Matrimonio Gay: Ni ano ni anillo ¡Viva la homofobia!

Aunque escribo este panegírico antes de que se vote en el Senado el entierro definitivo de la inmundicia de proyecto de ley para aprobar el matrimonio de los maricas, estoy seguro que desde ya las fuerzas del bien, de la moral, de la rectitud y de la erección, podemos cantar ¡victoria!

Con el voto negativo del indócil partido de la U, de los primos evangélicos, mis hermanos godos, parte de los verdes, no pocos cachiporros y hasta un par de ovejas trasquiladas del Polo –partido al que me le quito el sombrero pues lo veo en profunda reflexión e interesante giro hacia la civilización, unido con Uribe ya en varios temitas- logramos detener la maquinaria de las mariposas rosadas, que querían empacarnos su degenerado matrimonio de pirobos, drag queens, tortilleras, bisexuales, luteranos (los que le jalan por el útero y por el ano) y demás enfermos, sociópatas y delincuencia en general que se agrupa en la banda terrorista autodenominada LGBTI, que está en mora de ser bombardeada por los Tucanos de mi general Pinzón.

Y todo gracias a que numerosas fuerzas de la fe, maravillosamente reaccionarias, su unieron en esta batalla en defensa del vilipendiado ano, que quería ser consagrado como vínculo y tabernáculo de un “amor” pagano, pecaminoso y sin duda excremental, como lo expresara Gerlein, el filósofo de las tirantas y tiraderas heterosexuales.

La suciedad del ano, o del jopo como diría el maestro Gerlein, es consustancial a los procesos de evacuación de detritus, y mal podría ser tan siniestro y herético orificio lugar de placeres. Si de hecho y en efecto el escatológico pliegue corpóreo es per se un pecado, ¿qué decir de supuestos vínculos contractuales que procedan de él?

Por ejemplo, querían las hordas de floripondios que se les garantizara con el matrimonio entre hombres o entre mujeres, la adopción. ¿Acaso se puede adoptar por el trasero? Esos niños y niñas –y perdonen- serían educados como un culo. En la “cultura” vesánica e inmoral, en la enseñanza de mañas, y concupiscencias, que por su propio origen torcido, los conduciría a ser pasto de la izquierda. ¡Es que entre más maricas, suelen ser más zurdos!

Nos amenazan estos vándalos con no volver a votar por nuestros castos e impolutos senadores. Dicho sea de paso, nos importa un ídem. Tenemos la suficientes reservas morales en nuestras amarradas clientelas, como para no temer que se pierdan unos votos manchados por la traza infértil de los amores vedados y vetados por las mayorías.

¿Cuál diversidad? ¡Maldita Constitución de Navarro que gracias a Dios hemos chatarrizado poco a poco!

Este país ama la disparidad, la desemejanza, la homogeneidad. Aunque soy el primero en la fila de los católicos, siempre habrá excepciones a la regla y por ello puedo decir que no considero como prójimo a esa barahúnda de gays.

Gracias doctor Roberto Gerlein por haber puesto los puntos sobre la íes, De una vez lo propongo a usted como valor de recambio en nuestra derecha sin complejos de culpa. Lance su pre candidatura a la presidencia por el Centro Democrático Heterosexual. Tiene mi voto y el de mi legítima Matilde, a quien desde que nos casamos la obligo a sufragar por nuestros adalides.

Doctor Gerlein, admiro sus posturas, su venerable vientre construido a base de ñame y Old Parr, sus trajes de finos paños de lágrimas, admiro sobre todo su verbo hecho carne, su palabra edificante, su mente preclara y doctoral y sus inquebrantables principios cristianos de tolerancia y civilidad.

Junto a Su Santidad el Procurador, son ustedes la muralla y atalaya desde donde se defienden los valores occidentales y accidentales, desde donde vamos logrando desbarrancar todo lo laico que aun nos agrede en este país. Sin duda unidos en esta magna obra lograremos convertir al país y sus instituciones todas, en un solo templo con una sola feligresía.

Tenemos el derecho histórico y de raza a imponer nuestras creencias religiosas a todo el mundo, de obligar a la indiada a que se cristianice, a que se hinque. Nuestras creencias, no solo son las indicadas, sino que las demás son subversivas, terroristas. Sumercé corronchito del alma, bien por haber derrotado el matrimonio igualitario. Inmunda palabra esa “igualitario” sinónimo de lucha de clases, de leninismo.

Solo creemos en el matrimonio de hombre y mujer, en el cual, como lo indica la tradición y hasta la genética, la fémina se somete a las directrices del varón, en la cama y en el suelo. Tiene usted razón al denunciar hasta penalmente el sexo meramente recreativo, propio de maricas y de promiscuos.

Vamos a obligar a la gente de esta país a que piche solo para engendrar. Se acabarán los grititos de placer orgásmico, sobre todo en las mujeres, que no tienen derecho a venirse ni a irse del redil, amarradas como debe ser a la pata de la cama, en la cual solo nosotros, los varones de Indias, usufructuamos los placeres del coito, eso sí, meramente reproductivo.

Doctor amado: métale más cacumen y jurisprudencia al asunto y verá que además de impedir el matrimonio ilegal, hasta logramos enderezar a los errados y convertirlo a la fe pura. Con usted me vomito al unísono y condeno la besatón de las bironchas frente a la estatua de Rafael Núñez, poeta de la patria, himno de Cara al Sol.

Capítulo aparte en esta victoriosa cruzada merece la simpar Ilva Myriam Hoyos, procuradora anti gay delegada por su Eminencia, para hacerle lobby a nuestra propuesta de acabar con la igualdad y la tolerancia.

¡Qué mujer, que dama gris!

De solo verla se le nota la disciplina en el uso matutino del silicio, se le ve la penitencia permanente, la plegaria en sus dulces labios, la laca en su pelo que endurece sus ideas que como pilares sostienen el edifico sacrosanto de nuestra doctrina de la fe.

No hace falta el vestido para ver que ella es una monja de civil, impermeable a las polillas que moran en los closets de los maricas. Tan conservadora, tan anclada en las dignidades y maravillas mentales de un pasado glorioso, que la veo brillando desde la caverna, desde el mito primigenio.

Su sola presencia angelical, su belleza desconcertante, sus atractivos intelectuales, su manto de fidelidad -y no los puesticos repartidos por su jefe entre los senadores- fueron suficientes para ayudar a tomar la decisión de votar en contra del matrimonio gay. Ilva convenció a esos venerables padres de la patria.

Su sereno lobby, casi silencioso como una santa de imaginería criolla, bastó para acallar las vocinglería maléfica de las Angélica Lozano y los Benedetti que pululan en los lupanares de esta democracia que deberíamos de una vez por todas restringir con candado.

Su mirada perdida en arreboles místicos convenció a los que tenían dudas. Su resplandor de vestal andina, su fulgente irradiación mística, lograron detener el infundio, el pecado. Doctora procuradora, nace una santa…

Si yo no estuviera casado por la iglesia con Matilde, señora doña Ilva Myriam, la pediría como consorte hasta el final de mis días, Si mi moral no me lo impidiera, llegaría hasta enmozarme con sumercé.

¡Los jodimos! ¡Abajo el ano y el anillo para los gay! ¡Viva la homofobia!

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