¿Cómo crían las madres lesbianas?

En el marco de la celebración del día de la madre, Confidencial Colombia exalta las maternidades diversas. Por ello entrevistó a dos mujeres lesbianas quienes asumieron su orientación sexual frente a los hijos.

Son cada vez más comunes los modelos familiares distanciados del concepto tradicional de familia nuclear, es decir, padre y madre heterosexuales y con hijos biológicos. Dentro de este carácter plural de la nueva familia del siglo XXI, nacen y se desarrollan las familias posnucleares, que pueden ser monoparentales, reconstituidas, multiétnicas y con hijos concebidos a través de vías alternativas.

Entre estos nuevos modelos se incluyen las familias lesbigay (término adoptado del inglés que sirve para definir a las familias cuyos progenitores son gays, bisexuales o lesbianas y cuyos hijos crecen y se desarrollan en su seno).

Por ello Confidencial Colombia, en el marco de la celebración del día de la madre, exalta las maternidades diversas entrevistando a dos mujeres lesbianas que asumieron su orientación frente a sus hijos, y gracias a esto, dicen, han criado seres humanos más tolerantes y abiertos ante la diversidad. No importa si se trata de una profesional de alto perfil, o de una vendedora de dulces en la calle, sus experiencias sirven para entender qué pasa cuando se es una mamá lesbiana.

Estella Monsalve* es una ingeniera de sistemas graduada de una prestigiosa universidad colombiana, quien en 1984 formalizó su relación heterosexual por medio del matrimonio. En ese entonces y según sus propias palabras, “profesionalmente me iba muy muy muy bien” y aunque ser madre aún no estaba en sus planes, quedó embarazada.

“El embarazo fue perfecto, de hecho yo seguí trabajando hasta último momento y el parto no fue doloroso, porque yo tengo un umbral del dolor muy alto” explica Estella cuando habla de su primera hija Juliana* quien nació en Cali.

Como ella y su entonces esposo, tenían “clarísimo que no queríamos dejar un hijo solo, era natural que después de un tiempito estuviese buscando otro hijo. Y sí señor, quedé embarazada de nuevo y nació Esteban”.

Pocos años después, cuando sus hijos aún estaban pequeños, Monsalve decidió que deseaba dar por terminado su matrimonio, “porque no estaba funcionando, no por otra razón”, aclara. De esta manera “le dije a mi ex esposo que no siguiéramos casados y él no me paró muchas bolas [..] así que me empecé a preparar y ya cuando estuve preparaba dije: “hasta aquí no más”.

No obstante por esa misma época, “ya me había dado cuenta que me gustaban las mujeres, además de los hombres, y me pareció formidable, me pareció lo último que se habían inventado. Yo no entré en el dilema de: ¿qué es esto? ¿estoy defectuosa? ¡no!, a mí me pareció fantástico que me pudieran gustar los hombres y además las mujeres”, relata.

De esta manera no sólo empezó a enfrentarse al divorcio y lo que significa ser madre soltera, sino a las dudas de cómo educar a sus hijos en el seno de una familia no heteronormativa. Así se le ocurrió que “si uno educaba hijos, y les enseñaba a lavarse los dientes, a cruzar la calle, a no decir mentiras, y a que respetaran la diferencia en las personas, eso era parte de la educación. ¿En dónde estaba escrito con piedra que las mujeres tenían que amar a los hombres y los hombres a las mujeres y punto? Entonces empecé a utilizar todos los eventos que hubieran para hablar de la diversidad”.

Pero cuando Juliana tenía siete años y Esteban cinco y medio Estella estaba con su pareja cuando ella le dijo: “¿ellos sí tienen claro lo que está pasando aquí?, yo le dije: espere; y me senté con ellos y les dije: “necesito saber si les queda claro que a mamá le gustaban los hombres y ahora le gustan las mujeres, pero que le pueden gustar ambos, pero ahora prefiere estar con mujeres. Que no va a tener novios sino novias” y Esteban respondió: “sí, yo lo tengo clarísimo” y Juliana dijo: “sí, pero necesito hablar contigo a solas”, así que fuimos a otro cuarto y cuando me quedé sola con Juliana, me dijo: “mira, que a ti te gusten las mujeres, que tengas novias, no es problema para mí, pero que Esteban coja mis juguetes; eso sí es un problema”.

Actualmente y gracias a que esta madre tomó la decisión de criar a sus hijos sin género, explica que aunque su “hijo es un hombre absolutamente sensible, de una estética absolutamente particular, curiosamente no es gay”, mientras que su hija “no ha tenido problema en circular, pero tampoco quiere estar con mujeres, quiere estar con hombres”.

De esta manera desmiente el mito que no sólo invisibiliza a las mamás lesbianas, sino que dice que “nosotros tenemos hijas/os homosexuales. Pero entonces ahí no se cumple la teoría porque yo vengo de una familia heterosexual […] porque los gustos no se enseñan”.

