Empezó, en el Concejo de Bogotá, el trámite del Plan de Ordenamiento Territorial (POT). Un instrumento clave para proyectar la ciudad hacia el año 2035. Para el análisis de la propuesta he decidido, como concejala de Bogotá, ubicar lo que propone el POT en las siguientes dimensiones: aporte para enfrentar la Emergencia Climática; garantía de acceso a derechos, especialmente el derecho a una mejor calidad de vida en la ciudad, para la población más vulnerable; y ¿a quién empodera este POT? ¿qué equilibrio de poderes plantea?
No es un documento fácil. La primera observación, es que las tres versiones presentadas, han cambiado sustancialmente. La formulación ha sido un proceso acelerado, con poca discusión pública, escasa concertación social y académica, una pérdida, en una ciudad cuya ciudadanía ha demostrado que tiene un alto nivel de independencia, para pensarse su desarrollo desde las comunidades y procesos sociales. Como consecuencia, el documento radicado en el Concejo, presenta múltiples inconsistencias, contradicciones y vacíos.
El error estratégico de la administración, fue construir un documento, que venía en apenas una etapa de diagnóstico y al cual se le cambió el énfasis, para querer presentarlo, en tan solo 7 meses, con la nueva secretaria de planeación. Además, en un momento que se vio atravesado por la pandemia y el paro nacional. Todo ello generó una muy baja participación ciudadana incidente. Las consecuencias son para la ciudad. La motivación de esa decisión es eminentemente política, con el fin de sostener las mayorías en el concejo y evitar la discusión en las elecciones presidenciales o en el último año de gobierno.
La primera cifra del POT, que merecería una discusión pública amplia, fue el dimensionamiento del crecimiento poblacional. Los números son los siguientes: Se proyecta, de acuerdo con el DANE, que por crecimiento vegetativo la población, (número de nacimientos vs fallecidos), de acuerdo con las tasas del Censo 2018, la ciudad crecerá en 584,845 habitantes hacia el año 2035. Luego el DANE calcula que el saldo migratorio será de 337,390 personas, básicamente proyectando que se repetirá la migración internacional de la década pasada. Esto es una estimación con bastante incertidumbre. Ahora, esto suma en total de 892,235 personas adicionales. Si tuviéramos en promedio hogares de dos personas, requeriríamos 446,117 soluciones de vivienda o habitacionales en los próximos 14 años.
Sin embargo, si sumamos el déficit cuantitativo (número de viviendas que faltan para la población de hoy) y el déficit cualitativo (viviendas que no cumplen los estándares de habitabilidad) aprox. 350,000, más una variable nueva y es que los hogares son cada vez más pequeños, entonces llegamos a la alucinante cifra de 1.067,000 viviendas requeridas al 2035 en la ciudad. Para poner esta cifra en perspectiva, hoy Bogotá cuenta con 2.2 millones de hogares, esto es el equivalente a construir la mitad de la Bogotá actual, en número de viviendas. Como si esto no fuera poco, los municipios aledaños, en dónde hoy viven muchos bogotanos expulsados por no poder encontrar vivienda a un precio accesible y con suficiente calidad, se proyecta que requerirán 400,000 viviendas adicionales. Esto suma una demanda para toda el área metropolitana de 1,474,907 soluciones de vivienda al 2035.
Esta cifra debió tener un debate público amplio, porque crecer en esa proporción genera un riesgo alto para la Sabana de Bogotá, sus ecosistemas, la capacidad de provisión de agua, alcantarillado y la capacidad de resiliencia climática del territorio. En debate de control político de la oposición, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, confirmó que ese crecimiento urbanístico requeriría de una nueva concesión de agua. El proyecto más avanzado en estudios es Chingaza II, que implica construir un nuevo embalse en el páramo de Chingaza, inundando uno de sus valles, con importantes consecuencias ambientales y de riesgo geológico, estamos hablando de extraer agua adicional del trasvase de cuenca de la Orinoquía, (significa que la ciudad se apropia de mayor cantidad del líquido vital que iba hacia la Región de los llanos originariamente). En tiempos de emergencia climática, esto es un asunto que requiere por lo menos una negociación política con el departamento del Meta. Pero también pone de presente la principal la vulnerabilidad hídrica de Bogotá en este momento de crisis por el clima.
Esta vulnerabilidad se produce por dos factores principales. El primero, la resiliencia y capacidad adaptativa del ecosistema de páramo frente al aumento de temperatura por cambio climático y frente la incidencia de las actividades humanas sobres estos lugares, lo cual genera presión en las fuentes de agua de la región. De acuerdo con el Plan Regional Integral de Cambio Climático, el 56% de los páramos podrían desaparecer hacia mitad de siglo. El segundo factor es la pérdida de capacidad de producción de humedad de la Amazonía. Ya se reporta un sector de la Amazonía en Brasil que en vez de capturar carbono está siendo un emisor neto. Sin la humedad amazónica, no hay neblina en los páramos para condensar y producir agua, pues este vapor es llevado por las nubes hacia los Andes.
