Sigue el debate sobre la desigualdad social en Suecia

La oleada de disturbios que se ha extendido esta semana por la periferia de Estocolmo ha generado un intenso debate en Suecia sobre la creciente desigualdad social y económica y la marginación de los suburbios en un país considerado uno de los paradigmas del Estado de bienestar.

Coches, restaurantes, escuelas, comisarías y mobiliario urbano han sido incendiados en una veintena de barrios a las afueras de la capital, con una magnitud que recuerda a los altercados de hace cuatro años en Malmö, en el sur de Suecia.

Aunque, según la policía, la intensidad de los incidentes se ha reducido de forma progresiva, se han ido expandiendo, y esta madrugada afectaron a Örebro y Linköping, fuera del área metropolitana de la capital, donde viven más de dos millones de personas.

La Policía de Estocolmo, que ha recibido refuerzos del resto del país, ha detenido a más de veinte personas esta semana, la mayoría jóvenes, aunque solo una ha pasado de momento a prisión preventiva.

Las autoridades suecas descartan que sean grupos organizados y creo que se trata de pandillas que surgen de forma espontánea y se inspiran unas a otras en los distintos suburbios que tienen en común una alta concentración de población inmigrante y problemas sociales.

Ese es el caso de Husby, un barrio de 12.000 habitantes al oeste de Estocolmo donde comenzaron los primeros disturbios la noche del domingo, días después de que un inmigrante con problemas psíquicos murió por disparos de la policía en su apartamento, en un incidente que ha motivado la apertura de una investigación interna.

Aun reconociendo la marginalidad de los suburbios, el Gobierno ha encarado la cuestión como un problema de orden público.

“Me irritan mucho quienes intentan convertir a los lanzapiedras en portavoces de Husby u otros suburbios”, ha dicho el ministro de Integración, Erik Ulenhag, que ha defendido una mayor presencia policial en la periferia de Estocolmo.

La oposición ha pedido responsabilidades políticas al Gobierno, aludiendo a los recortes sociales de los últimos siete años, acusaciones negadas por el primer ministro, el conservador Fredrik Reinfeldt, quien tardó casi dos días en pronunciarse.

Reinfeldt ha rechazado que exista una Suecia segregada, tachando de oportunista a la oposición y trazando una línea clara entre los “hooligans” y “nuestros héroes”, los vecinos que se han manifestado estos días en varios barrios a favor de la calma.

Lo que Reinfeldt ha obviado es que buena parte de esos vecinos también han protestado por la marginalidad que sufren, reflejada en que en algunos de los suburbios la proporción de jóvenes de entre 20 y 25 años que ni estudian ni trabajan llega hasta el 40 %.

Un informe publicado recientemente por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) muestra que Suecia es el país de la zona donde la pobreza relativa aumentó más entre 1995 y 2010.

La política liberal del Gobierno de Reinfeldt de recorte del gasto público y las prestaciones sociales, acompañada de una rebaja de impuestos, sobre todo a las empresas, ha ofrecido buenas cifras macroeconómicas, pero ha hecho crecer el paro -ahora en el 8,7 %, una cifra alta para Suecia- y la desigualdad.

Mientras mejor el bienestar en la parte alta de la sociedad, se estanca en los suburbios, estableciendo diferencias “crecientes” y “chocantes” en las grandes urbes, como destacó estos días en una crónica en el diario conservador “Svenska Dagbladet” Ove Sernhede, del Centro de Estudios Urbanos de la Universidad de Gotemburgo.

Save the Children, que trabaja en la periferia de Estocolmo, ha vinculado la revuelta con la “frustración creciente” por el paro y la pobreza, consecuencia de “una política de empleo deficiente y la escasez de recursos para las escuelas y los servicios sociales”, en palabras de su máxima representante en Suecia, Elisabeth Dahlin.

Y el presidente de la Confederación de Empresarios Suecos, Jens Spendrup, ha admitido que el paro “es casi la única explicación”.

Organizaciones que trabajan en la zona como Megafon han criticado a medios y políticos por “demonizar” a los jóvenes y por ocultar la marginación y la falta de esperanza que padecen, a la vez que han denunciado brutalidad policial e insultos racistas de los agentes.

“Se remonta a mucho tiempo atrás. Se trata de pequeños conflictos con la policía. Allá donde vas te registran. Te sientes como una persona perseguida”, confesaba al informativo de anoche de la televisión pública “SVT” Hussein Alasadi, un joven de Tensta.

Su testimonio coincide con el de otros jóvenes anónimos que han aparecido en los medios suecos, hartos de “humillaciones” y que defienden la quema de coches como una forma de hacer oír su voz.

Con EFE