“Hemos vencido al ébola”

Han vencido al ébola. Los trabajadores del hospital de Mabesseneh, en Lunsar (Sierra Leona), celebran el fin de la cuarentena que les ha mantenido aislados durante tres semanas. El centro, en el que trabajaba el misionero español Manuel García Viejo, permanecía cerrado desde la evacuación del religioso. El Confidencial es el primer medio que entra en el lugar, donde el miedo aún flota en el aire.

“¡Enhorabuena, hemos vencido al ébola!”. Néstor Bamboe, misionero congoleño de 33 años, apenas puede contener la emoción. Desde que llegó a Lunsar, un ya lejano 4 de julio, trabajó codo con codo con Manuel García Viejo en el hospital de Mabesseneh. Han pasado tres semanas desde que evacuaron al religioso español y, durante ese tiempo, sus compañeros en la lucha contra el virus, las treinta personas con las que pasó sus últimos días, han permanecido aisladas en la clínica de la orden de San Juan de Dios. Una vez transcurrido ese tiempo pueden considerarse libres de la infección.

La sonrisa de Néstor es sincera, pero se desvanece en pocos segundos… el tiempo que tarda en recordar a su compañero fallecido. “Brother Manuel era un gran hombre –apunta, nostálgico–. Siempre estaba ocupado, trabajando. Nunca habrá otro como él”.

Los pasillos en los que antes trabajaba el misionero español ahora están vacíos. En las habitaciones queda material sanitario y algunos utensilios abandonados, recuerdo de una época reciente y a la vez muy distante. A las puertas del recinto, un hombre oculto detrás de unas rejas saluda al visitante mientras le apunta con un termómetro. Para acceder a las instalaciones la temperatura corporal no debe superar los 37,5 grados.

El sacerdote Michael Koroma, un sierraleonés de 41 años, ha quedado al frente de la misión hasta que se decida si el hospital reabrirá sus puertas. Después de haber pasado por dos cuarentenas, considera “muy complicado” que las autoridades vuelvan a darles permiso para retomar su labor. El religioso se muestra abatido; no ve futuro para Sierra Leona. Cree que no existen los medios para detener una crisis que “supera la peor de sus pesadillas”.

“Entre médicos, personal de limpieza y de seguridad, hemos perdido a ocho compañeros por culpa del ébola. La muerte que nos dejó un mayor vacío fue la de brother Manuel”, cuenta a este diario.

“Era un gran médico, no sabemos cómo se contagió”

Los religiosos de San Juan de Dios desplegados en Lunsar reconocen que todavía no han asumido el destino del misionero español. Una fotografía de García Viejo colgada en la recepción del hospital les despierta de su ensoñación, recordándoles que su muerte es real: “Lamentamos informarles de la muerte de nuestro hermano Manuel García Viejo, quien falleció el 25 de septiembre de 2014 –reza la leyenda que acompaña la fotografía–. Descanse en paz”.

El hermano Manuel tenía previsto viajar a España el 25 de agosto para pasar unos días con los suyos. Sin embargo, el cierre provisional de las fronteras de Sierra Leona –un intento del Ministerio de Sanidad del país por contener la propagación del ébola– frustró sus planes. Por ello, el misionero retrasó su partida hasta el 1 de octubre. “Mientras tanto, siguió trabajando en el hospital –recuerda Néstor Bamboe–. No tenía miedo, a pesar de la enfermedad. Él era un gran médico y siempre tomaba las medidas de precaución necesarias. No sabemos qué ocurrió ni cómo se contagió, pero un día comenzó a sentirse mal…”. Su voz se entrecorta y no es capaz de encontrar las palabras para terminar la frase.

Aquello ocurrió el 17 de septiembre. El religioso español, que estaba operando a un paciente, sintió un leve mareo. Tras concluir la intervención, se retiró a su cama y relacionó su malestar con una hipotética malaria. Durante los catorce años que el misionero llevaba en Sierra Leona, y otros veinte que sumaba en Ghana, había padecido esta enfermedad en una treintena de ocasiones y los síntomas eran muy similares. Pero su estado se agravó en cuestión de horas y, dos días más tarde, se confirmó el fatal pronóstico: positivo por ébola.

“Él no quería marcharse a España”

“El Gobierno de Sierra Leona actuó bien con el hermano Manuel”, asegura el padre Michael Koroma. El misionero fue trasladado inmediatamente a Freetown, donde hay un centro especializado en la atención a pacientes infectados por el virus. “Él no quería marcharse a España”, prosigue Koroma. Su voz resuena en la habitación que antes hacía las veces de recepción: “Quería quedarse en Sierra Leona, pero se lo llevaron porqueconsideraron que allí tenían más medios para tratarle

La habitación del hermano Manuel en la misión de Lunsar todavía sigue intacta. Sus compañeros, aunque han pasado las tres semanas de cuarentena, todavía no se atreven a tocar el material del religioso español. Tienen miedo. “En este cuaderno apuntó sus últimas anotaciones”, explica Michael Koroma mientras sujeta la libreta, no sin antes proteger sus manos con unos guantes de látex. En las hojas del bloc se pueden leer algunas palabras en castellano con su traducción en inglés. “Daba clases de español a los más jóvenes, siempre con mucha paciencia”, recuerda.

“Si no actuáis, el ébola se convertirá en una crisis mundial”

La situación a la que debe hacer frente el Gobierno de Sierra Leona ha superado todas las expectativas. Durante los últimos años, el país ha ocupado un puesto privilegiado entre los más pobres del mundo, según los informes de la ONU. El escenario médico va acompasado a su situación económica: apenas existen 200 doctores para tratar a una población de siete millones de habitantes. Algunos de ellos han muerto a causa del ébola y otros muchos se han marchado, perseguidos por el fantasma de la enfermedad.

En las últimas semanas, los Gobiernos británico, chino y cubano han anunciado el envío de personal sanitario, pero el país sigue al borde del colapso. El misionero Koroma, ahora al frente del hospital de Mabesseneh, denuncia la falta de un apoyo unánime de la comunidad internacional: “Hace falta que todos se impliquen en esta crisis. España debería ser uno de los primeros países en adoptar medidas, más aun después de las noticias que llegan desde allí (en referencia al contagio de la enfermera Teresa R.R., de 44 años, después de tratar en Madrid al religioso Manuel García Viejo). Si no lo hacen, el problema del ébola traspasará todas las fronteras y se convertirá en una crisis mundial”.

La muerte del misionero español supone, para sus amigos y conocidos en Lunsar, una pérdida “irrecuperable”. “Era un gran médico y cargaba sobre sus espaldas buena parte del trabajo que se llevaba a cabo en el hospital de Mabesseneh”, apostilla la hermana Elisa Padilla, superiora de la congregación de las Misioneras Clarisas en Sierra Leona. Por su parte, José Luis Garayoa, misionero navarro que desempeña su labor en Kamabai, un rincón recóndito de Sierra Leona, califica a García Viejo como su “hermano del alma”. “Fue esa cercanía con la miseria, con la gente y con el pobre la que le contagió el virus”, dice.

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