Su extraño patriotismo arraigado en la doctrina de la cultura ciudadana ha llegado a calar hondo hasta alcanzar más de tres millones de votos en las elecciones para presidente del año 2010.
La tuberculosis de Alfonsas Mockus hizo que su familia llegara a Colombia. Su esposa, Nijole Šivickas de Mockus, dedicada a las artes plásticas, engendró a un colombiano más que particular: Antanas Mockus. Su extraño patriotismo arraigado en la doctrina de la cultura ciudadana ha llegado a calar hondo hasta alcanzar más de tres millones de votos en las elecciones para presidente del año 2010.
El exrector de la Universidad Nacional, dos veces alcalde de la ciudad de Bogotá y candidato presidencial describió el valor de ser colombiano desde sus padres lituanos hasta su inagotable defensa por la bandera de Colombia.
“Creo que mis padres fueron beneficiarios de una acogida muy generosa. Colombia ha tenido poca migración, tal vez por eso trata muy bien a la gente que llega de otra parte del mundo. Lo más importante era que mi padre estaba enfermo, tenía tuberculosis y Colombia lo recibió. Parte de lo que aprendí de ellos, como dice el dicho, no se le puede echar la culpa a la vaca. Este adagio describe un poco jocosamente la afición nuestra de evadir responsabilidades para traspasarlas a otra persona.
Siempre he defendido la bandera. Cuando estaba en mi último año de bachillerato, los compañeros miraban muy despectivamente la izada de bandera. Pero cuando me tocó el turno de izarla, tuve la oportunidad para defenderla. Preparé un discurso que empezaba con un insulto a la bandera, luego me quedé mudo mientras el auditorio se estaba pasmado. Luego arrancaba con otro insulto durísimo contra toda la gente por haber dejado insular la bandera.
Otro ejemplo del apego a mi país y la relación con mis padres y Lituania me ocurrió en un grupo de baile en Cartagena, en una fiesta organizada por el Icfes, yo había sido invitado por mi condición de vicerrector y bailé tres mapalés seguidos. Me rodeaban ‘sardinas’ que bailaban muy bien, entonces me sentí retado. Si ellas movían los pies 10 veces en cinco segundos yo tenía que hacer lo mismo. Cuando terminé quedé acezando, no podía bajar el ritmo de la respiración, incluso me alcancé a angustiar. Me despedí con señas, me subí en un taxi rumbo a donde me estaba quedando, llegué al cuarto del hotel como pude, llené la tina con agua tibia y dije: si me muero aquí, por lo menos me muero feliz. Entonces, parte de lo que me enseñaron mis padres es que la sensualidad de los bailes colombianos, dejaba a los bailes lituanos en la cola, de últimos.
Pero la lección más grande de patriotismos colombiano me la ha dado un lituano que fue jefe de mi papá en la empresa de ingeniería en la que trabajaban. Ese señor, el día en que estaba recién graduado de la maestría de Filosofía, me preguntó que a qué me dedicaba. Yo le respondí con mucho orgullo que estaba investigando, que acababa de terminar mi curso laureado de filosofía. Luego de oír mi respuesta me respondió: si va a investigar lárguese ya para Londres, Oxford, Boston, Nueva York; allá sí hacen investigación de punta. Si se queda en Colombia haga algo por este país”.