La última semana han transcurrido algunos de los días más tristes para la ciudad de Bogotá, como un doloroso reencauche de la estrategia del miedo que tuvo lugar el 22 de noviembre del año pasado, lo que en ese momento fueron fantasmas esta semana se hicieron vergonzosamente materia en los cuerpos de la Policía, que violentaron el mandato constitucional, decidieron implementar una estrategia de terror contra las movilizaciones que demandan una transformación profunda de esa institución. Los asesinatos de más 10 jóvenes esta semana nos imponen un mandato urgente: las cosas no pueden seguir igual, necesitamos una institución que cuide la vida, no una policía que atente contra la dignidad y la democracia.
Enfrentar los retos de la pandemia no solo ha revelado las desigualdades agudas que encara nuestra sociedad, sino que además nos ha puesto de manifiesto la incapacidad de la policía para reaccionar dentro de la ley y respetando los derechos humanos de las personas, en medio de los conflictos y problemas cotidianos de las ciudades. Este año se han registrado cerca de 8 denuncias diarias contra estos funcionarios. De forma que en el primer semestre ya se acumularon 1474 denuncias por abuso policial.
Pero el problema de la brutalidad policial no es algo que haya aparecido con la pandemia, según cálculos de la Universidad Autónoma de Bucaramanga[1] las denuncias por abuso policial vienen aumentando, la tasa de denuncias por abuso policial por cada 10.000 policías aumentó en un 400% entre 2005 y 2015, pasando de 20 denuncias por cada 10.000 policías en 2005 a 80 denuncias por cada 10.000 policías en 2015. Sin embargo, si se analiza la tasa de denuncias por abuso de este año, hasta lo que va corrido, asciende hasta 100 denuncias por cada 10.000 mil policías, por lo que podemos prever que este será el año con la tasa de denuncias por abuso policial más alta de los últimos 15 años.
Por otro lado, lo que más nos preocupa es que la tasa de efectividad de las sanciones es muy baja, y se ha venido reduciendo, así que uno puede entender que la falta de confianza de la ciudadanía en la policía no es un problema que aparece de la nada, todo lo contrario, los ciudadanos desconfían porque las denuncias no tienen un proceso efectivo, y los policías que abusan de la autoridad se sienten respaldados por una institución permisiva.
En el gráfico, también elaborado por la UAB, se puede observar como la Tasa anual de amonestados, destituidos, multados, suspendidos o capturados, entre 2005 y 2015 venía reduciéndose, así que el panorama es sumamente preocupante mientras las denuncias por abuso vienen aumentando las sanciones se vienen reduciendo.
Por eso nos preguntamos ¿Tienen nuestros policías permiso para abusar de la autoridad?¿Habrán sancionados este año que se perfila como el de mayor abuso policial?
Creo que no podemos quedarnos esperando respuestas a estas preguntas sin presentar nuestra posición: 1. No puede haber más permisividad al abuso policial; 2. Deben haber sancionados; 3. Necesitamos toda la creatividad de la sociedad para reformar esta institución y para construir una que realmente cuide la vida.
La violencia policial ha puesto en riesgo nuestra democracia, pero además ha demostrado una tremenda aporofobia, los y las jóvenes asesinadas en Bogotá son principalmente de barrios empobrecidos, sin empleo y sin oportunidades de educación, los jóvenes a los que la alcaldía pretende dar nuevas posibilidades; así que no puede pasar que mientras la Bogotá Cuidadora pretende abrir caminos, la policía ciegue cualquier alternativa con la brutalidad y el abuso de autoridad.
[1] María Eugenia Bonilla Ovallos and Daniel Botero Guzmán, “El Desempeño policial democrático en Colombia,” Reflexión Política 21, no. 43 (December 31, 2019): 107–19, https://doi.org/10.29375/01240781.3740.