Jugada de Santos a tres bandas

Columna de Oscar Montes Al presentar la reforma tributaria en el segundo semestre de este año, el presidente aspira a salvar el plebiscito de la paz, y de paso le manda un mensaje al vicepresidente, Germán Vargas Lleras, principal afectado por el costo político del aumento.

En la más reciente cumbre del alto Gobierno que se llevó a cabo en la Casa de Nariño con la presencia del vicepresidente, Germán Vargas Lleras, quien días después fue sometido a una cirugía de la que se está recuperando, el principal tema que se trató fue el de la presentación ante el Congreso de la República de la reforma tributaria.

En ella estuvieron presentes el presidente, Juan Manuel Santos; todos los ministros y los jefes de los partidos políticos que hacen parte de la Unidad Nacional. La pregunta que Santos puso sobre la mesa fue: ¿Cuándo es más conveniente para el Gobierno presentar la reforma tributaria? ¿En el primer semestre del año o en el segundo? Al terminar su intervención pidió absoluta franqueza por parte de los asistentes.

La discusión –abierta y franca, como había pedido Santos– muy pronto se centró en la suerte del plebiscito de la paz. Para todos los asistentes quedó muy claro que si la reforma tributaria se presenta primero, entonces el plebiscito será un fracaso, pues nadie respaldaría a un gobierno que le mete la mano a los bolsillos de los colombianos obligándolos a pagar más impuestos, especialmente a quienes integran la clase media. “Aquí sí, como se dice popularmente, Coca-cola mata tinto”, dijo uno de los presentes en la cumbre.

Ante el panorama sombrío que le espera al plebiscito, en caso de que primero se tramite la reforma tributaria en el Congreso, la mayoría de los asistentes a la cumbre de la Casa de Nariño respaldó la iniciativa de aprobar primero el plebiscito y luego la tributaria, como en efecto sucedió.

Aunque a la postre se impuso la fórmula de primero el plebiscito y luego la reforma tributaria, el vicepresidente Vargas Lleras hizo saber en la reunión de Palacio que una reforma tributaria que se apruebe en el segundo semestre de este año para que entre en vigencia al año siguiente –en 2017– afectaría de forma grave al Gobierno y a quienes van a defender sus banderas en la campaña presidencial de 2018.

En otras palabras, el mensaje de Vargas Lleras fue: la cuenta de cobro de la reforma tributaria me la van a pasar a mí, que no solo soy el vicepresidente de Santos, sino el candidato más opcionado para llegar a la Casa de Nariño en 2018.

Mauricio Cárdenas, ministro de Hacienda y quien también hace parte de la baraja de ‘presidenciables’, sostuvo –sin embargo– que presentar primero la tributaria que el plebiscito no solo pone en peligro al segundo, sino que el Gobierno no tiene mucho tiempo para “socializar” la reforma, argumento que fue comprado de inmediato por Santos y todo el gabinete.

La semana pasada –mientras Vargas Lleras se encuentra convaleciente– el propio Santos acabó con la incertidumbre de cuándo presentará el Gobierno la reforma tributaria. En reunión con los representantes del Consejo Gremial afirmó que la reforma “se tiene que presentar este año y se debe aprobar este año, y así se hará en el segundo semestre de la legislatura”, afirmó.

Es decir, el presidente prefirió salvar el plebiscito de la paz y dejar que cada uno de los aspirantes a sucederlo –incluyendo a Vargas Lleras– se defiendan el próximo año, cuando la carrera por la Presidencia a partir de 2018 prenda motores.

Para tratar de aplacar los ánimos de quienes consideran que aprobar una reforma tributaria en el segundo semestre del año para que sus efectos –incluyendo el IVA al 19 por ciento en los productos de la canasta familiar– se sientan en 2017, Santos se descargó en el Congreso de la República, de quien dijo que “los congresistas nos han dicho que la primera legislatura es muy corta, porque comienza de inmediato la Semana Santa, y también nos han pedido que no congestionemos al Congreso con una reforma tributaria en el primer semestre de la legislatura”.

Así las cosas, a partir de marzo –cuando comiencen las sesiones– el Congreso se ocupará casi que de forma exclusiva de sacar adelante el plebiscito de la paz y dejará para el segundo semestre la aprobación de la reforma tributaria, que empezará a regir a partir del primero de enero de 2017, es decir, una vez se haya aprobado el plebiscito y comience en firme la campaña presidencial de 2018.

¿Qué pensará de esa jugada a tres bandas de Santos su vicepresidente, Germán Vargas Lleras, que deberá hacer campaña presidencial cargando sobre sus hombros el pesado piano de una reforma tributaria? ¿Se trató de una jugada maestra del binomio Santos-Cárdenas para bajarle los humos a la candidatura presidencial del vicepresidente?

