Es muy natural que, algunos de los ya reconocidos sectores que se oponen a cualquier intento de construir caminos de paz para salir de, por lo menos, sesenta años de violencias políticas, ahora se rasguen las vestiduras en contra de las propuestas que, para construir paz integral, se exploran desde el alto gobierno y los grupos armados no estatales. Como si Colombia viviera en un paraíso que hay que proteger y la muerte violenta no paseara por los campos y ciudades arrebatándole a las gentes la posibilidad de un presente y un futuro mejor, los áulicos de la violencia se niegan a cualquier propuesta que acerque la posibilidad de paz.
Vociferan, gritan, patalean, amenazan con impedir cualquier solución que no sea el bombardeo y la confrontación armada, intentan debilitar toda propuesta audaz, ridiculizándolas con sus editoriales, espectáculos mediáticos y comentarios mañosos, y omitiendo el amplio respaldo que las comunidades están brindando a los espacios de diálogo y conversaciones que, aunque con dificultades y desaciertos, se abren paso, recuperando y señalando rutas de solución política, negociada y pacífica a las violencias estructurales y armadas.
No se equivoquen nuevamente señoras y señores de la oposición inteligente. No se dejen aconsejar del sesgo ideológico, la mezquindad y el egoísmo; en Colombia, además de la expresión electoral que votó mayoritariamente a favor de la construcción de la paz integral y total, se están tejiendo energías, pensamientos, actuares y quereres populares. Es la Juntanza creativa, que desde los territorios está comprometida con las transformaciones de las causas que generan violencias. Basta con visitar y conversar con las comunidades en las zonas y ciudades más afectadas por el conflicto armado y el olvido, para sentir y comprobar el inmenso esfuerzo que las y los empobrecidos hacen a diario, para persistir en la construcción de paz y reconciliación.
Ejemplo de ello es, la decisión de los y las jóvenes negras de la costa pacífica que participan y fortalecen las Guardias Cimarronas y los Consejos Comunitarios para la defensa de los territorios, el rescate de la cultura, la defensa de las tradiciones, y el gobierno y la justicia propias; o el compromiso que demuestran, las gentes de las comunas de Medellín, que salen al encuentro de la Gira Territorial por la Paz, organizada por múltiples expresiones sociales que trabajan por la paz urbana y la paz nacional; o las mujeres campesinas y comunales del bajo cauca antioqueño que, resisten a la confrontación violenta y a los estragos ambientales de la minería del oro, cultivando yuca, plátano y ají, criando cerdos, gallinas, peces o manteniendo apiarios cuyo producto les ayuda a mejorar sus ingresos. Mujeres comprometidas con sacar adelante sus sueños, sus hijos y sus comunidades.
No hay que dejarse deslumbrar por las altanerías de quienes sienten que, así como perdieron la gobernabilidad nacional, van a perder gran parte de la gobernabilidad territorial. No hay que dejarse provocar de quienes se rehúsan a abandonar prácticas corruptas, mafiosas, violentas y embusteras para mantenerse en el poder. La tarea hoy es, fortalecer los procesos sociales regionales, subregionales y nacionales que han perdurado en su lucha pacífica, generar nuevos espacios de encuentro democráticos e incluyentes, respaldar las reformas propuestas para el cambio, concertar con quienes tienen pensamientos diferentes pero que creen en la paz y la necesidad de transformaciones profundas y preparase para participar coordinadamente y con propuestas consensuadas, en los escenarios que se abren paso desde las mesas de conversaciones con los grupos armados.
El presente y el futuro nos convocan a desatar la mayor creatividad posible, por eso, no hay que temer a las propuestas novedosas que buscan la paz. No hay que resistirse a romper esquemas tradicionales de negociación que, aunque muy importantes, no han sido suficientes para superar definitivamente los círculos de violencia que tanto daño nos hacen. La paz transformadora que hará emerger de nuestros corazones y cerebros, la justicia social y la reconciliación, requiere explorar caminos diferentes, instalar niveles variados de encuentro y construcción colectiva, que hagan posible la urgente tarea de desescalar la confrontación, para ahuyentar el miedo, el terror y la muerte.
Las guerrillas, las bandas criminales y los llamados grupos armados herederos de estructuras del paramilitarismo, también deberán hacer lo propio. El compromiso escrito se refrenda con el compromiso práctico. No se puede desconocer la importancia de las declaraciones de paz, y hay que dar pasos definitivos para robustecer el llamado Cese al Fuego Bilateral; pero también, se necesita instalar toda clase de mecanismos que conduzcan a ponerle fin de una vez por todas, a los ataques sistemáticos contra la población civil.
No es posible avanzar con la profundidad, la confianza y la rapidez que se requiere, si se continúan asesinando indígenas, afrodescendientes, comunales, sindicalistas, ambientalistas, hombres y mujeres que trabajan por la paz y los derechos humanos. No será posible convocar a toda la sociedad, si el secuestro o la extorsión no se suspenden, si se sigue reclutando niños, niñas y adolecentes, si se siguen instalando o manteniendo fronteras imaginarias que aterrorizan a las comunidades en las ciudades, si los pueblos siguen confinados, o si las lideresas y líderes políticos no pueden expresar sus ideas.
El Gobierno Nacional podrá avanzar, con el apoyo de la comunidad internacional, en la búsqueda de recursos para crear un ambiente propicio para la paz y la participación, desescalar el conflicto, prevenir los secuestros o la extorsión, progresar en la ejecución del Plan Nacional de Desarrollo, e incluso garantizar la manutención de los combatientes mientras se firman los acuerdos definitivos de paz; también, las organizaciones sociales podrán continuar con sus procesos de coordinación, construcción de acuerdos y consensos territoriales y nacionales; pero, estas ingentes labores que ponen en riesgo el acumulado político de los partidos de gobierno y mantiene en la zozobra a las organizaciones, no tendrán los resultados esperados, si los grupos armados no estatales, no muestran un mayor compromiso en la construcción de paz.
Es el momento de preparar y realizar más y mejores acciones colectivas, es el tiempo de la unidad de todos los sectores de la sociedad que queremos salir de las que parecieran ser, interminables trampas violentas, y demostrar la más desbordante creatividad, la más amplia bondad política y social, y el más resistente compromiso con la paz integral y total.