En 1998, bajo la alcaldía de Enrique Peñalosa a Bogotá le llegó una medida que tenía como objetivo alivianar el tráfico de la ciudad en las horas “pico” y distribuirlo en las llamadas horas “valle”, no por la ruta de ampliar la infraestructura ni modernizar las vías existentes, sino por el lado de la restricción a la circulación: el pico y placa.
Lo que en su momento generó duras críticas y grandes complejidades, poco a poco se convirtió en paisaje y como todo, los ciudadanos se terminaron adaptando. La ciudad siguió su ritmo y las administraciones que siguieron mantuvieron la medida y le fueron haciendo retoques. En un primer momento se amplió media hora en la mañana y media hora en la tarde. Posteriormente se anexó el “pico y placa ambiental” y se añadieron a las restricciones los buses y taxis. Hasta aquí la cosa parecía hacer sentido y las personas podían adaptar su movilidad guardándose en unos horarios específicos, pero los ajustes continuarían y llegó la ampliación del horario a que fuera de todo el día. Este esquema rompió el modelo previsto y destruyó lo que se había logrado.
Con la entrada en vigor de esa nueva versión del pico y placa, cada hogar o persona que tuvo manera de comprar un segundo vehículo lo hizo, garantizando así poder salir a la calle cualquier día de la semana. Nuevamente, la situación generó caos y grandes reproches de los ciudadanos, pero al igual que antes nos adaptamos y continuamos en nuestro día a día, eso sí, todo el que podía compró su carrito para poder circular por la ciudad.
De manera reciente hemos visto que el “pico y placa” sigue entrando y saliendo del quirófano con ajustes que realmente no se sabe si apuntan al problema real de los grandes trancones en Bogotá. Es claro que el tráfico tiene varios factores que lo afectan, por un lado, la cantidad y calidad de vías, aquí es obvio que Bogotá y en general el país completo, tiene un atraso de décadas. Para ejemplificar lo anterior, desde que yo estudiaba en el colegio he escuchado que se hará una vía para conectar la calle 170 con La Calera y que se ampliará la salida de la carrera séptima al norte… ya pasaron 40 años y el discurso sigue siendo el mismo. Otro ángulo del problema de los atascos es la falta de alternativas para movilizarse por la ciudad, es decir el sistema de transporte público sigue siendo ineficiente, haciendo que los ciudadanos prefieran en cuanto pueden saltar a una motocicleta o a un carro.
Las últimas dos pasadas del pico y placa por la sala de cirugía sí que han sido la cereza del pastel; hace unos meses se anunciaba que las personas podrían pagar un impuesto para que su carro quedara exento del “pico y placa”, algo que en su momento me hizo pensar que estábamos validando el rasgo más característico de la cultura mafiosa que marcó por muchos años a nuestra sociedad: el que tenga plata pues que pague y se salve, y el que no tenga dinerito pues que se friegue.
No contentos con esto, ahora resulta que a partir de este mes podremos pagar por día, por semestre o por año… es decir que el concepto del pico y placa se acabó. ¿Díganme ustedes qué policía de tránsito va a estar en el trabajo de parar carros para verificar si tienen permiso, si se registraron en la página del gobierno y llevan el dichoso registro, o si son “vivos” que están aprovechando el desorden para salir a su antojo”? La cosa está compleja y no solo se ve difícil su implementación, sino su cumplimiento y verificación.
¿Y el problema de fondo? ¿Cuál es el plan de largo aliento, de ciudad y de país para transformarnos y no tender que vivir maquillando medidas que se quedan cortas cada dos años? La decadencia del pico y placa es evidente y será un mal que se contagiará a todas las ciudades a las que se ha llevado en Colombia, porque la medida no puede ser emitir decretos mientras se siguen evadiendo las grandes obras y los enormes desafíos en infraestructura y movilidad que tenemos en Colombia.
Los consensos y los acuerdos hacen falta en nuestra sociedad para que veamos estos temas con una visión de largo plazo y que vaya más allá de una tendencia política o de los caprichos de algún candidato. El pico y placa es tan solo una muestra más de este problema nacional, que tiene al país en soluciones temporales para problemas fundamentales.
Definitivamente el pico mató a la placa, y ya el número o la restricción serán cosas del pasado, es momento de replantear la respuesta, que de seguro requiere otra metodología.
Alfonso Castro Cid
Managing Partner
KREAB Colombia