La construcción de la paz sigue produciendo noticias positivas, a los eventos y procesos impulsados por la Mesa Nacional de Interlocución Social para la Paz – MENSIP, la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, y al evento convocado en la zona del Yarí (Caquetá), para respaldar los inicios formales del proceso de paz con las FARC-Estado Mayor, se le sumó la convención de refundación del Partido Esperanza Paz y Libertad.
La recuperación justa de la personería jurídica de esta agrupación política, da continuidad a los pactos de paz del siglo pasado y revive el partido surgido del proceso de paz de 1991, llevado a cabo con el antiguo Ejército Popular de Liberación – EPL, proyecto militar del entonces Partido Comunista de Colombia (Marxista-Leninista), que luego de diferentes intentos de diálogo y de los asesinatos de varios de sus dirigentes políticos, decidiera abandonar la lucha armada y en medio de la convocatoria a las Asamblea Nacional Constituyente, otra de sus propuestas de mediados de los años 80, pactar un acuerdo de Paz y hacer dejación de armas.
El pasado miércoles 19 de abril se realizó la convención nacional, para sortear las exigencias del Consejo Nacional Electoral, y luego de un proceso tortuoso de recuperación de confianzas entre algunos de sus líderes sobrevivientes del exterminio al que fueron sometidos desde todos los flancos de intolerancia política, y de un ejercicio de concertación y alianza con el movimiento político Unidad Democrática, dirigido por el exsenador Luis Carlos Avellaneda, en donde también militan varios esperanzados, alianza no muy bien vista por algunos militantes de Esperanza paz y Libertad, más por la forma en que se realizó, que por cuestionamientos a su importancia, finalmente salió airoso y con ánimos renovados.
Con esta nueva realidad política, demostrando el compromiso de construir una propuesta expresión política dentro del espectro de la izquierda, pero con una visión más moderna, más atractiva hacia la juventud, ligada a los sectores sociales, con visión de poder real, y unida a la necesidad de fortalecer un frente político amplio para salir de la crisis política, económica y de las violencias en todas sus expresiones, se tomó la decisión de cambio de nombre y bautizar el nuevo partido, Esperanza Democrática, haciendo honor a su esfuerzo más significativo, la esperanza en generar una Nueva Democracia, y avanzar hacia un país más justo, solidario, equitativo y en Paz.
La convención se realizó en Bogotá, con la participación de delegadas y delegados excombatientes, dirigentes políticos, sociales, sindicales, étnicos, comunales de todo el país, algunos activos en su lucha por los cambios, otros y otras en proceso de reactivación, pero desbordando de optimismo frente a las posibilidades que brinda la reorganización partidaria. Hace mucho tiempo que no se presentaba un evento que privilegiara el debate político e ideológico, frente a las disputas electorales, y que mantuviera como en viejas épocas, profundidad programática. No de otra forma hubiera sido, teniendo en cuenta que quienes se ponen al frente de esta estructura política, han sido dirigentes curtidos en la lucha social, política, sindical y hasta militar, por un nuevo país, profundamente comprometidos con la paz.
Como sucede siempre que una vieja familia se reúne con nuevas generaciones, el anecdotario en los pasillos fue protagonista, pero más allá de tan importantes momentos, se reafirmó, como se ha hecho desde el momento mismo de la firma del acuerdo de paz, que la llamada lucha armada, como propuesta política, perdió toda vigencia, o que en el peor de los casos, nunca debió contemplarse como estrategia para construir una nueva sociedad y un nuevo Estado, que estaría ligado a modelos socialistas o socialdemócratas.
En ese entonces, hablando del acuerdo del E.P.L., la decisión fue, pactar la paz en el marco de la participación en la Asamblea Nacional Constituyente y de una nueva Constitución Política Nacional, con la convicción de que la lucha armada como estrategia política para el asalto al poder, había fracasado y que lo que se imponía era la lucha política electoral y la lucha social, amparados en las nuevas garantías constitucionales. No era otra la salida, que hoy sigue siendo vigente, se pacta un acuerdo de paz para avanzar en la superación de las múltiples causas políticas, económicas y sociales que respaldan la decisión de algunos sectores de la sociedad, de resolver dichas causas mediante el uso de la violencia armada. Es el pacto y el cumplimiento progresivo de lo pactado lo fundamental, y en esa realidad, los únicos garantes son los miembros de la sociedad que no quieren más guerra.
Por esta razón, este nuevo partido, tiene como reto, entre otras consideraciones, aportar desde su experiencia, a que el nuevo proceso de paz o a propósito de este, desate un gran diálogo nacional que logre concitar la voluntad múltiples sectores, para pactar el más amplio entendimiento social, económico y político, que ponga al centro de los acuerdos el tipo de país que queremos los y las colombianas. Un partido coherente con sus postulados de cambio, moderno en su estructura y en la forma de llegar a las nuevas generaciones, que utilice la tecnología para generar y fortalecer nuevas capacidades políticas, para la toma ágil de decisiones, para mantenerse en permanente contacto con los territorios.
Hoy Colombia requiere la modernización de su democracia y de sus partidos, para que el debate político sea entre ideas, entre propuestas para enrutar el país hacia la inclusión y el respeto, partidos profundamente democráticos en la forma de tomar decisiones, en donde los liderazgos reconozcan y respeten las múltiples expresiones sociales, los nuevos liderazgos, las nuevas realidades.
El reto para Esperanza democrática es convertirse en un partido que promuevan la participación ciudadana a su interior y por fuera de este, donde el constituyente primario tenga poder de decisión y responsabilidad con su voto. Un partido moderno que reconozca el importante papel de las mujeres, sin las cuáles no se puede pensar en hacer realidad la paz, la equidad social y política, partido de la esperanza para la población LGBTQ+ que lucha por sus derechos, para la juventud sedienta de cambios y poder, para la cultura y el arte que resiste y persiste en la defensa de la vida, para las organizaciones sociales, comunitarias y étnicas que no desfallecen en sus luchas, un partido que no busque instrumentalizar a la sociedad en época electoral, sino que se proyecte su poder. Estos y otros serán los retos de este nuevo partido y de todos sus militantes y simpatizantes.