Este 15 de abril fue el día en el que sí o sí tuve que salir de mi casa y realizar todos los trámites bancarios y consultas que tenía pendientes, así que aproveché para hacerlo todo en este día. Rompí así, casi 4 semanas de cuarentena desde que se reportó el primer caso de contagio por coronavirus COVID-19.
En primer lugar, me levanté a las 7 de la mañana para realizar el que iba a ser el primero de 3 trámites que tenía pensados, sabiendo que el banco más cercano abría a las 9 de la mañana. Sabía que tenía que estar como mínimo una hora antes de la apertura de la sucursal bancaria para hacer dicho trámite, ya que las referencias que conocidos y noticieros me habían dado, no eran las mejores. Pero como dice el dicho, hace falta ver para creer. A parte de mi maletín, llevaba el tapabocas respectivo y un par de guantes. Siempre siguiendo el protocolo recomendado.
El transporte funcionó a la perfección. Demoró menos de 5 minutos en pasar y 25 minutos en el trayecto desde mi casa al punto del destino.
Llegué a la sucursal del banco a las 8:50 a.m. con una fila de extensión que correspondía casi a 2 cuadras. De igual forma, el resto de oficinas bancarias que estaban por la zona de los oulet’s de la Avenida de las Américas contaban con la misma suerte. Delante de mí había unas 50 personas, y siendo pesimista calculé una demora máxima de 1 hora. La gente se apegaba a lo recomendado evitando todo tipo de contacto con los demás y manteniendo una distancia prudente.
Sin embargo, la realidad le ganó a mi pesimismo. Me atendieron a las 11:40 a.m. hubo todo el protocolo de higiene: los vigilantes del banco se cercioraban del buen porte del tapabocas y exigían que todo el que entrara tomara una generosa cantidad de alcohol en gel. Atendiendo estaban 5 personas de 7 cajas disponibles. El trámite demoró menos de 2 minutos.
El segundo trámite fue mucho más rápido y eficiente. Al lugar llegué faltando 5 minutos para las 12 del mediodía. Estaba a 5 cuadras de distancia de mi primer destino. Allí la fila era mucho más corta. Delante de mí había 9 personas. A pesar de haber solamente una persona atendiendo en la caja, demoré 25 minutos en la fila y 1 minuto en el trámite. El protocolo era exactamente igual al de mi primer trámite con la única deferencia de que no daban alcohol en gel, sino alcohol rociado. Tuve que desplazarme a mi último destino caminando unos 15 minutos.
Aunque era latente la disminución en la concurrencia, impresionaba el flujo en las entidades bancarias. El peor escenario lo vi en una sucursal del Fondo Nacional del Ahorro, la fila rodeaba toda la manzana, cual si hubiera una firma de autógrafos de algún artista legendario a nivel mundial.
Eran poco comunes los carros particulares, se pudo ver muchísima oferta de transporte público, motocicletas y una buena cantidad de ciclistas.
Mi último trámite no duró ni 5 minutos, fue un entrada por salida. Sin fila, todo muy fugaz. Ya eran las 12:43 p.m.
Los buses en los que me transporté tenían un ambiente capitalino durante los días entre el 28 y 31 de diciembre, habíamos dentro unos 5 o 6 en promedio, nunca llegó a haber más de 10 personas al mismo tiempo. La misma suerte se podía palpar en el resto de buses que veía. También, hubo un buen flujo de concurrencia femenina a pesar del pico y género.
Estuve desconectado de la coyuntura local desde las 8:30 a.m. que salí de mi casa. Justo cuando iba a tomar el transporte de regreso, vi un buen flujo de personas que bajaban de Transmilenio y SITP, ya que una protesta bloqueaba la Avenida Las Américas.
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“¡Les dio hambre!”, fue la respuesta vacua que recibí cuando le pregunté a un vigilante sobre lo ocurrido. Más adelante pregunté a uno de los implicados en la protesta y me explicó los motivos por los cuales empleados de construcción pedían ayuda al Gobierno Nacional y a la Alcaldía de Bogotá para subsistir. Una cuadra antes había presencia de la fuerza disponible y pocos agentes del ESMAD -todavía sin ejercer-. Después desde mi casa, pude ver el trasfondo y que en varios puntos de la ciudad sucedía lo mismo.
Tuve que caminar unos 20 minutos más para tomar un transporte alterno al de mi ruta normal. A la 1:42 p.m. llegué a mi casa. 5 horas y 12 minutos demoré realizando 3 trámites bancarios, que en un día normal hubieran demorado poco más de una hora.
Aunque pensé que la variable de ser quincena pudo haber incidido, compartí mi experiencia con otros familiares y amigos que estuvieron en las mismas semanas anteriores y todos me narraron un panorama parecido, a veces incluso peor.
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