Cuenta de cobro para Vargas Lleras en 2017

El vicepresidente, Germán Vargas Lleras, político curtido en mil batallas y buen conocedor del comportamiento de los electores, sabe mejor que nadie que hacer campaña después de haberles metido las manos en los bolsillos de los votantes con más impuestos es casi un suicidio político. Y también sabe que de todos los posibles candidatos del Gobierno a la Presidencia en 2018 quien tiene más que perder es él. Ni Mauricio Cárdenas, ni Humberto de la Calle, ni el candidato liberal que escojan Horacio Serpa y Juan Fernando Cristo, ni el conservador, ni el de La U representa un peligro real para su aspiración. El único de todos ellos que tiene capital político es Vargas Lleras. Y contra él es que van a disparar munición gruesa los enemigos del Gobierno. En plata blanca: cuando en 2017 la campaña presidencial esté en pleno furor y los colombianos estén mamados de pagar impuestos, todos sus contradictores políticos dirán que Vargas Lleras fue quien impuso el IVA del 19 por ciento. Punto. Y esa cuenta de cobro podría costarle la Presidencia.

¿Mauricio Cárdenas ganó el primer asalto?

Mauricio Cárdenas es terco y tiene ambición política. Y tanto la terquedad como la ambición política lo llevan a persistir en su idea de ser candidato presidencial y presidente, como su gran amigo, Juan Manuel Santos. Al quedar desvirtuada la tesis según la cual los ministros de Hacienda no podían ser presidentes de la República, por cuenta de los impuestos que creaban y las reformas tributarias que tramitaban, Cárdenas está convencido –y se deja convencer– de que puede ser el sucesor de Santos en la Casa de Nariño. La U y los conservadores le coquetean y él les hace ojitos. Cárdenas considera que su principal rival es Vargas Lleras. Por eso lo trata “con cordialidad, pero con distancia”. Y por eso mismo le controla la chequera. La razón para ese comportamiento es muy simple: cada casa nueva y cada carretera que inaugura el vicepresidente es un voto menos para el ministro de Hacienda. Con lo que acaba de pasar con la reforma tributaria, Cárdenas logró transferirle a Vargas Lleras buena parte del piano que él –como ministro de Hacienda– tendría que cargar solo. Con el agravante –para el vicepresidente– de que de los dos, quien tiene más capital político que perder es Vargas Lleras.

Puro cálculo político de Santos

Juan Manuel Santos necesita tanto del plebiscito de la paz como de la reforma tributaria. Pero el problema es que ambas prioridades se habían tornado excluyentes: si había plebiscito no había reforma, y si había reforma no había plebiscito. Mejor dicho: la aprobación de la reforma por parte del Congreso hundía al plebiscito que debe ser votado por el pueblo. Resolver el dilema fue la razón que lo llevó a convocar la cumbre en la Casa de Nariño a comienzos de año. De ese encuentro salió la fórmula que él considera la mejor: primero el plebiscito y después la reforma tributaria. Se trató de una decisión de conveniencia política para Santos, quien –ya lo sabemos todos– decidió jugarse su lugar en la historia negociando con las Farc para tratar de ponerle fin al conflicto armado. Santos no será el primer presidente odiado por ponernos más impuestos, pero sí el único que podría poner fin a 50 años de guerra con las Farc. De manera que su decisión no obedeció a recomendaciones del Congreso, como afirmó ante el Consejo Gremial, sino a puro cálculo político.

¿Se salvarán el plebiscito y la reforma tributaria?

Aunque Santos está convencido de que puede sacar adelante tanto el plebiscito como la reforma tributaria, la verdad es que ni lo uno ni lo otro está garantizado. Para empezar, la magra favorabilidad de Santos en las encuestas con apenas un 21 por ciento de aprobación, a la que se suma el rechazo de más del 90 por ciento de los colombianos a las Farc, atentan contra las posibilidades de éxito del plebiscito. Es un hecho incontrovertible que el Gobierno y las Farc no han podido ‘vender’ las bondades de la negociación de La Habana, y ello ha alimentado la desconfianza en los diálogos. La suerte del plebiscito, pues, no depende de si va primero o después de la reforma tributaria. Depende de la desconfianza –o de la confianza– que los acuerdos pactados en La Habana generen en los colombianos. Y la suerte de la tributaria también está embolatada, puesto que los mismos congresistas que la aprueben este año deberán salir a la plaza pública en 2018 para que los colombianos los reelijan. Es decir, cuando los impuestos aprobados por los congresistas estén a punto de enloquecer a los colombianos, los mismos que los aprobaron deberán salir a las plazas a pedirles a los electores que voten por ellos. Y no hay que tener cuatro dedos de frente para concluir que nadie es tan bobo como para darle una cuerda a quien sabe que terminará ahorcándolo.

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