Estos días vivimos una más de tantas polémicas con los diplomáticos de Colombia que tienen salidas en falso en defensa de intereses privados, o por sus quehaceres sin reglas claras o por desempeñar un trabajo para el que no están mínimamente preparados. Columna de opinión de Jaime Polanco, empresario y Presidente de Confidencial Colombia.
La regla general de los gobiernos de las últimas décadas ha sido construir el servicio exterior colombiano con base a favoritismos, amigos, familiares o simplemente compromisos políticos que premian casi siempre a la misma clase “dirigente” con buenos sueldos y lindas residencias para vivir el sueño dorado de la “diplomacia”.
Embajadores, Cónsules Generales, representantes en los organismos internacionales, oficinas de Proexport, se han llenado durante estos años de Presidentes, ministros, magistrados, procuradores, fiscales, contralores, militares y todos los amigos que han tenido algo que ver con el devenir de la suerte política de presidente de turno.
Sedes diplomáticas para fiestas, funcionarios públicos que organizan viajes y hacen reservas a las visitas para que conozcan restaurante de lujo. Familiares y amigos que se quedan en las embajadas como si fueran de la casa, y muchas otras cosas que enrojecerían a más de uno. Esta ha sido la regla general, con claras excepciones por supuesto, donde ha primado más el buen hacer personal muy por encima del procedimiento y la organización del servicio.
Durante estas últimas décadas, se han firmado acuerdos comerciales y diplomáticos con diferentes países con desigual resultado. Tratados de Libre Comercio poco optimizados, y existen propósitos de incorporarse a organizaciones internacionales de alto nivel que nos acerquen al primer mundo.
Pero ¿en verdad es posible que con estos mimbres se puedan hacer canastos? Realmente nos creemos que las alianzas como la del pacifico, la entrada en la OCDE, el aprovechamiento del TLC con EEUU o la Unión Europea se podrán llevar adelante con funcionarios sin formación y experiencia en comercio exterior, diplomacia, economía , política internacional y tantas disciplinas que podrían ser enseñadas en una escuela diplomática moderna ?
¿Realmente se logra pisar fuerte en materia de relaciones exteriores contando simpáticos cuentos, montando buenas fiestas de música vallenata, y organizando demostraciones folclóricas para deleite de unos pocos a cargo de los presupuestos del Estado? O por el contrario, para evitar desastres como el disparate de la expropiación de las aguas internacionales en el archipiélago de San Andrés, o el seguimiento del tan necesitado proceso de paz ameritan otro tipo de funcionarios más expertos y menos recomendados.
Muchas cosas tienen que cambiar para que la Colombia del año 2025 tenga ese puesto en el contexto internacional. Otros países como Chile, Brasil y Argentina por poner un ejemplo regional, diseñaron un servicio exterior profesional alejado de la fastuosidad de la diplomacia anglosajona y ceñido a las necesidades de Estado, ciudadanos y empresas en el extranjero.