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Los republicanos temen perder el legislativo después de que su candidato se metiera en una decena de polémicas en apenas un puñado de días.

Donald Trump ha pasado de enfrentarse a Hillary Clinton a centrar sus ataques en una serie de enemigos muy diferentes: un bebé y su madre en un mitin, los padres del capitán Humayun Khan, un soldado muerto en Irak, o el presidente republicano de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, entre otros. La semana posterior a la Convención Demócrata ha dejado a Clinton en una situación muy ventajosa en las encuestas mientras el presidente del Comité Nacional Republicano se describe “apoplético” ante el camino tomado por el candidato de su propio partido, diputados republicanos empiezan a pedir el voto por Clinton y varios medios llegan a preguntarse si quiere perder a propósito.

Desde luego, si hay un libro de instrucciones acerca de cómo llevar una campaña, Trump no parece haberse leído ni una sola línea. Uno de los momentos más emotivos de la Convención que coronó a Clinton como la primera mujer candidata a presidenta por uno de los principales partidos fueron las palabras de Khizr Khan, padre de Humayun, en las que acusó a Trump de no haber sacrificado “nada ni a nadie” por su país, y le conminó a leer la Constitución.

El momento, pese a su fuerza, no se emitió en la hora en la que las grandes cadenas de televisión conectan con las convenciones, sino antes, por lo que la cantidad de personas que lo vieron fue mucho menor. Pero Trump se encargó de que todo el país viera el fragmento y de que se mantuviera en los titulares durante toda la semana.

Trump empezó sugiriendo que la madre de Khan no había hablado porque su marido, Khizir, no se lo había permitido. A continuación aseguró que él sí había “sacrificado” muchas cosas, porque había creado “miles de empleos”. Ante las críticas masivas de todo el espectro político, Trump se quejó de que había sido “atacado salvajemente” en público y que “tenía derecho a defenderse”. El martes, cinco días después, la polémica seguía: una de sus portavoces, Katrina Pierson, acusó al presidente Barack Obama de ser el responsable de que Khan muriera en la guerra de Irak en 2004, cuando Obama era apenas un senador en el parlamento estatal de Illinois, antes de rectificar el miércoles y culpar a Clinton.

Trump cerró la lista sugiriendo que Khan está preocupado por la posibilidad de que como presidente luche contra el terrorismo islámico, y se preguntó por qué le “molesta” que hable de ello, en relación a una teoría conspirativa surgida en medios de la derecha radical que apunta a que los Khan son aliados de grupos islamistas.

Tensión interna

La respuesta al discurso de Khan ha provocado que varios miembros del partido se distanciaran de él, incluido su propio compañero de fórmula, Mike Pence. Más lejos han ido otros, como el diputado Richard Hanna, de Nueva York, o la co-autora del informe sobre por qué fracasó Mitt Romney en 2012, Sally Bradshaw, que directamente han anunciado su intención de votar a Clinton en noviembre. A la lista de apoyos de Clinton se han unido la directora ejecutiva de HP y excandidata republicana a gobernadora de California, Meg Whitman, o el inversor Warren Buffett, que celebró un evento en Omaha -ciudad que otorga uno de los votos electorales del estado de Nebraska- en el que preguntó a Trump si “senía sentido de la decencia”.

Esta crisis interna ha crecido esta semana gracias en parte también al mismo Trump, que ha decidido vengarse de grandes figuras republicanas que se han negado a apoyarle durante su campaña. Las primarias presidenciales acabaron hace meses, pero todavía quedan una ristra de votaciones internas para elegir a candidatos a diputados, senadores, gobernadores y otros cargos locales. Entre ellos está el senador John McCain, uno de los más duros a la hora de distanciarse de los ataques de Trump a Khan, precisamente por su experiencia como prisionero de guerra en Vietnam, de la que el magnate también se burló hace un año.

Pero el candidato de mayor perfil es Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, y que tardó varios meses en presentar su apoyo a Trump. El candidato presidencial de su partido respondió con las mismas palabras que Ryan usó en el pasado para anunciar que “todavía” no le apoyaría, y el diario Politico anunció que varios exayudantes del magnate habían ido a Wisconsin a apoyar a los rivales de Ryan con hasta 10 millones de dólares de fondos. Según Katy Turn, periodista de la cadena NBC, esta decisión dejó “apoplético” a Reince Priebus, presidente del Comité Nacional del partido, que teme que se desate una guerra interna a tres meses de las elecciones. Finalmente, el magnate rectificó el viernes, pero el daño a la unidad republicana ya estaba hecho.

A todo esto se suman una ristra de “errores” que podrían haber acabado con cualquier campaña. Por ejemplo, el periodista Joe Scarborough comentó que, en una sesión informativa, Trump tuvo que preguntar tres veces en una sola hora a un asesor por qué EEUU no podía usar su arsenal de bombas atómicas para atacar a sus enemigos. Y esta misma semana, en un mitin, Trump pidió que echaran a una mujer cuyo bebé estaba llorando apenas un minuto después de decir en público que le encantaba su bebé y que no le importaba que llorara.

Este cúmulo de situaciones, sumado a la recuperación de Clinton en las encuestas, ha dejado a los republicanos en un estado de pánico. Fuentes de la campaña de Trump dijeron a la cadena NBC que su equipo está “al borde del suicidio”. El miércoles, su jefe de campaña tuvo que insistir en que Trump sigue “al mando” en respuesta. Según el medio The Hill, uno de los mayores donantes y recaudadores de la campaña de Trump dijo estar dispuesto a “romperle sus jodidos nudillos” si pudiera. Los rumores apuntaban a que la dirección del partido incluso se planteaba la posibilidad de abandonar a su candidato a su suerte o incluso reunirse para cesarle como candidato y elegir a otra persona, una idea apoyada por voces conservadoras como Bill Kristol.

La situación es muy compleja, ya que, celebrada la convención, la única forma de reemplazar a Trump sería mediante una reunión de líderes del partido en una sala oscura de Washington, sin consultar a los votantes, una opción que difícilmente mejoraría la imagen del partido ante unos militantes que eligieron al magnate en las primarias precisamente como muestra de rechazo a todo ello. El plazo para reemplazarle, en todo caso, termina el 1 de septiembre.

Aun así, el mayor temor para el partido es un Trump que insista en mantener su candidatura hasta el final, tenga unos resultados terribles (por debajo del 40%, como indican las encuestas en este momento) y hunda a los candidatos al Congreso y especialmente al Senado, donde se juegan la mayoría. Cada vez más, Trump parece un tremendo error para el partido.

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