En mayo de 2023, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, también conocido popularmente como AMLO, mantenía una popularidad del 58%. Esta cifra resulta atípica para un jefe de gobierno en el mundo en la actualidad. La semana pasada su partido, MORENA, le arrebataba el DF al PRI, su penúltimo bastión político, donde jamás había perdido las elecciones, completando 23 de 32 Estados de México, que recuerden es Federal.

Muchos intelectuales de diferentes corrientes políticas, ya sea de izquierda, centro o derecha, han señalado serias deficiencias estructurales en el gobierno, especialmente en temas como seguridad y corrupción. Estas críticas apuntan a que las políticas implementadas no han logrado la eficiencia prometida. Además, la oposición lo tilda de populista, tanto por su estilo de vida como por su constante apelación al pueblo como el principal actor constituyente y apoyo de su mandato.

A pesar de que la pobreza ha aumentado, en parte como consecuencia de la pandemia, al igual que en el resto de América Latina, AMLO aún es reconocido en varios estados como el presidente de los pobres. Es interesante notar que su popularidad se mantiene a pesar de tener varios indicadores en su contra. En la región, el único líder que posiblemente conserve una popularidad similar al final de su mandato es prácticamente su némesis: Nayib Bukele en El Salvador.

¿Se debe entonces al discurso populista la única explicación de por qué AMLO es el presidente de izquierda más popular desde los primeros mandatos de Lula Da Silva o Evo Morales?  Cualquier análisis comparado en la región permite asegurar que no es así. Un mandatario puede tener un discurso atractivo y popular y una alta valoración negativa al mismo tiempo.

En el caso mexicano la explicación es multicausal. Por una parte, si bien los indicadores de pobreza llevan un incremento, medido desde el 2018 al 2020[1], la tendencia al alza venía de antes del 2016. No obstante, la percepción de la población de clase media y media baja es que su ingreso mensual rinde, y que la ampliación de los programas sociales ha tenido un impacto directo, rápido y positivo en su calidad de vida. Prácticamente todos los mexicanos, especialmente pertenecientes al 43% de la población en pobreza, conocen a alguien que ha recibido dinero y/o que se va a lograr pensionar cuando ya había perdido toda esperanza.

Lo segundo es que el incremento de las ayudas sociales se ha acompañado de la desaceleración de la inflación. En mayo, la inflación cerró en un 6,25%, después de haber alcanzado casi el 11% en el período inmediatamente posterior a la pandemia. De esta manera, el aumento del salario real, junto con las ayudas directas efectivas y oportunas, contribuyen a crear una masa crítica positiva. Este fenómeno suele atribuirse al mandatario que lo generó, como se pudo observar en los primeros años de Ayuda en Acción y su impacto en la popularidad de Álvaro Uribe en Colombia. Sin embargo, los beneficios solo pueden ser aprovechados una vez.

A esto se suma la inversión directa en obras y autopistas en lugares donde previamente no se había visto inversión por parte del gobierno federal. También destaca la fuerte cohesión de Morena en apoyo al mandatario y su imagen de estar siempre ocupado y trabajando, lo cual conecta muy bien con el espíritu de la clase media y popular latinoamericana. Estas personas están agotadas de sentir que no se logra pasar de la retórica y carecen de la paciencia de las clases medias altas que pueden permitirse vivir más allá del día a día.

Sin embargo, algo que a menudo pasa desapercibido pero que puede considerarse como una explicación significativa del efecto AMLO es la conexión entre su personalidad y su estilo de vida, similar al del expresidente uruguayo Pepe Mujica. Este aspecto no siempre es valorado por los líderes políticos de la izquierda latinoamericana, quienes se quejan, con razón, de la exigencia desmesurada de perfección que no sufren sus contrapartes de derecha. Equilibrar este punto no es sencillo, y ni Pedro Castillo en Perú ni siquiera Lula Da Silva en su segundo mandato lograron hacerlo. Parte de la caída de la izquierda en el continente se ha basado en la desilusión de un electorado cada vez más sensible a la identidad y completamente descreído de la política.

Entonces, ¿cómo se puede interpretar la caída en la popularidad del presidente Gustavo Petro en tan solo nueve meses? ¿Es simplemente un golpe blando orquestado por las élites que, lamentablemente, abundan y abusan en toda América Latina? Aunque ambos líderes han generado cierta división en la opinión pública, e incluso Petro cuenta con mejores indicadores de gestión, AMLO ha logrado generar una percepción de eficacia a través de programas rápidos de transferencias monetarias directas que no requirieron complicadas argucias legislativas. Esto contrasta con la tradición colombiana, donde se espera que todo cambio comience por la ley. El presidente Petro tiene una oportunidad a su favor con la implementación del Plan de Desarrollo aprobado. Sin embargo, debería tener en cuenta que un exceso de debate sobre las reformas podría no ser una idea tan acertada.

[1] Los datos pueden ser directamente consultados en la página del CONEVAL: Medición de pobreza 2016-2020 (coneval.org.mx)