Durante 3 años hemos visto cómo en Bogotá ha muerto su espacio público: invasiones, basuras, venta ambulante, habitantes de calle sin atención, parqueo en vía, reciclaje a cielo abierto, se tomaron calles y andenes sin control. La Administración Distrital no ha recuperado el entorno para las comunidades, la cultura ciudadana y el respeto.
Bogotá tiene 175 millones de mts2 de espacio público, según datos del Distrito, 31,6 millones de m² (18,1 %) corresponde a parques; 3,8 millones m² (2,2 %) son zonas verdes; 48,6 millones de m² (27,8 %) son estructura ecológica principal, y 56,4 millones de m² (32,25 %) son elementos del sistema vial para la movilidad vehicular; es así, que la ciudad tiene el reto de generar más espacio público para el uso, goce y disfrute para la ciudadanía.
Enfrentamos problemáticas de ocupación debida al espacio público, en primer lugar, por la crisis social que generó el descuido durante la pandemia que ocasionó que puentes, separadores y lotes fueran invadidos por personas en condición de pobreza, habitantes de calle y carreteros que hoy los tienen como su vivienda, pero que -además- llevan a que realicen sus actividades de disposición de residuos en los alrededores de estas ubicaciones afectando la calidad de vida y seguridad de los demás residentes. Situación que no ha podido superarse durante este tiempo.
Otras espacios no se han podido recuperar y con el pasar de los años han perdido más democratización del espacio, cómo es el corredor peatonal de la séptima, en pleno Centro Histórico, donde las mafias del espacio público mandan, cobran por metro cuadrado, extorsionan y lo que dejan es un panorama de venta ambulante sin control en medio de la inseguridad y la suciedad. Por lo que aquí, igual que en el tema de seguridad, es válido acuñar la teoría de las Ventanas Rotas, para explicar lo que sucede, con cada vez más espacios que ha ido perdiendo la ciudadanía por la falta de autoridad y seguimiento de la institucionalidad que han aumentado los puntos críticos pasando de 568 a 739 a corte del 2022 con un aumento del 31,8%.
El espacio público debe dejar de generar en Bogotá miedo, zozobra, asco, sensación de inseguridad; debe convertirse en lugar de encuentro, cultura y disfrute ciudadano efectivo, democrático, para que todos puedan hacer uso de él y puedan acceder a las oportunidades que ofrezca. Así ganamos todos y avanza la ciudad.