“Todos en la vida somos y no somos”, estoy seguro de que esta frase merece una explicación; y lo menciono porque el “Ser” es una condición con respecto a algo, a ocupar un espacio y participar de éste. Así, Ser Ciudadano, en la vida diaria, implica que ese ser recorre las calles de un lugar con el propósito de participar en este espacio, de habitarlo, pero para ser parte de éste debemos obtener los créditos que nos avalan como participantes; el diploma se obtiene y se llama “Ciudadanía“, es un orgullo que confirma que uno es un participante social, que conoces la ciudad y sabes las normas implícitas de convivir en este lugar.
Ser docente de urbanismo: soy docente de arquitectura y desde la perspectiva de ese rol de interacción social entre el individuo y el conocimiento transmito a mis estudiantes la importancia del lugar, no solo para ellos sino para la vida; esa mediación y comunicación con el contexto real es un conocimiento para todos, no solo para los arquitectos, también para el ciudadano, quien sabe que lo público es de todos y lo privado es de pocos. En cuanto al Lugar, existen sitios que son contradictorios: son públicos, pero son privados, hacen parte de una zona de permanente negociación porque, aunque son lugares públicos, que pertenecen al Estado y deberían estar al servicio de público, no todo el mundo puede acceder de forma directa. Tal es el caso de una biblioteca: si vas con una presentación inadecuada no te permiten acceder; este tipo de situaciones no sucederían en lugares públicos como la plaza de Bolívar. En contraposición existen sitios Privados – Públicos, como los centros comerciales, que aunque son sitios de privados a los cuales pueden acceder todas las personas, no tienen el mismo carácter privado, como lo es el hogar de cada familia.
El Ser: la vida por su parte, no es tan pública o privada como se pensaba en un principio, pero lo que si se puede definir es que lo privado en lo más íntimo y cercano a la privacidad del hogar: Las personas son parte de un tejido, de una línea de sangre y amor fraternal, en la cual seremos queridos por el amor filial. Esta apreciación tiene bastante sentido, pero la vida real está en lo público, esa es la parte que más nos llama la atención, donde conocemos personas pero a la vez somos conocidos, y por qué no “reconocidos”, donde se celebran triunfos o se desvanece la vida, es una ruleta capaz de fusionar el destino, la suerte, pero también el conocimiento y la vida.
Está escrito: en la piel de la ciudad reconocemos los diferentes elementos que la componen creando arterias que interconectan, comunican y junto con las personas dan vida y sentido al espacio: vías, plazas o parques son los lugares públicos más conocidos, y a la vez constituyen un tejido importante de la ciudad: la piel que forma parte de las mismas estructuras y de un espacio que se concibe como seguro, quizá representa parte del orgullo construido en la vida de los colombianos prácticamente en los últimos 500 años desde la construcción de esta bella patria. Bogotá es la ciudad más compleja, grande y diversa de la nación en donde cada día convivimos cerca de 10 millones de habitantes, reconocemos que es un lugar vivo de continuo cambio, que se transforma para asumir distintas fases, a diario con nuevas calles o construcciones que no representan una única manifestación de la ciudad, pero que a la vez transitan y desvanecen también pequeños pedazos de territorio, que después mutan y adquieren nuevos significados: entender la ciudad no es fácil, y tampoco lo es conocerla en su totalidad, pero todos la recorremos.
Leer: su lenguaje y su piel. En las últimas décadas se escribió en losetas, adoquines, bordillos y mobiliario como lo recomienda Planeación Distrital, y la escritura es perceptible fácilmente, pero la idea detrás de la transformación de los espacios, de la esencia de la ciudad es la búsqueda de una nueva imagen que los urbanistas y planificadores del territorio estamos trabajando para establecer un mejor sitio para crecer, trascender y vivir. Ya casi nadie recuerda la ciudad de los buses, con personas que iban colgadas de las puertas o los carros que estaban cubriendo todas las aceras (aunque aún permanecen situaciones similares); esa ciudad compleja no ha dejado de tener problemas sociales, económicos, capaces de desbordar la tranquilidad de realidades distintas, extrañas, pero construir una ciudad es un trabajo colectivo asociado a su misma de construcción y construcción. Se puede decir que la piel de la ciudad es el espejo de Colombia, esa imagen refleja las complejidades de nuestra nación con ventajas y desventajas, con una diversa heterogeneidad que vemos a diario. Está escrita con mucho esfuerzo, con grandes conquistas y dolorosas derrotas, pero es Bogotá, la ciudad, y Colombia, el país, que amamos.
Por tanto, Todos en la vida somos y no somos, pero ya entendemos que el Ser ciudadano implica tener en cuenta las reglas de convivencia en medio de la compleja transformación de su piel; el Ser docente de urbanismo abarca el compromiso de enseñar acerca de la vida en la ciudad. El lugar es aquel que define los sitios y su uso en la ciudad mientras que el Ser comprende las posibilidades sociales del urbanismo de la sociedad y, desde luego, está escrito en la ciudad construida por la gente que la habita: Leer sus testimonios de vida se hace con el uso de los fonemas, los puntos y las comas que le dan ritmo a nuestra vida en la ciudad. La esencia de lo escrito está en la tierra de los sueños, de las ilusiones, y también está plasmada en tinta de colores, en diferentes grados de luminosidad y, además, está tatuado en la piel de la ciudad que hábito, que no puede ser explicada fácilmente con palabras, pero que es a la vez fuera de este mundo, esa es la ciudad que tanto amo.
Javier Francisco Sarmiento Díaz
Docente Investigador, Facultad de Arquitectura, Universidad de América
Arquitecto; Magíster en Planeación Urbana y Regional; Doctor en Ciencias de la Educación.