Nuevamente perdimos la oportunidad de darle un tratamiento acorde a las embestidas del coronavirus: Bogotá cerrada con cuarentenas estrictas, con el sistema hospitalario desbordado y la tragedia de la muerte rondando por las calles vacías. La vida y la economía son las grandes afectadas.
Soy de los que piensan que a uno lo empiezan a oír cuando uno se cansa de decir las cosas. En este caso, llevamos cuatro meses recalcando que la situación actual iba a ocurrir: desde enero estamos anticipando un tercer pico de la pandemia para estas fechas; desde enero, hemos estado insistiendo en que cada pico es más letal y contagioso que el anterior; desde enero, hemos señalado sin ambages que cada nuevo pico es más mortal para la economía, ante la acumulación de pérdidas y cuarentenas; desde enero, hemos presentado un modelo científico para bajar la velocidad de contagio, a través de cuarentenas cíclicas y corta, mientras se permite la operación de la economía el 70 % del tiempo. En conclusión, desde enero hemos estamos hablando del problema que se iba a presentar actualmente, pero también, y en ejercicio de un control político estricto y propositivo, de la solución.
Pero la situación evolucionó hasta tener lo que vemos hoy en día: no hubo cuarentenas entre febrero y abril, lo que permitió al virus coger velocidad de contagio y se hiciera prácticamente inatajable el día de hoy. Las cuarentenas cíclicas y cortas, que no se hicieron a tiempo, hubieran podido evitar el cierre total de la economía y el colapso hospitalario.
Sin embargo, llorar por la leche derramada no es prudente en estos momentos. Si todo sigue como va, Bogotá tendrá un colapso de sus UCI para este 3 de mayo, lo cual exige que las autoridades se enfoquen en coordinar la logística con otras regiones para trasladar a sus pacientes. No podemos dejar una sola persona que lo requiera sin UCI.
Alguien hablaba de la pandemia como un meteorito inesperado. Tiene razón: así de rápido llegó, así de catastróficos son sus efectos, y así de medible también es. Al meteorito se le puede estudiar prediciendo sus trayectorias. Se le puede atajar estableciendo estrategias de frenos al saber su rumbo. Con el coronavirus pasa lo mismo.
Con esto quiero decir una cosa muy clara: los efectos del tercer pico tienen sus causas en hechos ocurridos hace semanas; lo que se haga hoy solo puede paliar sus consecuencias. Siendo sinceros, ni siquiera es necesario cerrar totalmente la ciudad ante el colapso hospitalario, ya que esta decisión solo serviría para perjudicar aún más a la economía y no le restaría un solo paciente al sistema de salud, ya que los contagios ocurrieron antes. Lo que fue, fue, dice el adagio popular.
Sin embargo, debemos tener la responsabilidad de hablar ya sobre el cuarto pico de la pandemia en Bogotá.
Este vendría para el mes de agosto, según la trayectoria del virus. Incluso con un avance efectivo en el plan de vacunación, aún tendríamos una población de millones de personas en Bogotá susceptibles a contagiarse del virus. De ahí nuestra propuesta de modificar el Plan Nacional de Vacunación bajo el modelo de Indonesia: la gente que día a día sale a trabajar, que se mueve por toda la ciudad, debe ser vacunada ya mismo.
Pero la vacunación no garantiza nada. Para un colapso hospitalario en Bogotá solo hace falta que 50.000 personas se contagien y propaguen el virus, cosa que no suena tan descabellada en una ciudad con más de 8 millones de habitantes. Incluso con la inmunidad colectiva producida por la vacuna, ese riesgo sigue latente, pues la velocidad de contagio del virus puede tener esa capacidad de romper toda probabilidad. Restar la velocidad de contagio hasta hacerlo desaparecer es más urgente que vacunar, así esto suene excesivo.
Hemos insistido, insistimos y seguiremos insistiendo en esto: Bogotá necesita una estrategia continua de cuarentenas cíclicas y cortas, que denominamos 3×2, para permitir que la velocidad de contagio baje mientras la economía opera con libertad el 70% del tiempo. Tres días de cuarentena cada dos semanas, en turnos rotativos para que no siempre coincidan con los viernes, sábados y domingos, son la estrategia para salvar vida y economía a la vez. El resto es dejar que el virus vuelva a levantar vuelo y obligar a la ciudad a experimentar un cuarto pico, que sería la estocada final para millones de personas en términos de vida y economía.
¿Deben adoptarse estas estrategias? Claro que sí, pero en el tercer pico ya no fue.
@oramirezvahos – Concejal de Bogotá