Con esta realidad, no es lógico que sigamos pensando que la expansión urbanística puede no tener límites en la Sabana de Bogotá y que el agua es infinita. Cada vez hay menos suelo para urbanizar sin poner a la población en riesgo, además edificar en esta zona implica perder suelos con un altísimo potencial agroecológico, en dónde deberíamos tener una despensa alimentaria en vez de cemento.
La propuesta de POT aborda el problema de forma parcial. Por una parte, reconoce la necesidad de frenar la extensión de Bogotá hacia la Sabana y por lo tanto reduce las hectáreas de expansión urbana, en comparación con la propuesta del POT de Peñalosa, apostando a la densificación y renovación al interior del perímetro de la ciudad. Por otra, tanto en sus objetivos, como en algunas estrategias, reconoce la necesidad de adaptarse al Cambio Climático.
Sin embargo, no aborda explícitamente la realidad regional del agua, para proponer ese nivel de urbanización y mucho menos la necesidad de expansión del drenaje. Los aguaceros que hemos vivido en las últimas semanas, que han generado encharcamientos y algunos damnificados temporales, corresponden, apenas, al nivel de lluvia de un pico de la temporada normal. Pero si en el futuro, ese nivel de crecimiento urbano requeriría de un trasvase de cuenca adicional desde la Orinoquía y además enfrentar eventos pico producto de la variabilidad climática, ¿Cuál es el nivel del drenaje, que habría que construir, para evitar la inundación?
Recordemos las inundaciones por eventos extremos climáticos que ha acontecido en ciudades en China, Alemania y en Nueva York, en los últimos meses. En esta última ciudad se estaba discutiendo en el Concejo una propuesta de ampliación del drenaje para la próxima década. Las cifras de eventos pico, quedaron destrozadas frente al impacto de las lluvias, que causaron una inundación sin precedente, al unirse simultáneamente cuatro tormentas. Un evento impredecible y no contemplado en ninguno de los cálculos.
Por otro lado, la vulnerabilidad hídrica nos lleva a re-pensar la forma en que utilizamos el agua. No podemos seguir teniendo un metabolismo urbano, en el que captamos agua del páramo para pasarla por nuestros inodoros directo sin tratamiento al río Bogotá. No podemos seguir utilizando agua potable para todo. Es menester, antes de pensar en nuevas fuentes de abastecimiento, reducir dramáticamente el consumo, re-pensando la forma en que utilizamos el agua. Esto se puede realizar a través del código de ecourbanismo y construcción sostenible, (mandato 10 del acuerdo de Emergencia Climática), volviendo el reúso de agua lluvia y agua gris en edificaciones, así como planteando la potabilización y tratamiento de agua descentralizada a una escala de urbanización, o plan parcial, para la recirculación de la misma. Algo queda en el POT, pero estamos buscando hacerlo más explicito como modelo y objetivo.
Además, al momento de plantear las metas de vivienda, el POT se encuentra con la imposibilidad de producir ese nivel al interior de Bogotá, exportando por lo menos 116,000 viviendas a la región. El proyecto de POT no contempla estos temas de forma explícita, porque carece de visión regional. Si bien el instrumento no puede resolver los problemas regionales, si debe reconocer que la falta de suelo en Bogotá, así como la necesidad de proteger a la Sabana, a los ecosistemas estratégicos y al agua, solo pueden pensarse a una escala de región, por lo tanto, hay que concebir a Bogotá en el marco de una red de ciudades. La secretaria de planeación anterior, Adriana Córdoba, estaba en ese nivel de concertación para tener acuerdos políticos con los municipios vecinos. Con el cambio de secretaria, este proceso se perdió y la propuesta de POT quedó huérfana de acuerdos regionales.
En el fondo, de ser ciertas estas cifras, debemos reconocer que Bogotá ya no se puede solucionar a la escala de Bogotá y que una visión regional, tanto a escala de la Región Central como del área metropolitana, es fundamental. También, nos enfrenta con los límites ambientales del territorio, no es posible, frente a las vulnerabilidades que produce la emergencia climática, seguir concentrando casi el 30% del PIB y más del 20% de la población colombiana en la sabana.
En el acuerdo de Emergencia Climática propusimos que se necesita una política de población y poblamiento a nivel regional y nacional. Fue en la concertación con la CAR que esta obligó a meter el tema en la propuesta de POT, pero de fondo al carecer de visión regional, el Plan de Ordenamiento Territorial no enfrenta esta realidad.
Lo más dramático es que está a punto de ser aprobada, en el Congreso de la República, una visión de gobernanza regional recortada, carente de escala y sentido, la Región Metropolitana, que ni siquiera incorpora el territorio en su integralidad, sino que se concibe en una partición de temas y municipios, como si de grupos de trabajo se tratara.
En la próxima entrega, vamos a examinar, las maromas que realiza planeación distrital en la propuesta de POT para hacer caber la vivienda en un territorio al límite y sus consecuencias para los habitantes de la ciudad. Este POT debería ser un instrumento para mejorar la calidad de vida de la gente, pero, por el contrario, busca cumplir unas cifras a través de la actuación del mercado, perdiendo el horizonte de las poblaciones y territorios constituyentes de la ciudad, pasando, literalmente, por encima de ellos.