El incierto futuro del 'Chapo'

Hay quien pide interrogar al ‘Chapo’ en México, hay quien cree que hablará más en EEUU, incluso que podría confirmar la sospecha de que contó con la colaboración de funcionarios del más alto nivel.

Una vez recapturado Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán Loera, el narcotraficante número uno de México, la inquietud general es qué hacer con él. Ha escapado dos veces de las prisiones de más alta seguridad y ya se ha escuchado antes que no, que no se volverá a fugar. ¿Cómo tener alguna seguridad de que no humillará otra vez al gobierno federal?

El temor de los capos mexicanos es ser extraditados a Estados Unidos: en México, con una combinación de dinero y amenazas -plata o plomo-, es posible doblegar a los directores de las prisiones para obtener amplios privilegios que hacen más cómoda la estancia carcelaria, que les permiten seguir dirigiendo sus redes criminales (incluso realizar directamente operaciones de extorsión) y que incluso pueden facilitarles organizar el escape.

El Chapo se fugó por primera vez en el 2001. Reaprehendido en febrero del 2014, las autoridades se negaron a enviarlo a EEUU. “Yo puedo aceptar la extradición, pero en el momento que yo diga”, afirmó en enero del 2015 el entonces procurador general de la República (titular de la Fiscalía del Estado), Jesús Murillo Karam. “El Chapo se tiene que quedar aquí a cumplir su condenay después lo extradito. Unos 300-400 años después, falta mucho”.

No fue tanto. El Chapo se evadió menos de cinco meses después, el 11 de julio de 2015. Utilizó un túnel de 1,5 kilómetros de longitud, construido pacientemente a lo largo de más de un año, frente a las cámaras que lo vigilaban 24 horas al día, con la complicidad necesaria de funcionarios de prisiones y, según indicios, con ayuda en altos niveles de autoridad.


Humillación a Peña Nieto

Fue una grave humillación que demolió lo poco que le quedaba de credibilidad al gobierno de Enrique Peña Nieto: el presidente, su esposa y ministros de su círculo cercano estaban envueltos en un escándalo de mansiones adquiridas opacamente de grandes contratistas de la administración (y los periodistas que hicieron las investigaciones fueron despedidos de su trabajo, junto a la conductora del programa de radio más popular del país, Carmen Aristegui); las investigaciones oficiales sobre la desaparición de 43 estudiantes (conducidas también por Murillo Karam) estaban siendo evidenciadas como una mera maniobra de control de daños; las polémicas reformas estructurales realizadas al inicio de la legislatura no daban resultados; la economía languidecía con un crecimiento apenas superior al 2% anual, muy lejano del 5% prometido, etc.

“Misión cumplida: lo tenemos”, tuiteó Peña Nieto al mediodía del viernes, para celebrar la recaptura. Es una inusual buena noticia para una administración que se ha acostumbrado a las malas. El presidente lo necesitaba: si al principio de su gobierno gozaba de muy buena prensa internacional, apareciendo en portadas de revistas como Time, que publicó su foto con el titular Salvando a México, en diciembre de 2015, al llegar a la mitad de sus seis años de mandato, Newsweek resumió la sensación más extendida al cabecear “El salvador que no lo fue”.

El gobierno ofreció 60 millones de pesos (3 millones de euros) por el prófugo. Detenerlo se convirtió en la máxima prioridad de las fuerzas de seguridad. El Chapo pudo haber salido del país para desaparecer en algún rincón remoto, pero prefirió lo bien conocido y se refugió en el Triángulo Dorado, como se conoce la región serrana y agreste donde confluyen los estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango. Ésa es su base de poder, a partir de la cual construyó el imperio criminal llamado Cártel de Sinaloa durante tres décadas, y donde realizó obras de beneficio social que le ganaron simpatía y apoyo popular. La presión de diversas corporaciones, especialmente la Marina Armada (que lo detuvo la vez anterior y es vista como algo menos corrupta que el Ejército y las policías), generó protestas y denuncias de abusos de derechos humanos en zonas rurales.

Pero lo encontraron en la ciudad de Los Mochis, una de las mayores de Sinaloa. Un ‘pitazo’ (aviso), que pudo haber provenido de agencias estadounidenses, condujo a los marinos a una casa de Las Palmas, un barrio de clase media, donde a las 4 y media de la mañana se produjo un tiroteo que dejó cinco presuntos delincuentes muertos y un agente herido, además de seis detenidos. El Chapo y uno de sus hombres se introdujeron en el sistema de alcantarillado y llegaron hasta un motel en las afueras de la urbe, donde, según se informó, fue finalmente arrestado. En la operación fue requisado armamento de alto poder: un lanzacohetes, dos ametralladoras, ocho rifles de asalto y cuatro vehículos, incluidos dos con blindaje de protección.

Se cree que Estados Unidos no tardará en pedir la extradición. Diversos políticos de ese país y de México la han solicitado ya. Pero algunos creen que no hay que apresurarse. Entre ellos, Andrés Manuel López Obrador, quien en las dos elecciones presidenciales anteriores ha quedado en segundo lugar y ahora es el puntero en las encuestas: “Si lo detuvieron hay que interrogarlo y que diga quién lo dejó salir la vez pasada, a qué acuerdos ha llegado, qué acuerdos tienen con Peña, qué acuerdos tenía con los expresidentes del PAN, con Fox y Calderón, cómo es que opera en México, que hable, que diga toda la verdad”.

Otros piensan al revés: no es en México donde las autoridades tratarán de hacerlo revelar todo lo que conoce. Es en Estados Unidos. Y podría llegar a confirmar la sospecha de que contó con la colaboración de funcionarios del más alto nivel, incluso en el Centro de Información y Seguridad Nacional (CISEN, inteligencia mexicana).

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