Desde enero de este año aseguramos dos cosas que terminaron pasando: dijimos que la velocidad de contagio volvería a subir para marzo si no se tomaban medidas adecuadas a tiempo. También, que un tercer pico de la pandemia, más contagioso y mortal que el anterior, vendría inexorablemente si no se trabajaba para frenar la velocidad de contagio desde enero mismo. Hoy los acontecimientos nos dan la razón.
¿Qué proponíamos y seguimos proponiendo? Algo muy claro: implementar un tipo de cuarentenas cíclicas y cortas, que denominamos 3×2, con las que buscamos salvar vida y economía la vez. Ponerle un freno a la velocidad de contagio cada dos semanas, con tres días de cuarentena, hasta lograr al cabo de 44 días una disminución de la velocidad de contagio tal que estuviéramos muy lejos de necesitar más cuarentenas, más camas UCI, más rescates al comercio y más dolores de cabeza.
Desde ese momento la medida se enfrentó a la tenaz resistencia de algunos. Es verdad que las personas están cansadas de las cuarentenas, pues han traído una destrucción sin precedentes en la economía capitalina. Solo pensar que 60.000 empresas de la región desaparecieron totalmente, es argumento suficiente para clamar por menos cierres. Pero las cuarentenas son un mal necesario.
Y lo son porque no imponerlas se traduce en la terrible tragedia de la enfermedad y la muerte. No hay que perder de vista que más de 14.000 personas han perdido la vida en Bogotá a causa del coronavirus, y que un reciente estudio publicado en la Lancet Psychiatry reveló que 1 de cada 3 sobrevivientes al Covid-19 quedan con enfermedad cerebral. Como ya mencionamos en otra columna, las consecuencias post-Covid-19 son reales y afectarán a grandes porciones de la población, a las que debemos llegar con atención en salud mental, cuidados paliativos y de recuperación, entre otras. Hablamos de atender las dolencias de cientos de miles de personas, por lo que nuestra responsabilidad es evitar a toda costa que más personas enfermen o mueran de coronavirus.
En esta trágica lotería, nadie podría decir que acepta enfrentarse voluntariamente a contagiarse con la enfermedad y enfrentar sus consecuencias. Pero, definitivamente, si a eso se le suma el hacerlo en un sistema de salud colapsado, sin camas UCI disponibles y con personas esperando por oxígeno, todos debemos estar de acuerdo en que las medidas de cuidado son una obligación moral.
La Alcaldía de Bogotá, que entendió esto, anunció un clico de cuarentenas 4×3, consistente en cierres de tres días cada cuatro días. Como se ve, es un modelo mucho más restrictivo con la economía, pues la deja fuera de combate media semana. Además, para que surta efecto en el propósito de bajar la velocidad de contagio, este ciclo debe hacerse de manera regular, y no solo una vez al mes.
La medida fue rechazada por los gremios y sectores económicos con un argumento muy valedero: no podemos seguir matando economía por salvar vida, pues está tan mal como matar la vida por salvar a la economía.
Es por esto que volvemos a insistir en el modelo que presentamos en enero: cuarentenas 3×2, que permitan operar dos semanas a la economía antes de cerrar solo por tres días. Estos ciclos garantizan planificación y orden en la economía, además de martillar la velocidad de contagio hasta hacerla insignificante en el día 72 del ciclo.
Estamos a tiempo de considerar este modelo, que salvaría vida y economía a la vez en una ciudad que busca salir de la pesadilla del coronavirus y proteger su economía. Una ciudad que necesita cuarentenas que maten al virus, no al desarrollo.