Tras bambalinas del Giro de Italia

El Giro de Italia subió el telón en su 97 edición encumbrando a Nairo Quintana como ganador de la ‘corsa’ rosa y como aspirante a ‘capo’ del pelotón en años venideros. Decisiones, caídas, corrillos, huelgas y un comienzo atípico se vivieron en un Giro rosa tricolor.

La ronda italiana ha sido escenario de nuevas generación de ciclistas –muchos de ellos colombianos- quienes han presentado sus credenciales para tomar el relevo de los actuales dominadores del ciclismo. Rigoberto Urán –ya dos veces segundo en el Giro-, Fabio Aru, Rafal Majka,Pierre Rolland, Julián Arredondo, Nacer Bouhanni o Diego Ulissiv cuelgan el cartel de aprendices y toman el papel de capataz.

La medida impopular de Unzué

En los corrillos ciclistas del mes de enero, cuando comenzó la temporada, no se hablaba de otra cosa que de la posibilidad de que Nairo Quintana, la sensación colombiana del pasado Tour de Francia –fue segundo tras Froome- no corriera la ‘Grande Bouclé’ y fuera al Giro de Italia. La decisión la tomó Eusebio Unzué. El manager del Movistar asumió la responsabilidad de una medida impopular que no entendía ni el propio Nairo Quintana, al que tuvo que convencer de que la mejor decisión era olvidarse de Francia y crecer en Italia.

“Renunciar al Tour ha sido muy difícil para mí, pero creo que la decisión ha sido correcta. El año que viene estaré en Francia”, señaló el ganador de la ‘corsa’ rosa. El manager sabe administrar como pocos el talento de los campeones –ya lo hizo con Miguel Indurain- y sabía que Nairo tenía que aprender a correr con la presión de ganar por ser el favorito, a superar las caídas, las emboscadas y hasta las enfermedades. El colombiano paso el examen con nota y su próximo gran reto, esta vez sí, será el Tour de Francia del próximo año.

Comienzo atípico y con susto

La oferta económica –casi 8 millones de euros- que pusieron desde Irlanda en la mesa de RCS para que el Giro arrancara en Belfast nubló los sentidos de los organizadores, que movieron tierra y mar para que la ronda italiana diera sus primeras pedaladas en la isla verde. La carrera arrancó un viernes –lo habitual es hacerlo en sábado-, la burocracia británica dejó sin visado a algunos corredores y otros perdieron días y días en los consulados con la incertidumbre de saber si podrían correr o no.

Los equipos tuvieron que mover una doble estructura porque desde Irlanda no llegaban a tiempo a Bari para proseguir el camino y se ganó un día para facilitar el traslado. Pero todo eso no importó: el dinero manda. Con frío, lluvia y abandonos importantes por las caídas –Dan Martin, uno de los favoritos se fue a casa el primer día- comenzó el Giro, que antes de abandonar suelo británico conoció la noticia de la desactivación de un coche bomba en las proximidades de Dublín.

Huelga ‘a lo ciclista’

El traslado desde Irlanda a Italia generó mucho descontento entre los corredores. El madrugón –tuvieron que amanecer a las 5 de la mañana-, el retraso en los vuelos, el caos con el material –algunas bicis iban en avión, otras en camiones y no estarían disponibles hasta varios días después- y el poco descanso de ese día fue el caldo de cultivo para que al día siguiente, en la primera etapa en suelo italiano, se produjera una huelga ‘a lo ciclista’.

La lluvia y el mal estado del asfalto del circuito de Bari hicieron el resto. Ese día se rodó con el pelotón neutralizado y sin ‘batalla’ hasta los últimos kilómetros de etapa. Un espectáculo esperpéntico –las mafias del pelotón actuaron a su estilo- que manifestaba el descontento de los verdaderos artistas de este ‘circo’.

Parte de guerra devastador en Montecassino


La carrera cogió inercia tras varios días en suelo italiano. Bouhanni, Ullissi y Matthews acapararon las portadas puramente deportivas. Sin embargo, camino de Montecassino, en una rotonda con el firme deslizante que se afrontó a 70 km/h, el Giro estalló en mil pedazos. Más de la mitad del pelotón se fue al suelo y el parte de guerra que arrojó la organización ese día –se quedó sin ambulancias para evacuar ciclistas al hospital- fue devastador.

