La historia, de flor en flor

Desde que hace 40 años los portugueses taparan la boca de sus fusiles con claveles, hasta la despedida esta semana a Gabriel García Márquez con una lluvia de flores, la carga simbólica de estas ha sido la encargada de aportar luz y vitalidad a pasajes oscuros de la historia.

El adiós al premio nobel, que solía llevar una rosa amarilla en la solapa de sus trajes, emula el pasaje del fallecimiento de Aureliano Buendía en “Cien Años de Soledad”, un manuscrito que demostró el poder de la imaginación a millones de lectores de todo el mundo a través del realismo mágico.

“Los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía, donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”, esgrimió en una ocasión uno de los escritores con un intenso compromiso social y político.

simbólica fueron también, hace hoy justo cuatro décadas, los encargados de poner punto final a la dictadura portuguesa y marcar el nacimiento de una nueva democracia, en un episodio histórico que pasaría a la posteridad con el evocador título de “Revolución de los claveles”.

Pero no solo como símbolo de libertad entran en escena las flores, en la recatada época victoriana fueron elemento de comunicación entre enamorados, y desde entonces, la rosa roja mantiene su estatus como alegoría de amor y regalo entre enamorados.

Hechos, en colores



Retomando la estela del realismo mágico, en este caso a manos de la escritora Laura Esquivel, es justo esta flor, en la receta de paloma con pétalos de rosa, la que hace de mensajero de amor entre los enamorados de “Como agua para chocolate”.

Por si fuera poco, uno de los más reconocidos poetas que cantaron al desamor, Rainer Maria Rilke, falleció a causa de una septicemia tras pincharse con una rosa. Todo un final para un autor que ordenó como epitafio: “Rosa, oh contradicción pura en el deleite de ser el sueño de nadie bajo tantos párpados”.

De la época victoriana, otras flores han quedado asociadas a un significado: el jacinto al afecto, el girasol a la adoración, la lavanda a la desconfianza, el narciso al egoísmo, la margarita a un amor incierto y la rosa amarilla a la infidelidad.

Es habitual también que la flor favorita de cada personaje aparezca con relevancia en su entierro: si junto a la tumba deLuchino Visconti plantaron hortensias azules, y el féretro deVittorio Gassman lo adornaron coloridos girasoles, Sinatra optó por las menos conocidas gardenias blancas.

Aunque de entre todos los funerales públicos, el más florido fue el de Diana de Gales, gracias a las aportaciones que el pueblo inglés realizó a las puertas del Palacio de Kent, su residencia oficial. Su féretro estuvo acompañado por tres ramos de lirios, su flor favorita, que correspondían a sus hijos Guillermo y Enrique, y a su hermano, el del Conde Charles Spencer.

Esta misma flor, fue también la favorita de Christian Dior, un diseñador que, por superstición o con vistas a moldear su propio mito, mostró durante los momentos más álgidos de su reconocimiento profesional una timidez patológica y una serie de curiosas manías que incluía en todos sus desfiles, como esta flor, que siempre estaba presente.

Y es que las flores aparecen, desaparecen y permanecen a lo largo de la historia en múltiples ocasiones: desde las trágicas “Trece Rosas” fusiladas al acabar la Guerra Civil Española, pasando por el eleganteTrono del Crisantemo japonés o los evocadores y sensuales pétalos del filme de “American Beauty“. Un ecléctico “bouquet” que sirve de ejemplo para demostrar que la historia puede ser contada, de flor en flor.

Tomado de EFE Estilo

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