europa y le hablarán a los niños de un héroe que aparecía en los momentos más oscuros de la contienda, cuando todo parecía perdido.
El Napoli no se resignó al milagro, pero ya cualquier intento era inútil. Zidane dio oxígeno a los iniciales, pero se olvidó una vez más de James. Costumbre habitual en los momentos en los que quiere cerrar el partido y prefiere recurrir a las piernas incansables de Lucas Vázquez o a la posesiónde Isco.
Con el tiempo casi cumplido llegó la estocada de Morata. Alguna tendrían guardada el canterano merengue y el público napolitano de su pasado en la Juve. Tras rematar con potencia un rechazo de Reina al disparo de Cristiano, mandó callar a los presentes con un gesto que será recordado en el San Paolo.
El campeón respondió con autoridad, con su mejor guerrero de nuevo al mando. La cabeza de Ramos volvió a ser la salvadora de Zidane en la difícil noche de Italia. No será bueno que se acostumbren, llegan a cuartos y en algún momento la divina testa del capitán dejará de hacer milagros.