Las imágenes de lo ocurrido durante esta semana en donde se evidenciaba una contundente furia ciudadana contra los abusos de la Policía Nacional, deja una sola lectura y es que los colombianos ya no aguantan los excesos de los miembros de una institución de carácter nacional, que parece estar fuera de control.
Los actos de vandalismos no pueden ser la excusa perfecta para que una vez más el Gobierno Nacional pretenda justificar las acciones desmedidas de un grupo de policías que salieron a disparar sin saber a quién o sin tener un blanco fijo y sin ninguna justificación. Cualquier destrozo a edificio o casa por grave que sea, es algo que se puede solucionar a diferencia de la vida de los 10 jóvenes que fallecieron en medio de las protestas, donde una vez más, la Policía es la principal sospechosa. Estas no las recupera nadie, lo mismo que a Javier Ordóñez.
Si los ánimos en Bogotá están encendidos, es culpa de la Policía Nacional y lo que más indigna es que el presidente Iván Duque, sea incapaz de reconocerlo, no sé si por cobardía o porque otro no le da permiso.
Que pesar que el primer mandatario no aproveche estos momentos para estar cerca de los ciudadanos y se aleje de quienes desde adentro de la institución le hacen daño a la misma institución. Lamentable que haya despreciado la invitación de la alcaldesa Claudia López para realizar un acto de reconciliación con la ciudadanía. Qué triste que a Duque le quede grande entender que en estos momentos es el establecimiento quien le falló a la ciudadanía y que es al establecimiento a quien le corresponde dar el primer paso.
Tienen razón los ciudadanos en desconfiar de los miembros de la Policía Nacional, porque han sido constantes y repetitivos los abusos y excesos que suelen cometer, algunos son registrados en videos y han servido para que la opinión pública conozca los casos y presione para que ejerzan las debidas acciones, pero también hay muchos casos donde no está el video que pruebe los hechos y es aquí donde se suele acudir a la solidaridad de cuerpo para ejercer la práctica que muchos rechazamos, el tapen – tapen.
Por esto insisto, es a la misma Policía Nacional a quien le corresponde trabajar para que esa confianza del ciudadano, se restablezca. Esto no va a ocurrir porque sí, tienen que darse unos hechos que lo permitan y es el presidente de la república, como su máxima autoridad, quien debe liderarlas.
Arde Bogotá por la indignación que existe hacia una institución del Estado. En las manos del primer mandatario está la fórmula para que no se genere una cadena que haga que la situación termine por salirse de control.
Fernando Mendoza