Mientras el alcalde Enrique Peñalosa insiste en que la reserva forestal Van der Hammen en su mayoría son potreros y zonas donde no hay vegetación, los ambientalistas reiteran que, si se interviene, conllevaría a un deterioro ecológico, Bogotá seguiría, según afirman, creciendo desordenadamente y se pondría en riesgo el valor de los estudios científicos.
La reserva forestal Van der Hammen está ubica al norte de Bogotá, comprende 1.395 hectáreas, que incluye las localidades de Usaquén y Suba. Desde el 2000 el Ministerio de Ambiente declaró esta zona como reserva forestal luego de que se hallara en ella un potencial hídrico, es decir acuíferos, y que en algunas partes como el bosque de las Mercedes aún se encuentre vegetación original de la sabana, según estudios científicos.
No obstante, estos argumentos técnicos y científicos de la Universidad Nacional y de otros sectores de la academia de ciencias no han sido suficiente para que el Alcalde bogotano desista de la idea de urbanizar gran parte de ella.
Su tesis se basa, por un lado, en que de las 1.395 hectáreas que conforman la reserva, el 92,2 por ciento está ocupada por cementerios, colegios, universidades, cultivos de flores y escombreras ilegales; y solo el 7,8 por ciento tiene un valor ambiental. Cifras que son confirmadas por la Corporación Autónoma Regional (CAR) de Cundinamarca. Sin embargo, los expertos sostienen que hay tener en cuenta que en el plan de manejo ambiental creado por este organismo ordena que los terrenos en donde hoy no hay flora o fauna deben ser destinados a su recuperación y rehabilitación
De otra parte, retrasar el desarrollo urbano en esa zona, según Peñalosa, está bloqueando todas las vías en el norte de la cuidad como la Avenida Longitudinal de Occidente, Avenida Ciudad de Cali, Autopista Norte y Avenida Boyacá.
Y finalmente, para esta administración “con la urbanización se solucionaría un déficit de 300 mil viviendas que tiene la capital, pues la ciudad tendría un crecimiento de tres millones de habitantes, lo que requerirá una construcción de un 50% más de edificaciones, por lo tanto, no es responsable decir que Bogotá solo puede crecer dentro de su perímetro actual”.
Frente a la viabilidad del proyecto de desarrollo urbano llamado, “Ciudad Paz”, (que comprendería la división de Ciudad Norte, ésta tiene 5.924 hectáreas, de ellas, 1.395 son la reserva; Ciudad Río, Ciudad Bosa – Soacha y Ciudad Mosquera). Confidencial Colombia consultó al investigador en temas ambientales Gustavo Wilches Chaux, sobre las posibles consecuencias que traería la intervención de la reserva forestal Van der Hammen.
Wilches señala que la importancia de la reserva va más allá de lo que la misma reserva representa. Es decir, ésta tiene una importancia no solo a nivel local, sino regional.
El ambientalista lo explica así: “El papel de los discos entre las vértebras, no se pueden descartar porque simplemente no tienen neuronas. Porque precisamente el papel de los discos es articular una vértebra con otra, pero sobre todo impedir que una se rose con otra, porque si eso pasa, ahí es donde aparecen los problemas de hernias y otros males. Y, ese es, exactamente el papel que hace la reserva forestal del norte. Evitar que Bogotá siga creciendo y se siga tragando los municipios aledaños”.
Sin embargo, eso no es precisamente lo que piensa Peñalosa. Sostiene que el proyecto de urbanización evitaría que “los bogotanos se dispersan por toda la sabana de Bogotá y como una mancha de aceite crearán o agudizarán varios problemas” de movilidad y medio ambiente.
Según el ambientalista Wilches para que la reserva, en un caso hipotético se declarara no reserva por lo menos en ese 92,2 por ciento que el Alcalde señala que no tiene ningún valor ambiental, tendría que haber estudios igualmente de serios y profundos que demostraran primero que, los anteriores en los que se basaron para declarar esas 1.395 hectáreas como reserva, están mal hechos y contradecir a la Universidad Nacional y a la academia de ciencias. Y segundo, sostiene el experto, decir que las condiciones cambiaron totalmente: que desapareció el agua, la diversidad, la fauna y flora.
El investigador, reitera que “el tema de la reserva no es porque sea el parque de Chiribiquete, de Puracé o de Chingaza. La reserva es fundamentalmente un espacio dinámico que hay que mirarlo a la luz del desarrollo regional, entonces no se trata de construir unos corredores para la fauna y ya”.
La advertencia que hace el ambientalista es que, de ejecutarse el proyecto de desarrollo urbano de esta administración, existiría un deterioro ecológico. Demostraría que los estudios científicos no tendrían ningún valor y de tomarse alguna decisión política y administrativa, no solo no se tendría en cuenta los estudios que se han hecho (en los últimos años), sino que sería un precedente muy grave para el país.