Una de las grandes preocupaciones humanas a lo largo de los tiempos ha sido conocer el destino, si las personas tienen un destino signado y si ese destino puede ser cambiado. Como escribiera al respecto el célebre maestro de astrólogos, Mauricio Puerta Restrepo (1950), en su libro Astrología aplicada sólo para astrólogos (2004): “(…) a uno las cosas le suceden por destino o por idiota; que puede cambiar las segundas, pero no las primeras. Es más, ¿Cómo las va a cambiar, si usted no sabe cuál es su destino? Y, una vez lo sepa… ¿para qué va a querer cambiarlo si ese es SU (sic) destino?” En la anterior cita hay profunda sabiduría y pragmatismo, cómo realmente se quiere cambiar el destino que no se conoce, o se es tan idiota para querer cambiar lo que indefectiblemente ha de suceder. Los antiguos estoicos hablaron del Amor fati, que hace referencia a una alocución latina que bien podría ser traducida como amor al destino.
El filósofo alemán Federico Nietzsche (1844-1900) en sus textos La gaya ciencia (1882) y Ecce homo (1888) abordó el concepto del Amor fati, definiéndolo como amar las cosas como son, en otras palabras, aceptar los sucesos como suceden y no como se quiere que acontezcan, lo que muchos siglos antes, fue expuesto por Epicteto (55-135) en Enquiridión. Si los seres humanos aceptasen las cosas como son en lugar de desear lo que no son, probablemente la vida sería más llevadera, habría menos sufrimiento, o al menos éste sería más llevadero.
Se debería como lección de vida de cada uno, aprender a amar el destino, más allá de cambiarlo o querer modificarlo, es preferible y deseable entenderlo para poder conocerse a si mismo y gestionar las emociones, en últimas, son las emociones las que determinan las acciones y son también las emociones las que sin quererlo terminan por modelar el destino. Los estoicos supieron con claridad meridiana que, las emociones son esclavas del pensamiento. Si las emociones preceden a las acciones, las emociones son precedidas por el pensamiento. Gran parte del éxito en la vida depende de la manera como se modela el pensamiento y su peso sobre las emociones. Aprender a amar el destino debería ser una especie de imperativo categórico personal. Aceptar el curso del destino para poder en forma inteligente y racional, controlar las emociones.
Aprender a amar el destino es fundamental para cada persona porque le permitirá conocer el libreto de su alma, y con arrojo decidir si el sufrimiento será permanente, si puede ser evitado, o al menos controlado. No es la idea de la muerte la que ocasiona zozobra y miedo, si no la forma como la muerte se presenta, acompañada de sufrimiento y de insoportable dolor. ¿Cómo conocer el destino? ¿Realmente el destino está signado en las estrellas? ¿Existe el destino como una concepción previa a la vida? ¿Resulta la astrología de utilidad para conocer el destino? ¿Podría ser la astrología una terapia para el alma?
La astrología, pese a que en las sociedades contemporáneas no goza del valor y el reconocimiento científico que tiene su hermana siamesa: La astronomía, es un instrumento que permite conocer el alma humana y reconocerse en ella, en particular, el libreto de la vida sobre el conocimiento propio. Si los seres humanos supieran gestionar sus emociones, probablemente habría menos sufrimiento, mayor aceptación de la realidad sobre el destino que a todos les espera y que cada uno debe recorrer. Aprender a amar el destino es parte de la tarea del héroe, entender que es una misión que cada uno debe descubrir y ejercitar en su proceso vital. Al cabo, en la asignatura de la vida, unos son más aplicados que otros y hacen de buena manera la tarea, pero al final nadie sale vivo.