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Un buen año para el cine chileno


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Por primera vez en su historia, Chile ha conseguido pisar fuerte en los premios Óscar. El “No” a la dictadura de Pinochet, del director Pablo Larraín, es la guinda que ha coronado un año en el que las producciones chilenas se han colado en los principales festivales internacionales.

“Un país que no tiene cine documental, es como una familia sin álbum familiar”, dijo una vez el chileno Patricio Guzmán, una de las voces más destacadas del cine documental. Y en esa línea, la ficción “No”, de Pablo Larraín, ha vuelto a abrir el baúl de los recuerdos del país andino.

Pero lo cierto es que muchas de las instantáneas de los realizadores de la “Nueva Ola Chilena” ya no salen de viejas “polaroids” de la calles de Santiago, sino de radiografías que muestran los tejidos que vertebran a la actual juventud chilena.

La industria cinematográfica del país sufrió un duro golpe durante los años de la dictadura, y las tijeras de la censura se ensañaron con los negativos de grandes creadores como el director de “Tres Tristes Tigres”, Raúl Ruiz, que tuvo que exhiliarse a Francia

Los posos de ese té siguen en el fondo de la sociedad y, aunque muchos de los jóvenes cineastas se han alejado del foco político, otros recuerdan esos años de oscuridad con un toque de color.

“NO”, LA PRIMERA PELÍCULA CHILENA EN LOS ÓSCAR.

Es el caso de Pablo Larraín, que con “No” ha completado una trilogía dedicada a la dictadura de Augusto Pinochet, que comenzó con “Tony Manero” (2008) -también postulada por Chile para los Óscar, que no quedó entre las cinco nominadas- y siguió con “Post Mortem” (2010).

“¿Qué hay más alegre que la alegría?”, le plantea a René Saavedra (Gael García Bernal) un compañero de la campaña publicitaria del “No” en el plebiscito de Chile de 1988. La respuesta a esa pregunta se transforma en un logotipo en forma de arco iris al que acompaña un canción tan pegadiza que hasta los creativos de la campaña del “sí” la tarareaban en sus reuniones.

Recuperando el soporte de vídeo “U-matic 3:4” de los años 80, Larraín dota a su película de la textura sucia e impura de los documentales. El director recuerda cómo creció viendo las revueltas en las calles de Santiago al calor de la luz del televisor, y, sin duda, el tono de la película es una maquina del tiempo cuya última parada fue 1988.

Aunque “No” sea la primera película de producción chilena en los Óscar, Larraín no es el primer director del país en pisar la alfombra roja de los premios más conocidos del cine. Miguel Littin, estuvo nominado en dos ocasiones, con “Actas de Marusia” (1976), de producción mexicana, y “El recurso del método” (1978), una coproducción española y nicaraguense.

Entre las sillas del Dolby Theatre de Hollywood habrá otra cara chilena este año: el director de fotografía Claudio Miranda, que podría llevarse la estatuilla por “Life of Pi” y que ya estuvo nominado en 2009 por “The Curious Case of Benjamin Button”.

Pero, aunque Larraín llegue a los Óscar por su cine crítico y claramente político, también participa de esa nueva tendencia juvenil e intimista, y de hecho ha trabajado como productor en “Joven y alocada”, una de las películas más rompedoras del año.

UNA DE PINO Y OTRA DE QUESO, EN “JOVEN Y ALOCADA”.

“Pino o queso”, como metáfora de la elección sexual, y la pregunta clave, “¿Es necesario elegir?”. “Joven y alocada” es una película con un pulso constante entre sexo y religión que le valió el premio de cine homosexual en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián y el premio al mejor guión de Sundance.

La historia que dirigió la joven Marialy Rivas está basada en la que Camila Gutiérrez, la verdadera autora de la “parábola del pino y el queso”, contaba en su popular Fotolog, Gemir de los gemires, donde expresaba la tensa batalla que se libra en el interior de una joven de 17 años que está descubriendo su sexualidad.

Marialy Rivas eligió a Alicia Rodríguez para interpretar a la protagonista de su película, una actriz que un año antes había encarnado a una adinerada estudiante con problemas con el latín en “Bonsái”.

“BONSÁI”: UNA HISTORIA DE AMOR, LIBROS Y BLAH BLAH BLAH.

Dos amantes que no leyeron a Proust, y uno de ellos que descubre que su primer amor se ha muerto después de meses dedicados al cuidado de un pequeño bonsái. Cristián Jiménez ganó el premio Pedro Sienna al Mejor Director por esta cinta que incluso llegó a las pantallas de Cannes y al Festival de San Sebastián en 2012.

Son dos jóvenes tristes que leen novelas juntos y hacen que el mundo sea un poco mejor al despertar con los libros perdidos entre las sábanas todas las mañanas. Una película basada en un libro, que a su vez estuvo inspirado en un cuento, “Tantalia”.

Las letras de Macedonio Fernández no sólo son la base de “Bonsái” de Alejandro Zambra, sino que se convierten en un elemento clave en la película de Cristián Jiménez. El director contactó con Zambra para así mantener el espíritu original en el que había nacido la historia literaria.

Tras dirigir cuatro cortometrajes y ser guionista y productor de “199 recetas para ser feliz” (2008), de Andrés Waissbluth, Cristián Jiménez se dió a conocer como director de largometrajes en 2009 con “Ilusiones ópticas”, pero la adaptación de esta obra de Zambra ha sido la más aplaudida internacionalmente este año. Un año en el que Chile y su cine han sabido hacerse notar en los grandes festivales del mundo.

Ana Pérez López.

EFE-REPORTAJES.

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