Antes que nada, quisiera dedicar unas pocas palabras de inmensa gratitud a los colectivos santistas. Sin ellos, nada de esto hubiera sido posible. Y quiero agradecerles simple y llanamente porque durante estas semanas, ellos han realizado un admirable trabajo ayudándome a entender y visualizar mejor el escenario, y me han dado suficientes argumentos para defender mi posición de por qué, nunca en la vida, yo votaría por Juan Manuel Santos. Dicho esto, los invito a leer este artículo.
Alguna vez nos habremos encontrado algún ejemplar de estos simpáticos caninos conocidos como Chihuahuas, raza originaria del Estado de Chihuahua, en México: pequeños, ojos grandes y saltones, delgados, frágiles, y con una cómica apariencia de haber consumido cientos de tasas de café. Al igual que muchos perros, el Chihuahua recurre al gruñido cuando se siente amenazado, como forma de advertencia; en caso de que la amenaza no cese, el gruñido se convierte en un desafiante ladrido. Sin embargo, y a diferencia de muchos perros, el Chihuahua gruñe y ladra sin importar si el objeto que le significa una amenaza, realmente es una amenaza. Es decir, su mecanismo de defensa principal es la intimidación.
Ahora bien, hay un elemento de gran importancia que caracteriza al Chihuahua. Un estudio realizado en 2010, en Hungría (http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3002277/?tool=pmcentrez), demostró que los perros son capaces de medir el tamaño de otros perros con solo escuchar su gruñido. Esto les permite disponer y procesar cierta información previa a un enfrentamiento. Pero el Chihuahua, al parecer, carece del conocimiento de su tamaño, razón por la cual se lanza al ataque, saliendo muchas veces gravemente afectado.
Este tipo de comportamiento tal vez se deba a un factor emocional del Chihuahua. La mayoría de estos animales centran su devoción a una persona, lo que lo lleva a sentir celos de las relaciones humanas de su dueño. Es por esto que vemos que los Chihuahuas se exaltan sobremanera cada que una persona se acerca a su dueño. Sus gruñidos y ladridos son mensajes de alerta, pues sienten que su dueño está ante una inminente amenaza, y consideran imperioso defenderlo. Y la defensa no importa si es de una persona o de un animal.
Pues bien, he estructurado este marco, para poder presentar la Teoría del Síndrome Chihuahueño, como mecanismo de explicación y entendimiento de las campañas políticas (en específico, la campaña santista, a través de sus colectivos). Una teoría que se basa en elementos empíricos, más que teóricos, y que puede significar un posible acercamiento para el estudio posterior de movimientos y organizaciones. Como veremos, esta teoría presenta como fundamento de aplicabilidad, el factor miedo.
Para empezar, tenemos que definir la estructura de la campaña santista. Esta presenta una estructura básica: un líder claramente visible, del que se desglosan una cantidad de posiciones hasta llegar a una base, que es el fuerte de la movilización y, por qué no, la carne de cañón. Esta campaña se erige como una estructura piramidal. Las órdenes se transmiten verticalmente de arriba hacia abajo. Además, su estructura exige un nivel de devoción inverso, resultando en la invisibilización de las bases y en el sacrificio de estas.
Luego de los resultados de la primera vuelta presidencial (los cuales terminaron siendo nefastos para la campaña santista), es común ver un bombardeo publicitario abrumador tanto por medios de comunicación, como en la calle. De hecho, resulta desproporcionado el nivel de publicidad que ha soltado esta campaña en comparación con la de su contrincante. Y esto solo puede ser visto como un claro mensaje: desesperación. Es tal el nivel de estrés e incertidumbre para ellos, que incluso la negación ya se está volviendo un elemento recurrente en su discurso. Niegan a capa y espada haber perdido las elecciones, cuando, con toda la maquinaria política que tenían, con todos los personajes de vieja data que los acompañaba, e incluso con la cantidad de mermelados de otras campañas junto a ellos, no lograron obtener siquiera la mitad de los votos que obtuvieron hace cuatro años. No solo para mí, sino para muchos, esta fue una clara derrota.
Pero claro, es tal la devoción del colectivo santista hacia su líder, que el escenario para ellos se ha trastocado oscuro e incierto, y actúan más por instinto y pasión, que por verdadera estrategia. Y esto no es algo que se percibe únicamente en sus bases; es algo que recorre toda la estructura santista. Las bases, que son la percepción directa para quienes no están dentro de la campaña, no son más que una extrapolación de lo que pasa internamente. Al parecer, el miedo se ha vuelto viral.
Y al igual que el Chihuaha, devoto a su dueño, los santistas arremeten contra todo aquello que signifique oposición. Al igual que el Chihuaha, los santistas han demostrado cuan frágiles son y perciben todo por fuera de la estructura interna, como amenaza. Sus argumentos de convencimiento no son propuestas, sino alegatos y señalamientos, basados en el miedo. Al igual que el Chihuaha, los santistas gruñen y ladran, pues no tienen más elementos a los que apelar para defender a su líder.
Con esto, el Síndrome del Chihuahua no es más que un conjunto sintomático que padecen las campañas cuando estas sucumben al miedo. Desde sus líderes hasta sus bases, al no poder asimilar la derrota, instintivamente adhieren una posición defensiva, expresada en el ataque. Es tal la fragilidad, que prefieren atacar para intimidar. Defender lo indefendible solo es lógico desde una posición pasional. Y este factor emocional, al igual que el Chihuahua, muchas veces termina siendo letal, y no precisamente para el contrincante.
La campaña santista, como su nombre lo indica, ha desembocado en una inexplicable devoción y dependencia a la figura de Santos, y ha pactado con el miedo su más clara alianza. Hablan de unidad, cuando rechazan lo que es distinto para ellos. Hablan de unidad, cuando amenazan e intimidan a quienes no piensan como ellos. Hablan de unidad, cuando, al igual que el Chihuahua, suelen tener una naturaleza de clanes, prefiriendo la compañía de sus iguales por encima de otros. Tal vez su propuestas sean buenas, pero son propuestas que solo conocen dentro de la campaña. Por fuera, solo conocemos su miedo y debilidad.
Cada quien sacará sus propias conclusiones. Aquí solo presento una teoría, una hipótesis, un conocimiento especulativo, partiendo de realidades tangibles. Presento una comparación que considero llega a explicar hechos empíricos. Pero claramente esta teoría es altamente susceptible de ser debatida e incluso rechazada, al igual que es altamente susceptible de ser aprobada, compartida y defendida. No es algo que se pueda afirmar con certeza. Queda al libre albedrío de cada quien.
Pero si hay algo de lo que estoy completamente seguro, es que los santistas, al igual que a mí, a muchos le han brindado suficientes argumentos para decir yo no voto por Juan Manuel Santos.