El 24 de enero publiqué una columna por este medio llamada “Bogotá exige un cambio de rumbo” en el que realizaba el análisis de los cinco días de debate de control político, en el Concejo de Bogotá, sobre el manejo de la pandemia por parte de la alcaldesa Claudia López.
Allí se identificaron situaciones que llevaron a la realidad que se presentó en el segundo pico, entre ellas: el levantamiento de todas las medidas de restricción a partir de septiembre; el mínimo aumento de capacidad hospitalaria en UCIS entre agosto y diciembre; la insuficiencia del sistema de rastreo del virus delegado a las EPS, con mínimo seguimiento por parte de la Secretaría de Salud; el autocuidado como medida principal, sin suficiente pedagogía ciudadana en territorio; la imposibilidad de realizar cuarentenas para personas sin capacidad económica; cómo, a pesar de que los mismos datos de la alcaldía mostraban un aumento del ritmo de contagio a finales de noviembre, no hubo un plan integral para diciembre. Para completar los desaciertos, cuando la crisis era inminente, la alcaldesa se fue de vacaciones, al mismo tiempo que el secretario de salud. En suma, una visión poco previsiva y por el contrario reactiva frente a la pandemia.
Durante el debate varios concejales solicitamos un cambio de enfoque, en dónde la cuarentena no fuese la única respuesta, por sus consecuencias nefastas sobre la economía y la salud. Pedimos un abordaje desde la salud en territorio, preventiva, trabajando con la ciudadanía y con una rectoría fuerte desde la Secretaría de Salud. Que se le diese un enfoque público al manejo de la pandemia, donde lo principal fuese prevenir y salvar vidas con los menores costos socioeconómicos posibles. Todo ello sin descartar las cuarentenas cuando fueran necesarias, pero buscando aplicarlas a escalas más pequeñas y en lo posible con mayor previsión, esto a partir de un rastreo eficaz del virus.
La respuesta en el debate, del secretario de salud, fue deficiente. Básicamente presentó un informe de gestión sobre la crisis, no se refirió de forma estructural al manejo de la pandemia, dejó sentado que no era su responsabilidad la vigilancia de las EPS, no asumió ninguna responsabilidad, ni anunció ninguna medida frente al colapso hospitalario y mucho menos respondió frente a las deficientes condiciones laborales de los trabajadores de la salud. Por el contrario, reafirmó la estrategia de manejo del virus, en la cual se realizarán cuarentenas en el pico y se mantenía el rastreo en el valle con las EPS, sin ningún anuncio sobre cómo asegurarse que hicieran ese trabajo sistemático, regular, y masivamente. Al preguntársele si introduciría cambios, principalmente, respondió que todo el esfuerzo iba a estar puesto en la vacuna.
Fue no solo una respuesta insuficiente sino preocupante, demostraba una actitud cerrada por parte del gobierno, sin capacidad de auto-critica, y sin perspectiva estratégica en la cual se evidenciaba falta de previsión. Surgió entonces la iniciativa de una moción de observación, por parte del concejal de la Alianza Verde, Luis Carlos Leal. Leal, no solo es parte de la bancada de gobierno, es además médico en ejercicio y activista por el Movimiento del derecho a la salud, que viene luchando hace más de diez años por un sistema universal de atención y no el sistema fraccionado que tenemos que privilegia el negocio por encima del derecho a la salud de los ciudadanos.
Una moción de observación es un procedimiento para “observar las decisiones de un funcionario citado”, debe ser presentada por la tercera parte de los miembros del concejo y para ser aprobada necesita la votación de la mayoría de la plenaria de la corporación, en cuyo caso la consecuencia es que las observaciones llegan a la alcaldesa.
Me uní inmediatamente a la iniciativa. En medio de una crisis sanitaria y socio-económica tan grave, era necesario dejar el precedente sobre una respuesta insuficiente por parte del Secretario de Salud, exigir la asunción de responsabilidad y respuestas concretas frente a las fallas identificadas, pero sobretodo exigir un cambio de rumbo en el manejo de la pandemia.
En mi criterio la alcaldesa no puede seguir manejando dos planes de desarrollo como ella misma dijo. Uno para atender la emergencia y el otro para el desarrollo normal de la ciudad, no hay ni capacidad ni recursos. A este gobierno le tocó ser el gobierno del COVID y manejar la emergencia, todos los esfuerzos deberían estar dirigidos a eso.
Conseguir las quince firmas, en el concejo, para presentar dicha moción no fue fácil. Primero, porque las bancadas de gobierno representan actualmente, por lo menos, la tercera parte de la corporación. Segundo, porque hay presuntos acuerdos burocráticos que impiden que haya suficientes concejales independientes. Tercero, porque había una posición política, de una parte de los concejales, que defendía que la pandemia era una situación incierta para la cual nadie estaba preparado y que esto estaba ocurriendo en otros lugares del mundo.
Finalmente, a punta de argumentos y no de mermelada, se consiguieron las quince firmas para presentar la moción. Fue un conjunto vario-pinto ideológicamente, mostrando la independencia de estos concejales y concejalas, pero también demostraba que no se trataba de un asunto de carácter político, sino más bien de una genuina preocupación para exigir al gobierno claridad, frente a un asunto fundamental para el rumbo de la ciudad que literalmente cuesta vidas. La moción fue firmada por cuatro concejales del Centro Democrático, un concejal del Polo Democrático, una concejala de Cambio Radical, tres concejalas de Colombia Humana-UP, una de concejala del MAIS, tres concejales de Bogotá para la Gente (el movimiento de Carlos Fernando Galán) y dos concejales del Partido Verde.
