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La esquiva paz del Bajo Cauca Antioqueño


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El Bajo Cauca Antioqueño ha sido una de las zonas más conflictivas de la historia reciente colombiana. Su riqueza aurífera, agrícola y su situación como corredor estratégico lo convierten en un botín preciado para todos los actores armados del conflicto.

La región que está atravesada por el Río Cauca en el extremo noroccidental de Antioquia, en donde las grandes sabanas cordobesas hacen su aparición, ha sido una región cruzada por la violencia del conflicto social y armado que sufre el país.

El Bajo Cauca Antioqueño está formado por seis municipios: Zaragoza, Cáceres, Tarazá, El Bagre, Nechí y Caucasia. Son 8445 kilómetros cuadrados que albergan a 280 mil personas, lo que la hace una de las regiones más grandes de Antioquia. Su situación de corredor estratégico la ha hecho atractiva para los diferentes grupos armados que han tenido parte en la guerra interna que sufre el país. Desde allí es fácil acceder al Urabá-Darién a través del Nudo de Paramillo, hacia el occidente, y al Magdalena Medio, incluso al Catatumbo al oriente, a través de la Serranía de San Lucas.

Draga sobre el Río Cauca.

La historia de esta región está unida a la historia de la minería de oro adelantada desde la colonia. Cáceres, que es el municipio más antiguo de los seis data del siglo XVI y fue fundado durante las expediciones de los conquistadores españoles que iban tras la riqueza minera de la zona.

La explotación de ese metal se mantuvo en niveles casi constantes hasta principios del siglo XX cuando la subida de los precios internacionales del oro propiciaron una migración nunca antes vista que se prolongó hasta la década del 70. En la actualidad esta región aporta el 57% del oro explotado en Antioquia lo que significa el 12% del oro explotado en el país.

La contaminación de la actividad minera es constante en el Río Cauca.

Durante este periodo la informalidad fue algo normal. Los mineros que no estaban al servicio de ninguna de las grandes empresas extranjeras que explotaban las minas y cuencas de la región, fueron el reflejo de la exclusión estatal. La colonización por cuenta de estas actividades propició la creación de cinturones de miseria y barrios informales que carecieron de los servicios públicos básicos.

Esta situación generó fuertes movimientos de reivindicación de derechos, que se volvieron atractivos para la llegada de actores armados ilegales, como las guerrillas de izquierda. A finales de los 70 hizo presencia el ELN seguido por las FARC. El primero se dedicó a la extorsión y boleteo de las grandes empresas mineras presentes en la región. El segundo intentó infiltrar los movimientos campesinos que reclamaban acceso a tierras.

Durante la década de los 80 la informalidad laboral, la poca presencia estatal en la región y la riqueza de las tierras planas y de las estribaciones de la serranía de San Lucas y del Nudo de Paramillo hicieron que el Bajo Cauca Antioqueño se volviera atractivo para los narcotraficantes que empezaron a comprar grandes extensiones de tierra.

A lo anterior se suma la caída de los precios internacionales del oro que se vivió en esa década y que rentabilizó, aún más, la actividad cocalera.

Las acciones de las dos guerrillas antes mencionadas, que ponían entre la espada y la pared a los comerciantes de la región, así como el atractivo del narcotráfico, cada vez más creciente, propició la llegada a finales de los 80 de estructuras paramilitares.

El Bajo Cauca Antioqueño es zona de paso entre el oriente y el occidente del país.


¨Cuco Vanoy” y “Macaco” fueron quienes lideraron el proceso de consolidación paramilitar en el Bajo Cauca Antioqueño. Sus actividades no solo se centraron en el accionar contrainsurgente sino que controlaron la cadena productiva del narcotráfico. El Bloque Minero y el Frente Nordeste, Bajo Cauca y Magdalena Medio del Bloque Central Bolívar fueron los amos y señores de esa región durante media década. Cooptaron los poderes locales y no tuvieron mayores inconvenientes por parte de la fuerza pública.

La desmovilización de estas estructuras durante el primer gobierno de Álvaro Uribe Vélez hizo que cerca de 4000 desmovilizados llegaran a las calles de Caucasia, municipio que en su casco urbano cuenta con poco más de 8000 personas.

El día de hoy la mayor parte de los comerciantes del Bajo Cauca Antioqueño se quejan por las contantes extorsiones de las Bandas Criminales, estructuras que pervivieron a la desmovilización de los paramilitares y que están conformadas, en su mayoría, por desmovilizados de estas.

El Bajo Cauca Antuiqueño es una región campesina.


La tensión es algo que se puede sentir en las calles de Caucasia. Allí pocos establecimientos nocturnos pueden operar después de ciertas horas si no han pagado la consabida “vacuna”. Además, las denuncias no son fructíferas la mayor parte de las veces ya que la presión de estos actores armados evita que las autoridades tengan conocimiento de los hechos.

Sin embargo, en el Bajo Cauca Antioqueño las comunidades están resistiendo y venciendo el miedo y el abandono. Existen proyectos como la Red Nudo de Paramillo que están buscando la manera de salirles al paso a las violencias y crear nuevos tejidos sociales basados en el perdón y la construcción de paz territorial.

El Nudo de Paramillo vigilante en la distancia.


A la par que se llevan adelante proyectos productivos de caucho y plátano, que se busca la manera de que las víctimas puedan ser reparadas y que la paz pueda ser una realidad en esta región, las dragas continúan horadando el lecho del Río Cauca y las intimidaciones y amenazas, así como la extorsión, siguen siendo el pan de cada día de estos seis municipios que reflejan la dolorosa y prolongada guerra que hace cinco décadas sufre Colombia.

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