Naturalmente, en todos estos años y a raíz de los mitos que existen alrededor de las mujeres lesbianas, Estella se ha preguntado si ser mamá lesbiana es diferente a ser mamá heterosexual “Yo estaba convencida de que no, y le pregunté a mi hija quien me dijo: “yo he tenido mamá heterosexual y mamá lesbiana y esto no cambia”.

¿Por qué? según explica la madre, “la educación de los hijos es la educación de los seres humanos” y su manera de actuar frente a ello no cambió ni cuando era madre heterosexual, ni cuando dejó de serlo.

Lo que sí reconoce tanto ella como Juliana y Esteban es que con la información que Estella les ha dado “miran el mundo diferente a muchos de sus compañeros”. Además “ellos no tratan de encajar en un molde, porque aprendieron que no hay molde”.

Al margen de la maternidad, y hablando la vida profesional, la ingeniera de sistemas afirma que el mundo laboral sí es hostil para las personas que tienen orientaciones sexuales diversas.

“Todavía no se puede ser abierto en todas partes, yo no lo expreso ni lo oculto, igual que las mujeres heterosexuales; uno no se presenta en una entrevista de trabajo diciendo: mucho gusto, me llamo Tal y soy heterosexual. Pero conozco y estuve en empresas que eran muy cerradas, pero también estuve en empresas que yo sabía de entrada que eran gay friendly”.

En el caso de Estella no se ha sentido discriminada en este ámbito, pero reconoce que “no es fácil, tal vez es porque yo me muevo en cargos directivos, pero también en cargos directivos las mujeres le pueden hacer matoneo, laboralmente no es fácil”.

En el caso de sus hijos, no conoce ningún episodio en el que hayan sido marginados porque su madre es lesbiana.

Sin embargo en el espectro de familias plurales, las historias por contar son tan diversas como las posibles conformaciones estas. El caso de Estella Monsalve es muy diferente al de María Sánchez*.

Sánchez trabaja en el norte de la ciudad, es vendedora ambulante de dulces y tiene tres hijos de 22, 18 y 16 años. Además es madre soltera, ya que “por la violencia que el papá de mis hijos ejercía hacia mi tuve que separarme”, explica.

“Mi exmarido siempre me amenazaba de muerte. Tenía un revolver y me decía que si me gustaban las mujeres o si yo tenía un hombre me mataba”, añade María quien después de dar por terminada esta peligrosa relación, descubrió que era lesbiana. “Es decir hace 10 – 12 años más o menos”, recuerda.

No obstante, el reconocimiento de su nueva sexualidad significó un arduo trabajo. “Como yo era evangélica, no lo acepté tan fácilmente y entré en una crisis muy fuerte. Ahí comenzó todo el cambio mío, aceptarme. Seguí el grupo de mamás y fue por eso que yo me pude aceptar porque eso fue un proceso muy largo y muy doloroso”, menciona Sánchez.

Pese a esto, y a que sus hijos saben que es lesbiana, el resto de su familia lo ignora. Al respecto, afirma que cuando sus hijos se enteraron que su madre ya no gustaba sexualmente de los hombres, experimentaron un cambio que distó mucho de ser negativo; por el contrario, se mostraron más abiertos a la diversidad. “Cuando yo les conté ellos estaban con el tema, que eran así como, hacían la cruz de los nazis, mantenían dibujando eso a cada ratico y eran así. Después de que yo les conté, a ellos no les gustaban los negros, ni los homosexuales ni nada, pues claro ellos cambiaron muchísimo”.

“Cambiaron y ahora son más tolerantes. Yo creo que son mucho mejor personas porque se han vuelto muy tolerantes” añade María, quien también reconoce que en el momento en que sus hijos se enteraron “eran más manejables, eran más sardinos, aceptaban las cosas más fáciles”. Pero que por el contrario, “en este momento, ellos ya crecieron y están en una etapa de rebeldía y charlar del tema en si ya no, la comunicación se ha cortado un poco pero es por lo mismo, porque ellos cada uno está en su cuento y esos temas de sexualidad ya no se tocan”.

Sánchez es además madre cabeza de hogar, ya que como explica en sus propias palabras, con el padre de sus hijos “llevamos ya casi ocho años separados y hasta este año es que medio se está acercando a los muchachos. Igual, yo siempre les he enseñado a ellos a no tener rencor con nadie para que en su corazoncito no tengan rabia ni nada. Yo no les he creado ese resentimiento. Trato que ellos no le tengan rabia al papá”.

Así que ella es el único sustento económico de sus retoños. Pero niega haber sido discriminada laboralmente por su orientación sexual “en mi vida desde muy sardina existían los retos y siempre me ha tocado salir adelante, con los niños también. Siempre he sido una mujer muy guerrera y no noto la diferencia porque siempre ha sido así. No noto la diferencia si se es madre heterosexual o lesbiana”, explica.

Finalmente también desmiente que sus hijos en algún momento hayan sido discriminados, “porque casi nadie sabe mi situación”.

*Nombres cambiados a petición de la entrevistada

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