Al ser radicada, el debate de moción de observación se llevó a cabo. Un día antes la alcaldesa Claudia López anunció las nuevas medidas para el manejo de la pandemia, incorporando ya, algunas de las demandas que se habían hecho por parte del Concejo, entre estas la que indicaba que no podían levantarse todas las medidas de inmediato. La alcaldesa también aceptó que el 2021 no iba a ser un año de normalidad epidemiológica y que la vacuna no es la “bala mágica”, que nos iba a salvar del problema este año, por el tiempo y la complejidad que implica inmunizar a la población. También aceptó que es necesario apoyar económicamente a los ciudadanos que deban guardar cuarentenas y que no puedan sostenerse sin trabajar. Varias veces se habían hecho estas observaciones, fue un alivio relativo ver que el gobierno por fin las asumía.
Fueron doce horas de debate y al final el Secretario de Salud rindió cuentas al concejo. Esta vez las respuestas fueron más claras, la explicación más sistemática y además se anunciaron nuevas decisiones. Para tomar la decisión de mi voto en el que mantuve mi apoyo a la moción de observación tuve en cuenta los siguientes elementos: el secretario aceptó que tanto él como la alcaldesa sabían que venía un pico en diciembre. Fue por lo tanto una irresponsabilidad las vacaciones simultaneas de ambos funcionarios y no haber tomado medidas sino hasta el 22 de diciembre, muy tarde. Hubo entonces una clara omisión.
Segundo, reconocí los avances en cuanto a las lecciones aprendidas que por fin en el debate aceptó la administración, por una parte, que el rastreo del virus sin recursos no funciona, por otro, que como ya había dicho la alcaldesa no habrá normalidad en el 2021. En consecuencia, aceptan que se necesita mayor coordinación con las EPS y vigilancia a las mismas, por lo tanto solicitaron, el 26 de enero del 2021, a la Superintendencia, las funciones de vigilancia y sanción. Lo habíamos pedido desde julio en carta pública a la alcaldesa. Por último, que la vacunación debe manejarse de forma centralizada y territorial desde la Secretaría de Salud y no de forma fragmentada desde las EPS. Estoy de acuerdo en esto último, lo mismo debe funcionar para el rastreo del virus y el seguimiento de los efectos colaterales de la pandemia, así como la atención domiciliaria de enfermos por COVID.
Lo anterior muestra la eficacia del control político y la rendición de cuentas. Terminé votando si a la moción de observación porque considero que todavía el enfoque de la administración es reactivo y no previsivo. No hay anuncios claros de cómo mejorar el rastreo del virus para que sea sistemático, masivo y regular. Tampoco se dice cómo se busca que se avance en la expansión hospitalaria. No nos exponen como se piensa aumentar la atención primaria en salud en el territorio, para que esta permita aumentar la pedagogía y el control social del virus. Ni se mencionó cómo se pretende asegurar la estabilidad laboral del personal de salud. Puntos críticos para buscar evitar, en lo posible, la reacción de emergencia basada en cuarentenas y evitar la amenaza del colapso hospitalario.
Finalmente, la moción de observación se hundió con 15 votos a favor y 27 votos en contra. Pensé que hasta ahí había terminado este proceso de control político, con un saldo pedagógico muy positivo para el concejo y con respuestas más concretas, así como asertivas por parte de la administración, que incluyó la toma de nuevas decisiones.
Mi sorpresa fue mayor, cuando al otro día recibimos, como salidos de una ametralladora, tres trinos indignados y groseros por parte de la alcaldesa con declaraciones públicas en medios. En el peor de todos dice lo siguiente: “Uribismo, petrismo y oportunismo hacen campaña añorando que Bogotá fracase y la muerte nos arrase. Lamentan que el sistema hospitalario no colapse, que hayamos superado con el cuidado de todos, el segundo pico, desprecian el esfuerzo colectivo por la vida. Mezquindad sin límites” y muestra la votación de la moción de observación, resaltando a los 15 concejales que nos mantuvimos en apoyo de la misma.
La Moción fue un ejercicio democrático, de altura, sustentado, en el que el Secretario, no solo respondió mejor sino que tomó nuevas decisiones. Este debate siempre tuvo como intensión exigirle al gobierno cuentas claras, en un episodio tan difícil para la ciudad como fue el segundo pico, que tuvo como consecuencia la muerte de 3113 ciudadanos en cuatro semanas. La Moción fue impulsada por un concejal médico de la bancada de gobierno y apoyada por 15 concejales pertenecientes a seis bancadas de todo el espectro político, un ejercicio democrático serio que fue estigmatizado, desconocido y pisoteado por la alcaldesa.
El tono autoritario, el irrespeto, frente al ente de control político al que debe rendirle cuentas, el cual utilizó, legítimamente, instrumentos que le entrega la constitución y la ley, reducido a un simple ejercicio politiquero para ser acallado. Esta actitud nos muestra un talante intolerante y autoritario por parte de la alcaldesa, que, al contrario de intimidarnos, nos impulsa a hacer un control político más estricto.
Al poder, no importa quién lo ejerza, siempre hay que vigilarlo, podemos comprender la difícil situación, pero no ser complacientes, en medio de esta crisis, hay que también defender la democracia.