Tragedia en Brasil deja 231 muertos

El dolor en la localidad brasileña de Santa María, desgarrada por un incendio que mató a 231 jóvenes e hirió a un centenar en la discoteca Kiss, perduraba hoy para cientos de familiares y amigos que velaron a sus muertos toda la noche.

La cifra de fallecidos fue rebajada durante la madrugada por las autoridades de 233 a 231, aunque todo indica que esta no será la definitiva.

Una veintena de ataúdes, escoltados por centenares de familiares, amigos y allegados, permaneció hasta la madrugada de hoy en el Centro Deportivo Municipal, un complejo de gimnasios adonde las autoridades llevaron los cadáveres para identificarlos y que se convirtió en el epicentro de la tragedia.

El gimnasio fue durante todo el día un bullicioso trajín de familiares y amigos, a los que se sumaron 500 voluntarios, entre ellos médicos, psicólogos, además de policías, militares, religiosos y periodistas.

Buena parte de los 261.000 habitantes de Santa María, localidad del estado de Río Grande do Sul, en el extremo sur de Brasil, acudió en masa a mostrar su apoyo a las familias, que mantuvieron el duelo entre el llanto y un turbador silencio.

“Sabemos que podía haber sido cualquiera de nosotros. No hay una persona que no esté estremecida en Santa María. Fue una cosa grave, sin explicación”, dijo el doctor Cléber Lotes, un médico que acudió a trabajar como voluntario para atender a los familiares de posibles ataques de ansiedad o de caídas de tensión.

A la entrada del gimnasio, una interminable lista de nombres de fallecidos, actualizada a cada rato, recibía a los visitantes y daba la medida de la magnitud de lo ocurrido.

Todos los féretros tenían un cartel a los pies para identificar al difunto y sobre alguno de ellos había objetos personales, como un pingüino de peluche, fotografías o banderas de equipos de fútbol de la región, del Gremio y del Internacional de Porto Alegre, que este domingo cancelaron la jornada de liga en señal de luto.

En las conversaciones íntimas, los parientes recomponían el rompecabezas de la madrugada del domingo, para tratar de entender cómo en escasos minutos las chispas de un espectáculo pirotécnico en el escenario se propagaron por toda la discoteca Kiss, convirtiéndose en una trampa mortal para la mayoría de los asistentes a una fiesta de universitarios.

La mayoría de los parientes y amigos más cercanos, sobrecogidos, declinaron a hablar con la prensa y muchos optaron por trasladar sus velatorios a lugares más íntimos, como iglesias o uno de los dos cementerios de la localidad, que permanecieron abiertos toda la noche.

En el cementerio de Santa Rita, a las afueras de Santa María, cinco víctimas fueron veladas hasta altas horas de la madrugada por decenas de parientes, una escena similar a la del Centro Deportivo Municipal, donde una multitud continuó haciendo guardia muchas horas después de la visita de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff.

Unas pocas decenas de cuerpos, identificados pero no reclamados por los familiares, que todavía no habían conseguido llegar a esta localidad a 290 kilómetros de Porto Alegre, pasaron la noche en la morgue instalada en otro pabellón del complejo deportivo al que solo tenía acceso la policía.

Para la mañana de hoy está prevista la celebración de una ceremonia ecuménica, a cargo del obispo Helio Adelar Hubert, a la que seguirán los entierros, que comenzarán a realizarse en el cementerio municipal con el auxilio de cerca de 300 militares de una base aérea ubicada en la localidad. Manuel Pérez Bella.

Con EFE