Un informe oficial divulgado por uno de los principales institutos de investigación económica de Brasil se ha mostrado pesimista ante el “momento difícil” que atraviesa la economía del país, que obtuvo resultados negativos en sus principales indicadores.
“Todos los principales indicadores vienen mostrando resultados negativos y sin evidencias de cambio en la tendencia a corto plazo”, apuntó el informe del estatal Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA).
Para el órgano, la tendencia económica perfilada desde 2014 “fue agravada por las medidas de política económica adoptadas en el inicio de este año” para equilibrar las cuentas públicas del país.
La delicada situación económica del país, señala la “27ª Carta de Coyuntura” del IPEA, se ha visto agravada con la contención del gasto público, el aumento de impuestos y de los intereses, las restricciones de crédito y el reajuste de los precios sufridos por la economía brasileña en los últimos meses.
El instituto también consideró que la devaluación sufrida por su divisa, el real, ha tenido un efecto negativo en las arcas del Estado.
Sin embargo, a pesar de que a corto plazo dichas medidas pueden ser negativas, el IPEA cree que son necesarias para “propiciar un trayectoria de crecimiento sostenido”.
De entre todos los indicadores macroeconómicos resaltados por el IPEA, destaca la caída del 0,2 % del PIB con respecto al trimestre anterior y del 1,6 % en relación al año pasado, lo que viene a reforzar la tendencia negativa registrada ya a lo largo del 2014.
El consumo de las familias en el primer trimestre del 2015 registró su peor dato desde 2003 con una caída del 0,9 % en relación al mismo período del año anterior, claramente afectado por un proceso de ajuste que aún “no ha dado resultados positivos palpables”, subraya el instituto.
Como consecuencia directa de la política de ajuste fiscal, durante dicho trimestre el gasto público se contrajo un 1,5 % y la inversión del Gobierno un 7,8 %, en parte también motivado por la revisión a la baja de las inversiones de la principal empresa estatal, la petrolera Petrobras, afectada por un gigantesco escándalo de corrupción.
Sin embargo, es precisamente en esta partida que el organismo de investigación ve un pequeño atisbo de optimismo, gracias al plan de infraestructuras puesto en marcha por el Ejecutivo de la presidenta Dilma Rousseff que supondrá una inyección de 200.000 millones de reales (64.000 millones de dólares), lo que el IPEA considera “un paso importante”.
El informe también resalta que el sector industrial brasileño, que sufrió una contracción del 3,0 % en relación con el primer trimestre del año pasado, mantuvo el tipo gracias a los buenos resultados registrados en la extracción de minerales; especialmente de petróleo, que llegó a experimentar una subida del 10,3 % en un año.
El sector servicios, que en los últimos tiempos se había convertido en uno de los pilares básicos de la economía brasileña, sufrió un retroceso del 1,2 % en los tres primeros meses de este año.
“Las medidas de ajuste incidieron sobre una economía que ya el año pasado se mostraba debilitada”, afirma el documento.
Otros dos ejemplos de la delicada situación de la economía del gigante suramericano son el aumento de la tasa de desempleo, que según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE) alcanzó en abril el 8,0 %, y la subida del Índice de Precios al Consumidor (IPC).
La inflación, por su parte, registró una escalada notable, alcanzando “el dato más alto en más de diez años”, al llegar al 8,5 % en los últimos doce meses hasta el mes de mayo pasado.
Esta subida del IPC “refleja directamente la fuerte corrección de los precios regulados, como la energía eléctrica y los combustibles”, afirma el IPEA.
El debilitamiento del trinomio empleo-renta-crédito, unido a las “incertidumbres en el plano político y a los niveles históricamente bajos de la confianza de los empresarios”, ha supuesto un revés para la demanda doméstica, lo que hace de la actual una situación todavía más difícil.
Tampoco la demanda externa ofrece un respiro a la economía brasileña, sobre todo por la caída de los precios de los bienes manufacturados, lo que ha supuesto un caída del 20 % de los ingresos por exportaciones.
Además, según el organismo de investigación, la desaceleración de la economía de China, que es el principal socio comercial del país suramericano, supone otra “fuente de preocupación” en un escenario que “no se muestra prometedor a corto plazo”.