Golpe de Santos a Bogotá

El presidente anunció “medidas de choque para salvar a Bogotá”. Quedó claro que sus decisiones recientes solo tienen como fin ganar las elecciones a cualquier precio y a cualquier costo. Lo demás no le importa. Veamos por qué. [Opinión]

ÉL y no el alcalde encargado, anunció el “plan de salvación”.

No mencionó para nada el plan de desarrollo de Bogotá y tampoco nada dijo que las acciones se harían dentro de ese marco legal. ¿Por qué no lo hizo? Porque quiere hacer una ruptura con la Bogotá Humana, y porque en materia del POT las acciones referidas a vivienda para pobres y el agua para los municipios de Cundinamarca, van en contra via del plan pero a favor de los urbanizadores y de los votos en la periferia.

Ninguna de las otras medidas son novedosas y estaban en la agenda de la administración destituida. Incluso, por protagonizar, se dio el lujo de decir que girará millonarios recursos para arreglar las losas de transmilenio de la troncal de la Avenida Boyacá, cuando esa troncal de 37 kilómetros aun NO existe.

No habló de la transición democrática y constitucional. Es decir, nada dijo de la terna, no habló de elecciones, nada de nada aludió al tiempo de Rafael Pardo en el encargo, pero si dijo que todo lo hará apegado a la ley, dando a entender con su ambigüedad política que bien podría quedarse el encargado si la norma le da un margen, algo que en Colombia no es difícil, por el engendro que son los sistemas jurídico, político y electoral, y por el desarreglo institucional que precipicio abajo vive.

Por qué hace Santos lo que hace


Hay cuatro razones principales.

Primero, con excepción del Polo y de la Alianza Verde (aunque con la ambigüedad de Peñalosa), los demás partidos apoyan la destitución de Petro. De esa manera, Santos los dejó sin argumentos para criticar la tumbada de Bogotá, salvo algún espacio para argumentos menores y colaterales referidos a que si bien apoyaron al gobierno en no acatar las medidas cautelares, no están con ese apoyo justificando que Santos se tumbe la capital. Santos les puso la trampa y cayeron en ella por no mirar un metro adelante, por falta de capacidad, de malicia y de intuición política, y por fanatismo ideológico y religioso. Chao Oscar Iván, chao Martha Lucía.

Segundo, la Alianza Verde es la única que podría sacar ventaja de esta anormal situación, pero sus divisiones internas, y con un Peñalosa que hasta ahora no muestra enjundia ni consistencia para reaccionar en contra del estropicio y liderar una acción de oposición moderada, coherente, inteligente, innovadora y decida. Pero también Petro está diciendo barbaridades como la de convocar una constituyente aliado con Uribe y con las FARC, en vez de tomar prudente distancia, decantar lo que pasó, y ayudar a armonizar las relaciones internas de la alianza para pelear la alcaldía atípica e ir a segunda vuelta en las presidenciales. Un comportamiento medido es su mejor aliado ante la CIDH en sus decisiones futuras.

Todo esto le da visa y pasaporte a Santos para que haga lo que hace y gane en primera o en segunda vuelta. En otras palabras, los tiene mudos y por ahora no tiene contendor, a pesar de sus desbordes constitucionales y contra el ordenamiento internacional que tanto dice defender.

Tercera, la izquierda colombiana parece financiada por la derecha, porque son dogmáticos y sin nuevo discurso. Esa izquierda que condujo a la situación de abandono y soledad que hoy vive Bogotá, es funcional a la derecha colombiana. Así como ésta no ha sido capaz de aprender del desarrollo en sociedades capitalistas avanzadas y emergentes, la izquierda no ha logrado aprende del capitalismo social que tiene en el vecindario: Brasil, Chile, Ecuador y Uruguay, y tampoco ha logrado aprender de modelos exitosos de transformación de ciudades que han impulsado gobiernos municipales del PT en Brasil.

Esta Colombia, políticamente premoderna, no sabe leer que la izquierda brasilera es la que logró para su país los dos eventos deportivos más importantes del mundo y los mayores negocios globales: mundial de futbol y juegos olímpicos.

Y cuarto, lo más grave. La corrupción y desinstitucionalización precedieron en Venezuela a la hecatombe de hoy, es decir, parecido al presente de Colombia, como alerta Armando Montenegro en la columna del domingo en El Espectador. Pero en éste país no surgirá un Chávez (afortunadamente), pero tampoco un Lula, una Dilma, una Bachelet, un Lagos, un Mujica, un Correa (desafortunadamente), y de pronto nada surge en una sociedad asustada, confesional, indiferente e inculta políticamente, hasta que el mismo desarreglo institucional se acabe de profundizar, se autoelimine y entonces quien sabe qué sucederá.

Un estado en franca decadencia sistémica, al que Santos y todo el sistema político están contribuyendo, pasará factura en días no lejanos, porque no hay nada ni nadie que esté intentando con visión, responsabilidad y honestidad parar el derrumbe y construir una nueva sociedad si hay posconflicto. Tal vez Fajardo, hoy callado, gobernando a distancia pero también amenazado por el fanático de Ordoñez.

Sin embargo, Colombia podría consolidarse como un caso de sociedad eternamente patética. Es decir, estructuralmente enferma por los siglos de los siglos, amén.

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