Muchos pusieron pie a tierra, pero sobre todo dolió la retirada de Joaquín Rodríguez, que admitió tras su adiós que llegó al Giro con dos costillas rotas después de su percance en la Amstel Gold Race semanas antes. El Giro quedó huérfano de uno de sus grandes aspirantes y animadores.

Jugando al despiste

Las caídas jugaron malas pasadas a los favoritos, que ocultaban sus daños negando los golpes y disimulando el dolor. Pero el mal tiempo también hizo estragos. Nairo Quintana, el gran favorito, sufrió un fuerte resfriado, fiebre y un intenso dolor de oído, pero sus palabras y su comportamiento no delataron preocupación. Pozzovivo, otro de los aspirantes, atacó la montaña con una bronquitis que apenas le dejaba dormir por la noche. Todo valía para despistar al enemigo y no dar pistas.

La épica del Stelvio y la polémica del ‘safety bike’


Si alguna de las 21 etapas pasa a la historia del Giro y del ciclismo esa es la que transcurrió entre Ponte di Legno y Val Martello –la 16ª-. La nieve, los cero grados del termómetro y la exhibición de Nairo Quintana que ganó la etapa y alcanzó el liderato es, sin duda, de lo mejor que ha tenido este Giro. Sin embargo, ese día la polémica borró algo de protagonismo a los héroes. Los mensajes confusos que lanzó la organización –vía Twitter y radio corsa- insinuando una posible neutralización del descenso del Stelvio por las inclemencias meteorológicas no fueron entendidos por todos igual -hay que recordar que en carrera deciden los jueces UCI, que no dijeron nada al respecto, y no los organizadores-.

El vuelco que sufrió ese día la carrera se intentó deshacer a la mañana siguiente en los ‘despachos’. Las acusaciones de unos –los que salieron perdiendo- y otros –lo que se beneficiaron- avivó la temperatura de la carrera. Hubo insultos y amagos de retiro pero el resultado no se alteró.

Amor y odio en el Monte Grappa


La cronoescalada al Monte Grappa fue uno de los platos fuertes reservados para el final de la carrera y el foco de atención se detuvo en los favoritos a la victoria final. Sin embargo, ese día antes que Quintana, Urán, Rolland o Aru salieran a disputarse la ‘maglia’ rosa, en las empinadas cuestas del Grappa, se dieron dos historias muy contrapuestas la una de la otra.

corredor del Belkin Jos Van Emden detuvo su paso ante la sorpresa de los espectadores para pedir matrimonio a su novia Kimberly, que viajaba en el coche del equipo. La respuesta de ella, como no podía ser de otra manera, fue un sí rotundo. Poco después, ese idílico relato se vio ensombrecido por una decisión poco amistosa de los jueces. Éstos dejaron fuera de carrera a falta de dos días para llegar a Trieste a Kenny de Haes, ciclista del Lotto. El belga entró fuera de control por escaso margen después de romper la cadena de su bicicleta en dos ocasiones. “Giro di merda”, llegó a escribir en su cuenta de twitter al tiempo que denuncó que no llevaba coche de asistencia porque la organización no disponía de él.

Nairo, en familia


Los últimos días de carrera fueron muy especiales para Nairo Quintana, quien escribió una página de oro en la historia del ciclismo colombiano. El líder del Movistar contó con el apoyo de sus padres, Luis y Eloisa, y de su esposa e hija –Yeimi Paola y Mariana- Ellos iguieron al colombiano en todo momento fuera de carrera. Su presencia endulzó los últimos esfuerzos de Nairo, que después de ganar en el Monte Grappa no pudo disfrutar de los suyos hasta que pasó un control antidoping rondando la media noche.

El día del Zoncolán, sin embargo, para ganar tiempo al tiempo la organización puso un helicóptero al servicio del ganador y su familia para que le desplazara al hotel. El piloto de la aeronave era Gianni Bugno, el legendario ciclista italiano que luchó contra Miguel Indurain en la década de los 90.

Con información de ElConfidencial.com