En toda carrera hay una vida útil. Hemos visto que en el futbol, como en otras carreras, los jugadores se retiran a cierta edad de las canchas, ya que el cuerpo humano tiene limitaciones a medida que se va envejeciendo. Algunos jugadores lo hacen en un momento indicado y otros no, unos con gloria y otros con la dignidad en entredicho.
Hemos visto casos como el de Roger Milla, camerunés que jugó el mundial de 1994 con 42 años, o Kevin Poole, arquero inglés que se retiró en el 2012 “rayando” los 50. Unos se retiran en medio de escándalos, como Freddy Rincón o Maradona; otros con sobre peso como Ronaldo o Iván René Valenciano. Por lo general, a medida que aumenta la edad disminuyen las glorias del pasado.
Así como en el fútbol, la política también (pensaría uno) que tiene sus limitaciones en términos de edad. Pero como vivimos en el país de las excepciones podemos encontrarnos con personajes tales como Roberto Gerlein, senador “sénior” de la República.
Cuenta la leyenda que Gerlein, graduado de la primera promoción de abogados de la Universidad Javeriana y cofundador del Partido Conservador Colombiano, viene ejerciendo como congresista alrededor de medio siglo. Por lo que es de esperarse que sus propuestas e ideologías sean ciertamente anacrónicas.
Por supuesto, no se trata de tachar a una persona por su edad. De hecho, el adulto mayor merece máximo respeto, ya que la experiencia es un gran insumo para la sabiduría. Sin embargo, el senador Gerlein presenta una condición compleja de extemporaneidad, sin contar que se encuentra en el top 10 de inasistencias a las sesiones del Congreso.
Recientemente el senador fue invitado a un foro sobre educación en la Universidad del Rosario, donde varios candidatos representando a sus respectivos partidos exponían sus propuestas y opiniones frente a la problemática de la educación en el país.
Uno de los grandes consensos del foro aboga por la inclusión del estudiantado en las decisiones importantes de las universidades. Pero al tratar el tema, Gerlein de manera magistral dio a entender que los jóvenes no deberíamos tomar decisiones, tan solo podemos opinar.
Decir eso en una universidad, en el año 2014, en elecciones y esperar aprobación, es un claro ejemplo de inoportunidad, algo así como los perros en misa. Pero juzgar en primera instancia es un problema en estos días, así que pudo haber sido un error por el nerviosismo de ver el auditorio lleno. Por lo tanto, valdría la pena confirmar que efectivamente el senador hubiese querido decir eso.
En el momento de la entrevista que muy amablemente me fue concedida por el senador, no solo me confirmó lo que había dicho frente al auditorio, sino que lanzó otras aseveraciones, donde los jóvenes solo estamos para aprender y para recibir instrucciones.
Por un momento, me transporté en el tiempo y me vi transcribiendo manuscritos en una escuela monástica del siglo XII, mientras retumbaban en mi cabeza frases como: “uno no va a la universidad a enseñarle al profesor, ni va a reconstruir la universidad”.
Según Gerlein, la única decisión que hemos de tomar es la de matricularnos.
Si normalmente hay vacíos entre las propuestas de un candidato al Congreso y lo que la ciudadanía demanda, con Gerlein deja de ser un simple vacío a ser un monumental abismo. Por eso, mi invitación al (de nuevo) candidato al senado va encaminada a que se tome en serio la trillada frase: “no hay que vivir en el pasado”; y que vuelva al futuro.