En mis últimas columnas me he referido con insistencia al delicado estado de salud en el que se encuentra la seguridad en Bogotá, tema en el que aún hoy vemos una paradoja: mientras la ciudadanía siente el más íntimo terror por lo que sucede en las calles, el sistema de transporte y hasta en sus propios barrios, la secretaría de Seguridad en cambio no para de asegurar que todos los indicadores van a pedir de boca y que la inseguridad está en mínimos históricos.
No miento. Esta semana, por ejemplo, se emitió un comunicado con un titular por lo menos interesante: “Histórica reducción en la tasa de homicidios logró Bogotá en 2020”. Sin embargo, y como anoté en mis redes sociales, esa “histórica reducción” se debe a una “histórica pandemia” y sus “históricas cuarentenas”. Casi una tercera parte del 2020 estuvo atravesada por estos cierres. Los bogotanos incluso vivimos más de 150 días de cuarentena, por lo cual era obvio que los indicadores de inseguridad iban a bajar: sin gente en las calles, sin ese juego de interacción entre delincuente y víctima, no existe delito.
¿Cómo insistir en este tema tan delicado sin sonar repetitivo?
Vayamos al origen de todo: la inseguridad intranquiliza tanto a los bogotanos porque nadie quiere morir a manos de los delincuentes, como es evidente; pero, además, se trata de dinero en varios sentidos.
La delincuencia le costó en 2020 medio billón de pesos al bolsillo de los bogotanos. Si uno suma el valor promedio de todos los celulares, vehículos automotores y bicicletas hurtadas en plena pandemia, esa es la cifra.
Así que hablamos de un tema milmillonario, que merece toda la atención por parte de las autoridades. Digámoslo claramente: en Bogotá estamos ante una industria rentable del delito.
Pero, más allá del dinero perdido, es decir, del pasado, la inseguridad también juega un papel fundamental de cara al futuro:
No habrá reactivación económica sin seguridad ciudadana. Simple.
La creación de riqueza a través de empresas, emprendimientos y comercio, requiere de la seguridad como una condición necesaria: nadie va a abrir su local en un sector azotado por delincuentes, y cada robo significa números rojos en las cuentas de un emprendimiento. Es algo muy evidente.
Prueba de lo anterior fue lo que vivió Colombia con los dos mandatos de Álvaro Uribe, cuando los indudables avances en seguridad inspiraron a todos los sectores a invertir y sacar adelante la economía del país. Incluso la inversión extranjera, que creció un impresionante 50 % durante su mandato, nos hizo un destino muy atractivo.
Bogotá necesita entonces de la confianza que inspira la seguridad si quiere hablar de salir de la crisis económica. Reactivar los distintos sectores golpeados por la pandemiaimplica un esfuerzo aún más grande que el de haber soportado las cuarentenas. Lo mínimo que se puede esperar al respecto es una garantía de seguridad en nuestra ciudad.
Es aquí que abrimos una pregunta dramática: ¿Las secretarías de Seguridad y Desarrollo Económico han articulado esfuerzos para brindarle seguridad a la reactivación económica que necesita Bogotá?
Como responsables de la seguridad y del crecimiento económico de la capital, cualquiera diría que están obligados a hacerlo, pero también, que primero deberían cumplir con sus misionalidades institucionales.
Por desgracia, la seguridad y la reactivación no tienen buen futuro en la capital de seguir como vamos.
@oramirezvahos – Concejal de Bogotá