Pocas veces como esta, resulta imperioso dedicar tanto tiempo para pensar por quién votar. Pocas veces como esta, resulta imperioso tomar conciencia del rol como agente decisivo en un proceso electoral. No solo estamos ad portas de una nueva elección presidencial, sino ante, quizás, la campaña presidencial más sucia y escandalosa de la historia de Colombia. Una campaña marcada no por la difusión de ideas sino por la profusión viral de escándalos, denuncias y acusaciones que han volcado en una fastidiosa guerra de desgaste.
Hoy más que nunca, el voto indeciso juega un papel realmente decisivo para inclinar la balanza de un lado o del otro, pues la incertidumbre, el miedo y la apatía, han sido resultado de estas vergonzosas campañas. Las encuestas se tornan en una vertiginosa montaña rusa en que ningún candidato tiene asegurado nada, más que el desprestigio por alguna desafortunada apreciación.
Faltando pocos días para que dé inicio esta batalla campal en las urnas, es muy difícil percibir un panorama poco desalentador. No hay ideas, no hay programas, no hay propuestas. Los medios solo reproducen lo que mejor se acomoda a sus intereses de rating. Aún hoy nos enfrentamos a elegir por el que menos salpicado se muestre o por el que más haya vociferado en contra de su contendor. La falta de debate ha sido caldo de cultivo para que esta situación se recrudezca.
Faltando dos semanas para elecciones, aún no había claridad sobre la existencia de debates. Y fue gracias a la presión ciudadana y a la presión de colectivos, que apoyados por algunos pocos medios de comunicación y organizaciones afines, que el mensaje del debate llegó a oídos de los candidatos. Fue gracias a esa presión activa y efectiva que de cero debates se lograron programar cuatro. Sin embargo, esto no es suficiente, si los candidatos siguen reticentes a debatir. De dos debates televisados, ninguno se ha dado con los cinco candidatos presentes.
Y ante esta falta de debates serios y de altura, y en consecuencia, la continuidad de la incertidumbre, es necesario, pues, identificar dos escenarios de votación claramente diferenciados: los que tienen el voto definido (independientemente de si es por algún candidato o por el blanco, o simplemente los que tienen claro que no van a votar) y los que aún están indecisos (pues no saben si votar por algún candidato, votar en blanco, o no votar). Es este último sector quien decida la balanza de qué lado se inclina.
Si usted me preguntara por quién votaría, simplemente le diría que mi voto es azul, mi voto es Conservador. ¿Y por qué voto así? Porque así decidí votar. Determinar las preferencias de voto, las lógicas con que una persona elije y los patrones de comportamiento, no son asunto de análisis para un artículo de opinión. Mas si lo son para un estudio académico en materia de ciencia política, psicología política o sociología política. Quizás no soy el más indicado para guiar su voto (en dado caso que usted busque alguna asesoría). No puedo decirle quién es mejor ni quién es peor. No puedo afirmar con certeza quién será mejor para sus intereses individuales o para los intereses colectivos. Sin embargo, lo que sí le puedo decir, es que no se sienta ni juez ni culpable a la hora de elegir. No se sienta verdugo moral por haber votado por X o por Y. Por el contrario, siéntase un verdadero ciudadano por haber participado de manera activa, racional y consciente.
El voto moral no cuenta en esta elección, si usted cree que su candidato es la tabla de salvación del país, pues las campañas que la preceden han sido a todas luces amorales e inmorales. Además, recuerde que muchos piensan lo mismo de sus candidatos. Pero su voto será moral, siempre y cuando usted sea sensato con sus creencias y con sus ideales. En últimas, será este el factor diferenciador en estas “atípicas” y vergonzantes elecciones.
Yo voto azul, porque soy Conservador. Yo voto azul, porque mi conciencia así me lo dicta. Yo voto azul, porque sólo así sabré que actúo en concordancia con mis ideales y mis creencias. Pero como ciudadano, lo invito a que reflexione y que no vote por las pasiones. Piense en que su voto consciente, sea por quién sea y bajo la premisa que sea, va a ser un voto que le hará bien a la Democracia. No vote por cumplir. Vote porque es su derecho y su obligación para con la sociedad. Yo voto azul porque me siento ciudadano… ¿Y usted por quién vota?