El euro sigue empeñado en no pasar desapercibido en 2015. Ahora vuelve a llamar la atención, pero esta vez no por su debilidad, sino por una reacción alcista que causa sorpresa… O no tanto.
Las aguas de los mercados financieros bajan revueltas en las dos últimas semanas. Esas turbulencias están dejando una notable huella en la deuda pública, con una oleada de ventas que está disparando la rentabilidad de los bonos. El bund alemán a 10 años ha pasado del 0,15 al 0,72% en menos de dos semanas y el bono español ha tocado de nuevo el 2%, algo que no ocurría desde noviembre. Pero el impacto de esa marejada va más allá. Y tiene su correspondiente reflejo en las divisas. Si ya estaban agitadas en 2015, los últimos acontecimientos han provocado un nuevo vuelco, con el matiz de que esta vez se traduce un intenso rebote del euro.
Desde los 1,046 dólares a los que la divisa europea llegó a caer a mediados de marzo y que supusieron su cambio más bajo desde 2003 contra el billete verde, la moneda única se ha apreciado un 8,5%, hasta los 1,135 dólares. Esta reacción se aceleró en la última semana, en la que se apreció un 3%, aunque el euro camina hacia su cuarta semana alcista consecutiva, algo que no se ve desde marzo de 2014.
Lo más llamativo es que esta reacción coincide con el empeoramiento de la situación en Grecia. Las negociaciones con los acreedores -Europa y el Fondo Monetario Internacional (FMI)- no solo se han enquistado, sino que se han deteriorado. Y el temor a que el país tenga que imponer controles de capitales –corralito– y a que incluso acabe saliendo del euro –Grexit– crece por momentos.
Del ‘carry trade’ a la Fed
Teniendo en cuenta el impacto que estos riesgos pueden tener en la credibilidad del euro, ¿por qué se aprecia la divisa europea? Por tres motivos fundamentales.
El primero, y fundamental, que el euro se ha convertido en la principal divisa de financiación. Es decir, la moneda que actúa como la biela para poner en marcha la maquinaria del carry trade. Este rol se traduce en que cuando los inversores se envalentonan y manifiestan un alto apetito por el riesgo, el euro se debilita. Por el contrario, cuando vuelve el pesimismo y los inversores regresan a las trincheras, el euro se aprecia. Como en las últimas semanas ha imperado esta segunda realidad, el euro ha vuelto sobre sus pasos, un proceso que camina en paralelo y se encuentra conectado con la corrección de la deuda pública.
El segundo, que en el mercado se está extendiendo la idea de que, al menos a corto plazo, la salida de Grecia, más que debilitar al euro, lo fortalecería. La Eurozona soltaría lastre, y a la espera de ver si se producen réplicas en otros países a medio plazo, al menos en el corto alcance el euro se sentiría aliviado tras finiquitar un culebrón que comenzó hace cinco años.
Y el tercero, que los inversores están revisando sus cálculos sobre la primera subida de los tipos en EEUU, que llevan congelados entre el 0 y el 0,25% desde diciembre de 2008 La economía no termina de crecer lo suficiente como para empujar a la Reserva Federal (Fed) a elevar el precio del dinero en junio, algo con lo que sí contaba el mercado a comienzos de 2015. Ahora, los expertos ubican ese incremento en septiembre.
Los inversores tendrán este viernes una cita clave para calibrar mejor el momento que atraviesa la economía estadounidense. Consiste en los datos de empleo de abril. Las previsiones contemplan una creación de 230.000 empleos, por encima de los 126.000 de marzo, y un descenso de la tasa de paro del 5,5 al 5,4%.