Tumaco ha ido convirtiéndose en un campo de batalla, a veces sin disparos, por el control de algunas actividades ilegales. Es justo en esa ciudad atravesada por un conflicto que se cobra vidas, sueños y trunca futuros, que se llevó a cabo el IX Encuentro Regional para la Paz.
Más de 300 personas se reunieron para discutir de qué forma el Pacífico Nariñense puede salir beneficiado de la firma de un eventual acuerdo que de fin a la guerra en el país. Además, pensaron la manera en que pueden aportar para que eso suceda.
El puerto sobre el Pacífico, que ha tenido la tasa de asesinatos más alta del país, incluso más alta que la media nacional, ha sido el escenario de una cruenta guerra que ha dejado el sistema de tres islas, que conforman la ciudad, en una división tácita que da cuenta de lo que es la guerra en el país. La isla más grande, el centro, está controlada por las Farc. Es allí en donde se ubica el comercio de la isla y en donde el boleteo y la extorsión campean a la par que pequeñas unidades de la Policía Antinarcóticos y la Infantería de Marina resguardan el puente que une esta isla con la del Morro.
La isla conocida como la viciosa es la que aloja los barrios en los que las bandas criminales son los dueños de los actos que ocurren allí. Extorsiones a pequeños tenderos, toques de queda e intimidaciones a los residentes son el pan de cada día en esas calles que marcan el final del casco urbano de Tumaco.
La isla del Morro es la que tiene como signo característico la presencia de la fuerza pública. Allí hay retenes de la Policía, patrullajes de la Infantería de Marina y el turismo que llega a las playas de ese puerto. La variedad de hoteles y resorts que dan cuenta del carácter turístico de esta zona son el entorno en el que unidades de la Dirección Antinarcóticos de la Policía se alojan y patrullan constantemente. Hoteles en los que, a cambio de vigilar y cuidar las instalaciones (con garitas en las entradas, ocupadas por uniformados), los dueños de los lugares les dan alimentación a los efectivos policiales allí hospedados.
En ese espacio civil, ocupado por fuerza pública fuertemente armada, se llevó a cabo el IX Encuentro Regional para la Paz. Un evento que alcanzó tintes surreales por cuenta de los sobrevuelos de las avionetas de aspersión de glifosato, el constante aterrizaje y despegue de helicópteros artillados y el recibimiento de la mañana, no con el canto de los gallos sino con el traqueteo de armas automáticas anunciando las prácticas de polígono a 50 metros del hotel Villa del Sol; mientras en el auditorio Tumac se hablaba sobre cese al fuego, sustitución de cultivos y respeto del DIH y de los derechos humanos por los actores del conflicto.
Olga Lucía Ramírez, Marina Gallego de la Ruta Pacífica de las Mujeres, premio nacional de paz 2014; Diego Pérez e Irma Perilla de la Corporación Pensamiento y Acción Social; y el equipo de comunicaciones de la Red Prodepaz estuvieron acompañados por los asistentes pertenecientes a las diferentes organizaciones sociales, de víctimas, indígenas, consejos comunitarios y Lgbti del litoral nariñense que acudieron a la cita.
Allí pudieron hablar sobre las problemáticas que más han azotado a la región en los últimos años, desde reaparición de cultivos ilícitos, persecución a organizaciones sociales hasta tensiones raciales. Para escuchar sus reclamos y responder algunas de sus preguntas estuvieron invitados Diego Bautista y Julián Arévalo, representantes de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz.
Los dos días que duró el encuentro fueron vitales para que los diferentes proceso sociales de la región pudieran reconocerse y sentar las bases para acciones coordinadas, similar a lo que sucede en otras regiones como el Magdalena Medio, que les permitan contribuir a la construcción de la paz desde las regiones y las bases.
Así como se llevó a cabo el encuentro regional en medio de un escenario copado por la Fuerza Pública y sus demostraciones de fuerza, la población civil del Pacífico Nariñense tiene que realizar su labor de defensa de derechos humanos y organización social en medio de la guerra y la incertidumbre que genera un conflicto que ya ha consumido cinco décadas e incontables vidas de la historia colombiana.