¡No más destrucción de la infraestructura pública en el paro!

Ya completamos un mes de paro nacional viviendo una pesadilla como país que llega en el peor momento posible: en el pico más agresivo de una pandemia mundial.

En esta perspectiva, desde luego que la vida humana está ubicada como prioridad. Llevamos como sociedad más de un año luchando por salvar la vida de millones de compatriotas contagiados con Covid-19, sin que a nadie se le niegue ayuda y siempre pensando en el bien común y el derecho a la salud como valores primordiales de nuestro país.

Aclarado lo anterior, temo leer con más frecuencia de lo habitual aquellas voces que creen que el “cemento”, como denominan a la infraestructura pública que nos pertenece a todos, puede ser destruido porque la vida es más importante. Sí, la vida humana, la vida de todos los colombianos y colombianas, es más importante que cualquier otra cosa. Pero esa vida no puede desarrollarse sin ese “cemento”.

Como ciudadanos de un Estado, requerimos de infraestructura pública, patrimonios culturales, empresas privadas y “cemento” para poder vivir en una sociedad que ofrezca posibilidades a todos de desarrollarse. Sin cemento no hay progreso, y sin progreso no hay vida posible, como bien saben incluso los manifestantes del paro.

Es por lo anterior que cada ataque al “cemento” debe dolernos a todos.

Por ejemplo, en Bogotá, y aunque TransMilenio mueve los sueños de 2,5 millones de personas cada día, muchos se empeñan en destruir este sistema, que es el único que, para bien o para mal, tiene la ciudad hoy para movilizarse. De manera ilógica, el vandalismo ha afectado el 88% de las estaciones de TransMilenio, logrando el cierre total de 54 de ellas y pérdidas de 20.000 millones de pesos que nos cuestan a todos. ¿Esto está bien?

Lo mismo sucede con la cacería de estatuas. Claro que podemos discutir el valor moral de ciertas personalidades históricas, pero no eso no implica que sea válido derribar de manera violenta nuestro patrimonio cultural. Esto corta de tajo la posibilidad de cualquier discusión, pues los violentos dictan sentencia anticipada sin oír a otras partes de la sociedad que se identifican con esas estatuas.

¡Y qué decir de las paredes! Desde luego que la vida humana, la de cualquier colombiano o colombiana, es infinidad de veces más importante que cualquier pared y considerar lo contrario está mal. Como también lo es ignorar que los eventos de inseguridad tienen una relación indiscutible con los espacios públicos degradados. La teoría de las ventanas rotas, según la cual la inseguridad florecerá en espacios sin cuidado, no es un invento. ¿Y no es la inseguridad una de las mayores preocupaciones de la ciudadanía?

Con todo, el paro nacional se ha empeñado en afectar, sea de manera directa o indirecta, al ya moribundo sector empresarial del país. Las consecuencias, como imaginan algunos con un credo político particular, no serán contra acaudalados empresarios solamente, sino también sobre millones de personas que dependen de un empleo para sobrevivir. El paro está negando el derecho más básico a la subsistencia a millones de personas que, de no trabajar, no pueden comer.

Así que atentar contra buses, estatuas, paredes y empresas sí es algo que debemos discutir. Tras reconocer el absoluto valor de la vida, y estando ampliamente de acuerdo en que no hay nada más valioso que la vida humana misma, sin distingo de raza, credo o ideología, debemos estar preparados para exigir respeto por el “cemento” y todo lo que involucra. La destrucción de la infraestructura es inaceptable.

No más bloqueos al empleo, No más vandalismo a la salud, no más destrucción de nuestras vidas. El paro debe parar.

@oramirezvahos