Si eres un consumidor habitual de vinos ya te los has tenido que cruzar alguna vez: corchos que no son corchos. Sí, nos referimos a tapones que son plásticos sintéticos (los más extendidos), tapones de vidrio, e incluso que no hay tapón, hay rosca. ¿Blasfemia? En absoluto. Que nadie se eche las manos a la cabeza porque todo responde a un porqué.
Los motivos por el que el tapón sintético gana terreno son principalmente tres:
El precio: no vamos a descubrir nada diciéndolo, pero evidentemente un tapón sintético es mucho más económico que un corcho extraído de la madera de un alcornoque, siendo este segundo mucho más ecológico ya que además ayuda a que sigan existiendo bosques.
Olvidarse definitivamente del tan temido como odiado olor a corcho: se trata de un olor mezcla entre humedad y cartón que puede transmitir un corcho al líquido (hay bodegas que analizan cada corcho uno por uno antes de taponar cada botella para que no haya sorpresas).
La dificultad de gestionar el corcho a lo largo del tiempo: el corcho es un elemento natural y ecológico que a lo largo del tiempo cambia y puede afectar al vino de muy diferentes maneras. El tapón sintético, aún siendo mucho menos ecológico, siempre será el mismo. La desventaja de este segundo es que no transpira en absoluto (el corcho con el tiempo sí, y eso ayuda a madurar un vino), aunque se está investigando la manera en que lo hagan.
Visto los motivos, vayamos al uso: los tapones sintéticos se utilizan principalmente en vinos pensados para ser consumidos en el corto plazo o vinos que no necesitan envejecer en botella. Sería el caso de los vinos jóvenes o los rosados.
Ya hay decenas pero por poner un par de ejemplos, en este caso tenemos el ejemplo de la bodega Menade, de Rueda, que utiliza el tapón sintético para su verdejo joven de la cosecha 2011, reservando el corcho para su vino de crianza V3 Verdejo Viñas Viejas. Otro ejemplo sería el recién estrenado rosado de Ramón Bilbao, del que hablamos aquí hace poco, que también ha apostado por el tapón sintético.
Como veis, se trata de vinos pensados para ser consumidos en uno o dos años después de la cosecha. Los vinos con crianza, por su parte, siguen necesitando el corcho (al menos hasta que alguien demuestre que un tapón sintético es capaz de transpirar), ya que es su complemento para madurar y asentarse hasta que son descorchados.
Por tanto, no es una blasfemia. Es un avance. Aún así, son muchos los consumidores que aún se muestran contrariados e incluso escépticos ante los tapones que no son de corcho porque lo relacionan con una calidad inferior.
Y aunque sí es cierto que es complicado encontrar vinos caros o pensados para durar en el tiempo que no mantengan el clásico corcho por los motivos ya comentados, también es cierto –véanse los ejemplos citados, y muchos más- que tenemos vinos magníficos en España que se han pasado al tapón sintético, al de vidrio, e incluso a la tan extendida en otros países rosca. Y como ejemplo el desenfadado recién estrenado verdejo del grupo Miravinos: Infraganti.
Tomado de Vanitatis