Por: León Sandoval
La violencia se ha enquistado como modelo de expresión en las sociedades humanas. No es posible afirmar con precisión que la violencia está presente en los animales no humanos como en los humanos. Los animales no humanos pocas veces acuden a la violencia, la fuerza en ellos es el florecimiento de un instinto de supervivencia que les conduce a atacar en rechazo de una agresión o por la necesidad de alimentarse. En los animales humanos el uso de la fuerza acompañado por la violencia es visceral, como si para el animal humano la violencia fuese necesaria para expresar su rabia, su ira, su crueldad y su maldad. La violencia es el común denominador en diversos lugares, campos, ciudades y también en el universo digital; ciudadanos que hacen de la violencia un vehículo para su rabia, su ira, su crueldad y su maldad, o todo junto quizás. Es como si en muchas personas el sentimiento de humanidad se hubiere resentido.
Para el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) el ser humano era salvaje por naturaleza y necesitaba de un ser superior, el Leviatán que le administrara para que pusiera orden a la violencia emanada de los hombres, de esta forma se colocan las bases de las teorías contractualistas sobre el origen del estado. Por su parte, el polímata ginebrino Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) argumentó que el ser humano es bueno por naturaleza, es un buen salvaje que la sociedad corrompe y le conduce a la violencia. Para el primero la violencia podría ser una condición propia del estado de naturaleza humano, para el segundo era el resultado de un proceso de descomposición social. Debate que aún continúa sin esclarecer y que podría ser explicado desde la psicología, la economía, la ciencia política, el derecho, la bioética y la sociología, incluso desde las ciencias de la nutrición, el hambre como generador de violencia.
En el fondo, la violencia puede explicarse desde el resentimiento, entendido éste como un sentimiento prolongado en el tiempo que entraña rabia, ira, enfado, disgusto hacía alguien o hacía algo, ese alguien puede ser otro sujeto moral, y ese algo puede tener la más diversa connotación una cosa o un conjunto de cosas, como por ejemplo una clase social, una organización o la misma sociedad. El resentido alberga deseos de venganza y de autosatisfacción que van alimentados por el permanente rumiar de odios, envidias y malquerencias. El resentimiento puede ser colectivo por compartir los mismos odios, envidias y malquerencias, o por el sembradío de inquinas en mentes ajenas que terminan cosechando cual océano, borrascas.
En el resentimiento se puede hallar la causa de todas las formas de violencia, entre otras, violencia de género, violencia política, violencia religiosa, violencia deportiva, violencia digital, violencia delincuencial, como si el violento per se no fuese un delincuente, o simplemente la violencia por la violencia, la violencia del que actúa por el simple placer de sentir la adrenalina que fluye mientras infringe dolor a otro.
El cenit de la violencia contemporánea está marcado por altas cifras de individuos resentidos que ven en otros a privilegiados sin merecimientos. El resentido apela a la violencia para convertirse en un superhombre que está dispuesto a todo por el simple prurito de equilibrar el sentimiento o al menos aminorar su enfado para con la injusticia de la que se cree víctima. Lo que ha generado un gran inconveniente en tiempos contemporáneos donde la cifra de seres humanos resentidos aumenta. A mayor conexión digital, mayor información, pero también mayor resentimiento, lo que se traduce en mayores niveles de violencia. Es importante que padres y maestros desde la tierna infancia presten especial atención al desarrollo socio-afectivo de niños y niñas. Se requiere humanos con mejores sentimientos, que odien menos, que envidien menos, que juzguen menos, para que amen, cuiden y agradezcan más. La tarea para hoy: Abandonar el resentimiento, amar más.