La reforma a la Policía que nos soñamos con varias organizaciones, ciudadanía en general, víctimas y academia, busca transformar estructuralmente el quehacer policial, dignificando la labor de las personas que están dentro de la institución para que a su vez presten un servicio que responda verdaderamente a las necesidades de la población, que respete y potencie la diversidad, una Policía que deje atrás la lógica del enemigo interno y consolide una doctrina democrática para la paz.
Por esta razón, dentro del borrador de reforma, construimos colectivamente los enfoques que consideramos son ineludibles en la nueva institución policial y que serán transversales a todas las políticas, proyectos, programas y planes en relación con su ejercicio.
En primera medida, consideramos que las acciones de las autoridades deben garantizar y procurar el goce efectivo de los derechos humanos, con especial énfasis en la vida digna, la integridad personal, la igualdad y la prohibición de la discriminación.
Con el objetivo de reconocer las afectaciones diferenciadas de algunos grupos poblacionales en materia de seguridad y violación de derechos, proponemos el enfoque diferencial e interseccional, para que las acciones de las autoridades competentes estén encaminadas a corregir las cargas desproporcionadas y excepcionales sufridas por las personas y grupos poblacionales tradicionalmente discriminadas y en desventaja, como es el caso de la comunidad LGBTIQ+, comunidades étnicas, jóvenes y personas en vulnerabilidad económica, entre otras.
Desde la perspectiva de los derechos, intereses y necesidades de las mujeres en su diversidad, planteamos el enfoque de derechos humanos de las mujeres, que busca lograr equidad real. Para esto, se debe propiciar el acceso y goce efectivo de los derechos de las mujeres, identificando y atendiendo las afectaciones específicas asociadas a roles de género y la desigualdad de poder.
Le estamos apostando a un accionar policial que reconozca e integre las necesidades, características y particularidades económicas, culturales, ambientales y sociales de los territorios y comunidades de forma integral y coordinada con la ciudadanía.
Adicionalmente, es necesario el enfoque de cultura ciudadana, que propende por la autorregulación, mutua regulación y cumplimiento de las normas legales mediante la creación y cumplimiento de acuerdos ciudadanos con la policía, la construcción de confianza entre la ciudadanía y la institución y el cumplimiento de la ley de los ciudadanos hacia las normas del país, la Policía como ejemplo hacia la ciudadanía de cumplimiento de normas y que a su vez de manera democrática, transparente y sin violar derechos humanos hace cumplir las normas, intensifica la democracia y construye paz.
Para esta propuesta de reforma entendemos la seguridad ciudadana como un bien público y una salvaguarda de la vida y los derechos humanos, es la seguridad de la cual se beneficia toda la ciudadanía, sin discriminación, respetando y promoviendo sus derechos. Como bien público es multicausal pues reconoce la naturaleza multifacética de la criminalidad y la violencia, es territorial al concentrarse en la prevención local y situacional del delito y multidimensional porque está en manos del Estado a través de la Policía Nacional, los organismos de control, la administración de justicia y penitenciaria y entidades nacionales y territoriales, quienes deben garantizar los derechos económicos, sociales, culturales, ambientales, la gestión urbana, la protección de la niñez, las mujeres, las y los migrantes y demás grupos poblacionales.
Consideramos también que la Policía Nacional debe tener apertura institucional, entablando un diálogo directo y permanente con la ciudadanía, las autoridades locales y el Ministerio Público para la regulación y prestación del servicio, garantizando la veeduría ciudadana y la coordinación interinstitucional en todas las acciones para la gestión de la seguridad ciudadana.
Otro elemento importante es el honor y orgullo institucional, que consiste en la formación y prestación ética del servicio policial, con el fin de consolidar la confianza de la ciudadanía, especialmente de los grupos poblacionales más vulnerables a sufrir mayores impactos por la inseguridad y la gestión de la seguridad.
Finalmente, esta propuesta de reforma a la Policía tiene una apuesta por la educación, siendo esta el proceso integral y permanente de formar, capacitar y entrenar profesionalmente a sus integrantes en el desarrollo de las competencias necesarias para el cumplimiento de su deber constitucional, incluyendo la construcción colectiva de una doctrina democrática para la paz.
La ambiciosa apuesta de reformar la Policía Nacional que he expuesto en esta columna y que recoge perspectivas de diversos actores de la sociedad, pasa por transformar la forma en la que comprendemos el quehacer policial, la seguridad, la educación, el orgullo, así como los elementos que deben hacer parte de una institución que respete y construya con la ciudadanía, que escuche sus necesidades y se convierta en defensora de sus derechos. El camino para construir la Policía que nos soñamos pasa por lograr un consenso en las perspectivas diversas y está abierto a todas las personas, entidades y organizaciones, que quieran hacer parte de la transformación. Por esto les invitamos a aportar en esta construcción colectiva. ¡A reformar la Policía ya!