Tarde de toros, la opinión de Almudena González Barreda

No tengo un oráculo, ni una bola de cristal que me diga quién, cómo y con quién pactarán los presidenciables líderes de cada partido. Las encuestas decían que ganaría la derecha moderada, el señor Nuñez Feijoó al frente, y que se vería obligada a pactar con alguien a su lado; o con Abascal “el lobo” de la derecha más conservadora; o con Sánchez, el presidente que sale derrotado, aunque también vencedor. Así es la política en España). El resultado de ayer dejan todo abierto: desde que gobierne la derecha, que lo haga la izquierda con los independentistas… o hasta repetición de elecciones porque ninguno pueda formar gobierno.

España busca un cambio de tercio y quiere enderezar el rumbo hacia un futuro más próspero y esperanzador. No sólo es la economía lo que preocupa, es la política social, la asistencial, la laboral, la territorial, la internacional… ¡Hay tantos frentes por mejorar!

Hay una cosa que todos los candidatos tienen en común y es que son ninguno ha sobresalido en nada y todos viven por y para la política. Esta vez, entre los candidatos de las elecciones que se celebraron ayer, no había altos funcionarios del Estado, ni políticos con largas carreras en la empresa privada, ni ninguno que haya inventado nada, ni han salido al espacio o han patentado algún artefacto, no hay grandes artistas, ni gente del Cuore. Pero sí tienen algo en común: todos forman parte del mismo espectáculo.

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Suerte de capote

No sé si mis queridos lectores asisten o han asistido a una corrida de toros cuando han tenido la ocasión. Desde la Feria de abril, en Sevilla, hasta octubre, en España, las plazas y cosos se llenan de arte, bravura y afición.

De jovencita me ilusionaba participar de esta Fiesta tan nuestra, porque siempre me ha gustado observar el gentío, las mujeres, los hombres, los movimientos y las expresiones de los que asistían y también participaban. No es la gallardía del torero la que admiro, que también, sino la tarde de toros en sí. Es ese tejer la vida a fuerza de capotes y muletas, entre la tragedia y la alegría, entre la oreja de la gloria y la almohadilla del fracaso. Es ese baile de la lidia, entre la vida y la muerte, que tiene lugar entre un salvaje y un maestro. Es esa entrega del uno al otro hasta el final, y el final siempre es o de acero o de asta, sin vuelta atrás.

En los Toros, en la Fiesta, en la lidia uno encuentra infinitos paralelismos con las distintas facetas de la vida. ¿No creen?

 Tercio de Varas

Mi abuela solía ver los toros en la tele, cuando me sentaba a su lado me explica los tercios y me presentaba al picador y a los banderilleros. Sabía si el toro estaba ya listo y el torero podía cambiar el capote por la muleta y muchas veces se quejaba de la presidencia y la afición; “no saben”, “qué pronto sacan los pañuelos, no es para tanto”, decía indignada,

Mi abuelo, por su parte, me contaba que a él le gustaba verlos desde la barrera. Era un gran cirujano y atendía también la plaza de toros. Imagino su ritual en dos pasos: la preparación de la sala, dejándola pulcra, y rezar a la Virgen para encomendar a los toreros y sus cuadrillas, pediría para que no hubiera faena bajo el coso. Al mismo tiempo, los toreros se visten y echan rezos y besos al altar con estampas, piden por salvar la vida o salir a hombros o cortar del toro hasta el rabo.

Mis abuelos sabían mucho de toros, de Fiesta, de Lidia y descubrían si la tarde era buena o mala en el primer tercio.

Tercio de Banderillas

En una tarde de Fiesta no sólo los toreros pueden defraudar. El toro es clave y si no es bueno, la afición – otra de las grandes protagonistas de la tarde – puede echar a perder las ganas y la pasión del que se juega la vida. Hay plazas importantes, plazas de renombre, plazas pequeñas e insignificantes, y la muerte siempre espera.

Otro de los grandes protagonistas son los cronistas. Ellos, los que ponen negro sobre blanco, son los que dictan el relato de la tarde y siembran- en esa afición ausente en la plaza -, la idea de héroe o de fracasado.

¿Ven ahora el paralelismo entre la lidia y la vida? En política sin bravura, gallardía y empaque, sobre todo en elecciones, se juega el político ese puñado de votos que pueden llevarle o no al Congreso. En elecciones, es el espectáculo el protagonista y el relato la subida a la cumbre.

Suerte de muleta

Dejen que les hable de un torero, se llamaba Ignacio Sánchez Mejías. Era amigo de poetas y gentes del mundo de la cultura de la Generación del 27. Murió tras una cogida en el primer toro de la tarde, Granadino, en la Plaza de Manzanares (Ciudad Real), cuando hacía su reaparición un tarde de agosto a las cinco de la tarde. La muerte estuvo a su lado paciente, dos días y dejó que la gangrena invadiera su pierna.

Su gente lloró su muerte y es famosa la elegía de García Lorca, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1934), tal vez el poema taurino más famoso.

Cuando uno la lee, piensa que el torero fue un héroe, que murió en la plaza, que la cornada fue mortal… Que Sánchez Mejías era un gran torero, un hombre singular. Pero singulares eran sus amigos, que exaltaron su muerte, llevándola a hombros de héroe. Nada como ser normal o caminar en la medianía de lo tuyo, para que alguien que sea genial, o tenga una gran voz, te encumbre o te hunda sin pudor alguno.

Todos los que se exponen a la afición o a los cronistas corren esa suerte. Y estos días, después de las elecciones, asistiremos sin anestesia al destripe de unos y de otros. Hasta que la plaza se calme, los cronistas dicten y de los políticos (que se la jugaron ayer domingo) solo quede uno, a lo sumo dos.

El resto de candidatos esperará el tercio de muerte y alguno recibirá la estocada final. Después de todo, las elecciones tienen lugar en la tarde del 23 de julio, propia de toros de verano con cartel singular.

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