Teniendo en cuenta todas las discusiones que se han abierto tras la segunda temporada taurina, pensé en lo bueno que sería tomarme un café para dialogar con dos personas del común, pero con diferentes opiniones acerca de este tema. Así que me reuní con Juan Camilo, un médico veterinario amante a la tauromaquia y con Andrés, un hombre que está a favor de los animales, pero que proviene de una familia taurina de corazón. Esta es una conversación de polos opuestos sobre sus gustos e ideales.
Todo inició cuando les pregunte cuál era su postura frente a la tauromaquia, a lo cual Andrés respondió que en la sociedad existía un atraso mental, pues no concibe cómo las personas logran divertirse con el maltrato y la burla hacia un animal, mientras que Juan Camilo piensa que esta fiesta es un culto hacia el animal y que no hay nadie más que ame a un toro como lo hace un taurino. Andrés quedó atónito con la respuesta y en medio de risas respondió “si es así, ojalá nunca me ame un taurino”. Hubo un silencio incómodo entre ellos, pues la reacción de Juan Camilo fue de disgusto.
Según la encuesta realizada por Ipsos Mori para la organización internacional World Animal Protection (WAP), la tauromaquia ha dejado de ser apoyada en su país de origen, España. Únicamente el 19% apoya las corridas de toros, frente a un 58% que lo desaprueba, además de esto el 84% de jóvenes encuestados entre los 18 y 24 años, afirman estar avergonzados de esta tradición de su país. Según el sondeo de Caracol Radio, el 78% de los colombianos rechaza la tauromaquia, solo el 19,4% de los entrevistados están a favor de este y el 2,6% se muestra indiferente hacia el tema.
Imaginé esta plática un poco problemática, pero a medida que hablábamos me di cuenta que en realidad se puede tener una discusión civilizada, con ideologías diferentes en temas tan polémicos. La calma prevaleció entre mis dos invitados, que supieron exponer sus ideas de una manera muy serena.
Bebiendo sorbo a sorbo el café, fueron poniendo en la mesa cada punto de vista. En un momento, Juan Camilo afirmó que los animales están al servicio del ser humano; según la religión, lo que dice Juan Camilo es cierto, (“Todo lo que se mueve y tiene vida os será para alimento: todo os lo doy como os di la hierba verde.” Génesis 9:3), pero Andrés no estuvo de acuerdo, pues piensa que es una prepotencia humana llegar a pensar eso, por lo que prefiere que los animales se extingan a que tengan una vida indigna, llena de maltratos y burlas, pues eso es la tauromaquia para él.
Como no podía faltar en una charla con un taurino y un anti-taurino, el tema del maltrato animal salió a relucir. Andrés, como cualquier otro animalista, defendió a capa y espada el hecho de que los animales no merecen una burla como esa, no merecen ser maltratados ni aguantar el dolor sólo por la diversión de las personas a las que les gusta la tradición, mientras que Juan Camilo defendió este punto afirmando que el dolor es contrarrestado con una serie de hormonas y sustancias que son secretadas antes y durante la lidia, que mitigan el dolor.
Ya terminando nuestro café y para concluir este agradable encuentro, quise retomar una pregunta muy común, pero de gran interés, ¿qué pasaría si se aboliera esta práctica?, a lo cual sin pensarlo y vociferando Andrés dijo que sería un gran avance para la humanidad, pues nadie tiene en su poder de decisión acabar con la vida de un ser vivo. Por otro lado, Juan Camilo dijo que todos son libres de expresar y cumplir sus gustos, así que, si la tauromaquia se llegará a abolir, tanto a él como a todos los taurinos, los estarían cohibiendo de amar sus gustos con libertad.
Al terminar el café y por ende la conversación, se pusieron de pie, se dieron la mano y todo acabo, con la mayor calma, sin problemas y sin discusiones.