Stephen King reabre su guerra contra Stanley Kubrick

El protagonista de El resplandor se llamaba Jack Torrance. Tanto en el libro (Stephen King, 1977) como en la película (Stanley Kubrick, 1980). A partir de ahí, arrancan las discrepancias. Hace unas semanas, Stephen King aprovechó la gira de promoción de su secuela de El resplandor (Doctor sueño, que acaba de publicar Plaza y Janés) para volver a cargar contra la adaptación de Kubrick.

El novelista estadounidense lleva despotricando contra la película desde que se estrenó -ha dicho que es la única de las adaptaciones de sus libros que “odia”- pero ahora ha sacado a la palestra nuevos agravios a cuenta del personaje interpretado por Shelley Duvall. “Es uno de los roles más misóginos vistos nunca en una película. Su función consiste básicamente en gritar y portarse como una estúpida”.

La polémica volvió a atizarse hace unos días con un invitado sorpresa, el director canadiense David Cronenberg, que criticó la visión de Kubrick sin medias tintas. “No es una gran película. Creo que Kubrick no entendió el género de terror. Creo que no sabía lo que estaba haciendo”. Cronenberg aseguró también que uno de los problemas de Kubrick es que estaba demasiado pendiente de hacer un producto “comercial”.

Digamos que Kubrick se tomó una serie de libertades con la historia original que se le indigestaron a King. ¿Pique entre divas de la cultura estadounidense? Puede ser. De hecho, hay quién cree que que Kubrick le mandó un perverso recadito a King a través de las imágenes del filme. Atentos:

Jack Torrance conducía un Volswagen Escarabajo rojo en la novela. Kubrick decidió que Torrance, interpretado por un desaforado Jack Nicholson, condujera el mismo modelo, pero de color amarillo. ¿No les parece suficiente afrenta? Pues escuchen esto: En una de las escenas aparece, sin venir a cuento, un Volswagen Escarabajo rojo destrozado tras un accidente de tráfico. ¿Se trata de un bofetón a King para que se enterará de quién mandaba allí o nos estamos pasando de paranoicos?

Las casualidades no existen

Puede que todo fuera una casualidad, salvo que hay quien cree que las casualidades no existen en el cine de Kubrick, dado su carácter perfeccionista, maniático y obsesivo. La sospecha permanente sobre las intenciones del director ha alcanzado ya la categoría de mito subcultural. La ecuación es la siguiente: Si a la tendencia de Kubrick a no dar puntada sin hilo le sumamos que no le gustaba explicar los enigmas de sus películas, tenemos como resultado la creación de una gigantesca industria de teorías alternativas sobre su obra.


King acusó en 1980 a Kubrick de adulterar el significado de su novela, pero la pesadilla no había hecho más que empezar. Tres décadas después, el libro y su secuela han sido fagocitados por la película. King ya no puede quitarse de encima a Kubrick por mucho que lo desacredite.

Pero lo más irónico de todo es que las derivas propuestas por Kubrick en El resplandor, que tanto irritaron a Stephen King y a David Cronenberg, escaparon también al control del director. Las interpretaciones populares del filme se han convertido en un género en sí mismo que trasciende tanto la polémica Kubrick/King como el sentido original de la novela y de la película.

En efecto, no hay filme con más interpretaciones diferentes que El resplandor. O quizás sí: 2001. Una odisea del espacio(Stanley Kubrick, 1968). Lo que es seguro es que ninguna película de la historia puede competir con El resplandor en número de significados alternativos delirantes. Hasta el punto de que existe un documental –Room 237 (Rodney Ascher, 2012)- que versa única y exclusivamente sobre la semiótica disparatada que envuelve al filme de Kubrick.

Room 237, estrenado hace unos meses en EEUU, da voz a una serie de historiadores y aficionados con teorías descabelladas basadas en una atención maniaca por detalles aparentemente insignificantes de El resplandor.Como si Kubrick hubiera ido dejando pistas ocultas que es necesario sacar a la luz.



Hay quien cree, por ejemplo, que El resplandor va en realidad sobre el Holocausto judío. ¿Pruebas? La máquina de escribir de Jack Torrance, que juega un papel icónico, no sólo es alemana sino de la marca Adler (“águila” en alemán), “animal símbolo de la Alemania nazi”. Además, el niño del filme, el mítico Danny, mundialmente conocido por sus paseos en triciclo por los pasillos del fantasmagórico hotel Overlook, viste un jersey donde aparece el número 42, “el año en que se inició el Holocausto”, según explica el historiador que defiende esta pintoresca teoría.

Si todo esto no les parece suficientemente delirante, esperen a escuchar el resto. El resplandor sería también la película en la que Kubrick reconoció que la llegada del hombre a la Luna fue un montaje. Como lo oyen. Se trata, en efecto, de una vuelta de tuerca a una de las teorías conspirativas más populares del siglo XX: las imágenes de Neil Armstrong pisando el satélite las habría cocinado Kubrick en un plató clandestino de televisión. Once años después, arrepentido por haber participado en este montaje propagandístico de las autoridades estadounidenses, Kubrick rodaría El resplandor para desvelar la farsa lunarvía pistas ocultas.

La Sábana Santa de Stanley Kubrick



La clave está aquí, otra vez, en el análisis de las sudaderas del pequeño Danny, convertidas en la Sábana Santa del cine de Kubrick, las prendas que reflejan la verdad revelada. En la sudadera de Danny, a la que ya sólo falta que se le aplique Carbono 14, aparece un dibujo del Apollo XI, la misión espacial que llevó a EEUU a la Luna ¿Por qué Danny lleva ese jersey y no otro? ¿Por casualidad, quizás? Imposible. “No existe la arbitrariedad en los filmes de Kubrick”, se afirma en Room 237. Algo que debe dejar estupefacto a King, dado que el novelista considera que El resplandor es sobre todo una película… arbitraria.


Para rematar la función, Kubrick cambió el número de la habitación del hotel donde se desata la tragedia en la historia, lo que no hizo más que alimentar las suspicacias. ¿Por qué King le llamó la habitación 217 y Kubrick la habitación 237? Pues porque la distancia entre la Tierra y la Luna es de 237.000 millas. Otro guiño definitivo para desvelar el montaje lunar, según los amigos de la teoría de la conspiración.

En Room 237, hay incluso quien cree ver el rostro de Stanley Kubrick en las nubes que se ven al principio del filme, como si El resplandor fuera una versión cinéfila de las caras de Bélmez.

Kubrick era un director tan hermético como pretencioso. Se cuidó mucho de explicar el significado de unos filmes con ínfulas desorbitadas, dando lugar así a un alud de interpretaciones paranoicas sobre su obra. La imparable multiplicación de los significados alternativos de El resplandor vendría a ser el colmo para todos aquellos (Stephen King y David Cronenberg) que creen que estamos ante una película más bien… insignificante.

Tomado de El Confidencial