Esta semana denunciamos junto al parche que impulsa “A Reformar La Policía Ya”, una nueva masacre en el sur de la ciudad, donde el autor fue al parecer un policía del distrito -La Policía anunció en la últimas horas que está desvinculado desde 2019- y las víctimas nuevamente jóvenes. Hay una cosa que parece ser cada vez más evidente con este acto atroz y con otros tantos en los que los victimarios suelen ser miembros de la institución que se supone debe cuidar la vida: la Policía Nacional no está formando a sus miembros para manejar conflictos ciudadanos, ni cuando portan el uniforme y mucho menos cuando se encuentran sin este.
El pasado 11 de julio en la localidad de Ciudad Bolívar se encontraban cuatro jóvenes jugando bolirrana, en un establecimiento público, al final de la partida, y en vista de que no tenían el dinero suficiente para pagar la cuenta uno de los muchachos ofreció su celular como prenda de pago, para ir al día siguiente por el mismo a cambio de entregar el dinero correspondiente, sin embargo, en medio de la tensión, un hombre que también estaba en el lugar se integró a la conversación de manera grosera, lo que generó una reacción en la misma forma de los muchachos y lo que devino en una riña, que finalizó cuando el hombre sacó un arma y le disparó a tres de los cuatro muchachos, asesinando a dos de ellos y dejando gravemente herido a otro.
Este hecho aberrante, equivalente a cualquier película sobre un psicópata, resulta más aterrador, cuando conocimos que el autor del crimen goza de total impunidad, caminando sin preocupación por el barrio donde se cometieron los asesinatos, mientras que los familiares del joven sobreviviente deben esconderse y resguardarse de las amenazas para que no continúen con el proceso penal.
El año pasado denunciamos que 2020 pasaría como el período con la mayor tasa de abuso policial de los últimos 15 años. Sin embargo, no nos imaginamos que lo ocurrido el 9 y 10 de septiembre sería la antesala de un método criminal de abuso de autoridad, frente al cual la justicia y las autoridades se mantienen inermes, y que nos dejaría cerca de 44 asesinatos durante el Paro Nacional donde se vincula a miembros de la Policía como responsables directos.
La masacre del 11 de julio tiene un punto en común con las otras actuaciones violentas y criminales de algunos policías, la acción refleja una concepción de la violencia como un acto en el que se reprende al enemigo. Ante los policías que abusan de su autoridad, los jóvenes, los pobres, las mujeres, y los manifestantes pierden su cualidad de ciudadanos y son despojados de sus derechos. Miembros de la Policía no saben manejar conflictos civiles, porque no están formados para esto, sino para la guerra.
Muchos policías que conestan con el delito, actúan seguros de la legitimidad de su comportamiento, pues todo el tiempo son exaltados por su heroísmo, pero una sociedad que pretende superar años de guerra no requiere héroes, requiere mediadores, facilitadores del diálogo. Gente admirable. Hemos estado en las calles discutiendo las reformas que deben llevarse a cabo al interior de la Policía, la ciudadanía quiere seguridad, y una Policía en la que pueda confiar, pero no porque alguna ley lo promulgue, sino porque las actuaciones de sus miembros lo inspiran.
Estamos seguros de que como sociedad necesitamos una Policía que inspire confianza, pero para ello requerimos que se reconozcan las violaciones a los derechos humanos, que se castigue a los criminales, pero sobre todo que se cambie la formación de los miembros de la policía, hay que desligar el hedor de las manzanas podridas producto de la educación del enemigo interno, para permitir que se cultive la confianza y la legitimidad.